Cinque Terre

INTRODUCCIÓN

Este viaje ha sido una escapada de pareja, de una semana de duración, entre el 15 y el 21 de abril de 2022, durante las vacaciones de Pascua.

El medio de transporte ha sido un monovolumen Seat Alhambra y el recorrido de unos 3.100 km incluyendo los desplazamientos para realizar las diferentes visitas allí, que hemos combinado con el tren.

Hemos recorrido desde Alicante hasta Portovenere y vuelta, con paradas intermedias en el sur de Francia y Mónaco, bordeando en todo momento la costa mediterránea.

 PROYECTANDO EL VIAJE

Cuando visitamos La Toscana en junio de 2018, alguien nos recomendó ir también a Cinque Terre. Aunque parezca mentira, no había oído hablar de este lugar hasta ese momento. El caso es que me puse a buscar información y cada vez me iba pareciendo más interesante. Como la sugerencia me llegó estando ya de viaje con todos los días planeados y muchas cosas por visitar, fue imposible incluirlo. Además, pensé que debía dedicar más tiempo a informarme y preparar el viaje ya que esta vez no sería posible (o al menos no recomendable) visitarlo en nuestro coche, como solemos hacer.

Por ello, ahora, al disponer de estos días primaverales y ver que era una distancia que perfectamente podríamos salvar por carretera, no lo pensamos demasiado y nos lanzamos a buscar información y preparar el viaje.

En un principio pensé que una zona tan pequeña sería poco para llenar estos días y quise combinarlo con Nápoles y la costa de Amalfi, aunque fuera alargando fechas, pero todo lo que leía al respecto parecía indicar que habría suficiente entretenimiento para llenar los 5 días y decidimos dejar el sur para otro viaje y tener de nuevo excusa para regresar.

Ahora puedo decir que ha sido perfecto y que cada día ha sido intenso y lleno de preciosas vivencias y lugares que descubrir. Una escapada que merece mucho la pena.

 

PREPARATIVOS

Alojamiento: Todos apartamentos los reservamos a través de Booking y Airbnb. El criterio predominante: la ubicación y el precio más bajo posible dentro de una puntuación aceptable por parte de los clientes.

  • Para la primera noche, noche de paso, buscamos un apartahotel sin muchas pretensiones, pero cercano a la autopista para no desviarnos y a una distancia razonable de casa como para llegar sin dificultad en una jornada. Temíamos retenciones al ser viernes santo y lo “acercamos” un poco, pero no fue necesario, habríamos llegado perfectamente a Niza que era nuestra elección inicial. Reservamos con Booking en el Zenitude Hôtel-Résidences Le Tholonet en Aix-en-Provence. Un lugar correcto para pasar una noche de camino. Práctico porque dispone de un sistema autónomo para la recogida de llaves cuando la recepción está cerrada y también de espacio para aparcar en la puerta. Además, el acceso desde la autopista es muy fácil y rápido.

 

  • La segunda y principal vivienda, en Portovenere, Eco dei Poeti, un coqueto apartamento, estratégicamente situado, con vistas al mar y algo que siempre es para nosotros una ventaja añadida: cafetera Nespresso. Lo reservamos a través de Booking y nos gustó mucho, pero no parece estar actualmente disponible en la página. La primera impresión no fue buena porque el estado del acceso no era muy bueno, pero, una vez dentro del apartamento, era muy bonito y luminoso. Estuvimos genial y nos encontramos con una mini terraza que no estaba prevista y nos resulto un extra muy agradable.
  • La tercera estancia fue la peor. Queríamos estar lo más cerca posible de Mónaco pero debíamos alojarnos en Francia donde los precios resultan más asequibles y conseguimos un estudio en Beausoleil, a través de Airbnb, que aparentaba estar genial. Tal como iré narrando en el viaje tuvimos muchos problemas y no fue como esperábamos. Es la segunda vez que tenemos problemas con reservas de Airbnb, la primera fue en nuestro viaje a Gales, y la sensación que nos ha dejado en ambas es de desamparo. No nos han solucionado el problema y la atención ha sido deficiente.

 

Seguro de viaje: Además de la Tarjeta Sanitaria Europea que siempre llevamos, nos hicimos un seguro de viaje anual. Cada viaje contratamos como mínimo un seguro de cancelación y muy probablemente, dependiendo del destino y/o duración también un seguro médico y de asistencia en viaje. Como esto sucede repetidas veces en el año nos animamos a contratar uno anual y olvidarnos de este tema en cada viaje. Lo hemos contratado en Seguros Bilbao y estamos encantados.

 

INFORMACIÓN TURÍSTICA Y PRÁCTICA

Para informaciones turísticas generales sobre Cinque Terre consultamos varias páginas y leímos algunos relatos que siempre son una ayuda muy cercana y real. Estas son las páginas de información que encontramos:

Como informaciones prácticas necesarias para moverse por el parque os dejo estos enlaces de interés:

  • Esta página os resultará útil para obtener información de la Cinque Terre Card. Básicamente hay dos tipos de pases. El primero incluye únicamente el acceso a todas las rutas de senderismo. El segundo, además de eso, da acceso ilimitado al tren durante el tiempo que dure el pase. Nosotros cogimos el segundo tipo (con tren), pero solo válido durante un día y repetimos la operación dos días más tarde. El primer día estaba claro porque íbamos a hacer un tramo de sendero. El segundo día dudamos si comprar únicamente billetes de tren, pero hicimos cuentas y en el momento que paras en más de dos pueblos te resulta más interesante el precio del pase.
  • Esta página la utilizamos sobre todo para conocer los horarios del tren desde la estación central de La Spezia hasta los pueblos (dirección Levanto) o en sentido contrario (dirección La Spezia).

EL VIAJE DÍA A DÍA

DÍA 1: VIERNES 15 ABRIL: MONFORTE DEL CID – AIX-EN-PROVENCE (998Km)

Nos levantamos a las 5 de la mañana y a las 6 estamos en camino. Javier conduce hasta el área La Plana en la que hacemos una breve parada para cambiar de conductor hasta Tarragona. En el área Médol paramos a desayunar. Esta parada es habitual en nuestros viajes porque la distancia nos coincide normalmente con la hora del desayuno, pero cada vez nos gusta menos la cafetería. Es imposible conseguir unas tostadas. En esta ocasión la decepción ha sido mayor porque tenían una enorme tostadora que me hace pensar que esta vez sí, sin embargo, al pedirla me dicen que la tostadora solo es para calentar los bocadillos hechos que tienen en la vitrina ¡Menudo chasco!

Después de un desayuno a base de bollería nos ponemos de nuevo en marcha, pero el ritmo de viaje se tuerce un poco al pasar Barcelona. Al ser día festivo el tráfico de salida de la ciudad es intenso y entramos en una retención de más de media hora que nos hace parar a comer antes de cruzar la frontera, en una de las últimas áreas de servicio, L’Empordà. A partir de ahí tenemos un viaje tranquilo sin nuevas retenciones.

Poco después de Montpelier paramos a descansar y nos resulta extraño y casi incómodo ver que la cafetería está a tope de gente y nadie lleva mascarilla. En Francia ya la han retirado, pero a nosotros aun nos cuesta porque en España, en interiores, seguimos llevándola.

El último tramo, tras dejar la A9 a la altura de Nimes, es nuevo para nosotros. Eso lo hace más interesante al despertar nuestra curiosidad por descubrir nuevos recorridos y paisajes. Hay algo más de tráfico, pero nada alarmante. En sentido contrario si hay una enorme retención.

Llegamos a nuestro destino en Aix-en-Provence algo antes del cierre de la recepción. Hemos llegado pronto pero el apartahotel que habíamos reservado está en las afueras( con intención de ser lugar de paso) y ofrece poco entretenimiento, así que nos limitamos a instalarnos, cenar algo ligero y descansar. Hoy el día ha sido muy largo.

 

DÍA 2: SÁBADO 16 ABRIL: AIX EN PROVENCE-PORTOVENERE (487 Km)

Nos levantamos temprano temiendo retenciones al recorrer una zona tan turística como es la Costa Azul. Tenemos prevista una parada cercana para poner gasolina, en un área comercial a las afueras de Saint-Maximin-la-Sainte-Baume, pero, además de llenar el depósito, descubrimos una atractiva boulangerie con terraza, Baltazar, y decidimos parar a tomar un café. No podíamos haber tomado una decisión más acertada. Resulta ser un establecimiento con un inmenso surtido de tipos de pan y repostería. El café con leche está buenísimo y lo acompañamos de un tradicional “Pain au chocolat” recién hecho. Comenzamos bien el día.

Partimos desde aquí hacia la frontera italiana en un recorrido que se nos hace muy interesante por novedoso. Primero nos sorprende el paisaje verde, silvestre, incluso montañoso de esta región de Provence que imaginaba de otra manera, después comenzamos a recorrer la Riviera francesa y, de modo intermitente, obtenemos imágenes de la costa, pasando junto a ciudades tan famosas como Saint Tropez, Cannes, Niza y Montecarlo. Resulta un recorrido muy agradable en este soleado día primaveral. Llama especialmente mi atención la bella imagen de Mentón desde la autopista. Lástima que no haya ningún área o lugar en el que parar para recrearnos o hacer una foto. Anoto el destino para futuros viajes y, de momento, queda la imagen guardada en mis retinas.

Ya en Italia la carretera comienza a ser un continuo alternar de túneles y puentes ya que esta región de Liguria es bastante montañosa. Vamos todo el tiempo bordeando la costa, aunque la vemos de modo intermitente. El paisaje será similar hasta llegar a nuestra casa en el Golfo de los Poetas: numerosos pueblos pequeños, todos con su iglesia de la que destaca el campanario, normalmente ubicados sobre una colina y con las casas bastante uniformes en colores amarillos, anaranjados y rojizos. Muy parecidos a los que encontraremos en los pueblos de Cinque Terre.

Nos gusta descubrir que en esta autopista italiana las áreas de servicio aparecen con frecuencia, aproximadamente cada 20 km. Paramos a comer en una de ellas, a la altura de Albenga, poco después de la frontera, y nos sorprende muy gratamente por sus completas instalaciones.

De nuevo en marcha tenemos una pequeña incidencia que nos hace perder algo de tiempo. Llegando a Génova nuestro navegador decide perder conexión justo en un momento de bifurcación de la autopista y tomamos rumbo a Milán. Al ser autopista, tardamos varios kilómetros en poder reconducir la ruta y volver sobre nuestros pasos, pero pronto estamos circunvalando Génova. Como curiosidad nos damos cuenta de que hemos cruzado el enorme puente que se desplomó hace unos años. La verdad es que la altura es considerable.

A partir de aquí vemos nuestro destino tan cercano que decidimos esperar para comer ya en el apartamento al que llegaremos aproximadamente a las 3. A la altura de La Spezia dejamos la autopista y nos adentramos en el Golfo de los Poetas, concretamente tomamos la carretera costera que une La Spezia con Portovenere, localidad en la que nos alojaremos en estos días.

La Spezia es una gran ciudad en la que destaca el puerto y las instalaciones militares. Al llegar, el centro del golfo está dominado por un enorme crucero de la compañía Costa que no abandonará el puerto hasta el día en el que nos marchamos, pero también hay enormes barcos de carga, militares y de recreo. Es un puerto de gran actividad.

El trayecto desde esta ciudad hasta Portovenere, situada en uno de los cabos que cierra la entrada al golfo, es una serpenteante carretera que en todo momento ofrece bellas vistas del mar, destacando como lugar con mayor encanto las casas e iglesia de Le Grazie, poco antes de llegar a nuestro destino.

El casco urbano de Portovenere es peatonal pero el municipio incluye una zona de costa y playa donde las casas, a modo de grada se sitúan frente al mar. Esta zona está recorrida por una carretera circular que entra desde lo alto en bajada hasta la plaza del pueblo y ahí te hace girar y regresar por abajo, bordeando el mar hasta subir de nuevo y cerrar el círculo. Todo este recorrido es aparcamiento de pago con parquímetro y además hay un parking en lo más alto y otro abajo, a la entrada del casco urbano. Nuestra casa está a mitad de la bajada y no dispone de aparcamiento. Esto complica nuestra llegada en una tarde de sábado el fin de semana de Pascua. Tenemos que parar un momento en doble fila, descargar el equipaje y, mientras yo me quedo a colocarlo, Javier se va a buscar sitio, lo que le supone dar dos vueltas completas al recorrido para terminar en el aparcamiento superior. Al menos el resto de los días no volveremos a tener dificultad en encontrar sitio cerca porque llegaremos normalmente cuando los turistas se han marchado.

El apartamento resulta una grata sorpresa en cuanto abrimos las contraventas y vemos ante nosotros la inmensidad del mar azul que llena el golfo, con el perfil montañoso de los Apeninos al fondo. Esta imagen nos acompañará durante toda nuestra estancia enriqueciéndola. Además, disponemos de una pequeña terraza en la que podremos disfrutar de bellos momentos y amaneceres espectaculares.

Cuando regresa Javier todo está preparado para comer, pero, entre unas cosas y otras, lo hacemos bastante tarde. Eso si disfrutando del momento y de un agradable café Lavazza gentileza de los dueños.

Nada más comer partimos impacientes por conocer esta ciudad, pero la fuerte lluvia que repentinamente comienza a caer nos hace cambiar de planes y dirigirnos primero al parking para coger los paraguas que se han quedado en el coche. Al menos el paseo nos ofrece distintas panorámicas de Portovenere y la bahía desde lo alto y aprovechamos para acercarlo a casa ya que han comenzado a quedar plazas libres. 

Ahora sí, nos disponemos a caminar hacia el casco urbano paraguas en mano. La primera imagen del pueblo desde la carretera es impresionantemente bella. Rápidamente estamos buscando las mejores tomas con la cámara. Decidimos recorrer el puerto pasando ante una hilera de coloridas fachadas para dirigirnos al extremo del cabo donde se encuentra la iglesia de San Pietro.

Ha comenzado a hacer un viento fuerte después de la lluvia y el mar está algo picado, pero todo esto junto a un arco iris que aparece tímidamente en el horizonte dan más encanto al recorrido. Frente a nosotros está la isla más grande del archipiélago Spezzino y el canal que nos separa de ella es un constante transitar de barcos turísticos y recreativos. Hay bastante gente y en ocasiones cuesta encontrar espacio para hacer una foto, pero es lo esperado en una tarde de sábado festivo.

El castillo, que visitaremos en días sucesivos, domina las rocas desde lo alto. Nos alegramos de no haber elegido esta tarde para visitarlo ya que podríamos salir volando con la fuerza del viento. A sus pies, en el acantilado, se aprecia la gruta de Lord Byron llamada así porque le atribuyen ser el lugar en el que se inspiraba para escribir sus poemas. Unas escaleras que parten desde el muro que rodea el promontorio en el que se asienta la iglesia permiten bajar a un cortito sendero para obtener mejores vistas de estos acantilados y, más tarde, de la puesta de sol . 

Pronto comienza a teñirse el horizonte de luz anaranjada y podemos disfrutar de un precioso atardecer. Los fotógrafos se afanan en captar la mejor toma, también nosotros hacemos algunas fotos, pero, sobre todo disfrutamos del momento y del entorno que no puede ser más bonito.

Cuando nos damos por satisfechos con la visita regresamos hacia el pueblo, está vez lo cruzamos por una calle interior y no por el puerto. Nos entretenemos haciendo fotos de sus callejuelas y rincones y poco a poco llegamos al punto de inicio.

Las fachadas que dan al puerto ya han encendido las lucecitas que las bordean y paramos a hacer nuevas fotos antes de regresar a casa para cenar y comprar online nuestro pase CInque Terre Card para mañana. Tenemos muchas ganas de explorar los pueblecillos del parque. Portovenere ha sido un buen comienzo.

 

DÍA 3: DOMINGO 17 ABRIL: CORNIGLIA-VERNAZZA-MONTEROSSO AL MARE (28Km+tren+ 3’5Km sendero)

Nos levantamos temprano, preparamos la mochila con la cámara de fotos, unos bocadillos, agua y algunas provisiones y, vestidos con ropa cómoda y zapatillas, nos disponemos a iniciar la jornada que incluirá alguna ruta del parque.

Después de mucho pensar ayer decidimos comenzar por Corniglia e ir caminando desde allí a Vernazza. A partir de ahí veremos cómo va el día.

Al llegar a La Spezia para coger el tren nos encontramos con la sorpresa de que el aparcamiento en la calle hoy es gratuito por ser festivo. Aparcamos cerca de la Estación Central y nos dirigimos a ella caminando. Tenemos el pase en el móvil así que lo único que debemos hacer al llegar es mirar en la pantalla la hora de salida y la vía. Es muy sencillo y pasan trenes con mucha frecuencia. Pronto vamos en uno de ellos rumbo a Cinque Terre. El trayecto entre pueblos es muy corto y con escasas vistas porque transcurre mayormente por túneles. Nos apeamos en la estación de Corniglia.

Este pueblo es el único que no está al nivel del mar y no tiene puerto, está sobre un acantilado. Así que para llegar a él desde la estación hay una enorme escalinata, la Scalinata Lardarina, con más de 300 escalones, que subimos con tranquilidad parando de vez en cuando a disfrutar de las vistas. Existe la opción de subir con bus gratuito desde la estación, pero preferimos caminar al aire libre.

Ya en el pueblo nos disponemos a callejear y descubrir todos los rincones. Hay un gran ambiente con las terrazas y las calles llenas de gente, pero todavía no es agobiante. Nos asomamos a sus dos miradores al mar, cotilleamos en sus tiendas y, finalmente tomamos un rico café italiano en la plaza aprovechando para hacer uso de los aseos. Nos llama la atención que en casi todas las tiendas turísticas vendan bolsas con limones junto a otros recuerdos típicos. Cuando nos vamos, la plaza ha comenzado a llenarse de grupos excursionistas preparados para el trekking.

Sabemos que la foto típica del pueblo se hace desde el Sendero Azzurro en dirección a Vernazza y hacia allí nos encaminamos después de explorar un poco las calles de la parte más alta de esta localidad. 

Nada más salir del pueblo está la caseta de pago que superamos mostrando nuestra Cinque Terre Card. La caminata comienza entre laderas de piedra que bordean los campos con árboles, que sombrean el camino, son campos de olivos y vides. Comenzamos la ruta prácticamente solos, pero a medida que avanzamos, va aumentando el número de personas, especialmente llegando a nuestro destino.

Según nos vamos alejando, las vistas de Corniglia se van volviendo más bonitas y cada rincón te invita a hacer una nueva foto. Poco a poco la ruta va llegando a los acantilados que dan al mar y el paisaje que alcanzamos a ver es espectacular.

Esta zona está menos sombreada y comienza a hacer más calor, pero totalmente soportable (no quiero imaginar cómo será en verano). Hacia la mitad del camino hay un pequeño ensanche sombreado que hace las veces de merendero o lugar de descanso. Un señor ameniza a los caminantes tocando el acordeón. Hacemos lo propio parando a beber agua antes de continuar la ruta. Pronto empieza a ser de bajada alternando escalones de piedra con tramos llanos. Pero si bajar puede ser cansado en este suelo tan irregular y pedregoso, hay que ver las caras de los que vienen de Vernazza y deben subir todo este desnivel. Sofocados y sin aliento van preguntando si falta mucho ¡Si acaban de comenzar! Menos mal que luego se suavizará un poco. Creo que nosotros hemos acertado al realizar la ruta en este sentido, pero no ha sido casualidad, pensamos que sería más llevadera y así ha sido.

Llegando a Vernazza hay un punto que se anuncia como mirador, el viejo molino, y efectivamente, está lleno de gente que, aún sin pretender iniciar la ruta, ha subido hasta aquí por las vistas. La verdad es que la imagen del pueblo desde este lugar es muy bonita. Nosotros también hacemos unas fotos antes de continuar.

Bajando ya por las calles de Vernazza paramos en un portal y nos sentamos un ratito para descansar de tantos escalones. Aprovechamos para repasar allí las anotaciones sobre los mejores lugares para ver y poco después continuamos.

Cuando nos acercamos a la calle principal lo primero que nos llega es un fuerte rumor de gente y, efectivamente, es un río de gente lo que recorre el pueblo. No queda un rincón vacío y las terrazas están a tope. Comenzamos a preocuparnos por encontrar sitio para comer así que, al preguntar en la terraza del restaurante Il Bareto que recomendó Toni de Ros en su relato y decirnos que en 5 min hay mesa disponible, decidimos comer ya, aunque sea algo pronto. Es un lugar sombreado y agradable al aire libre. Yo pido unos “Espaghetti al sugo di mare” y Javier el plato típico de Liguria: “Trofie al pesto”. Después los compartiremos. Los acompañamos con una buena ensalada y terminamos con un “ristretto” y “panacota de chocolate”. Salimos recuperados y con energía para seguir descubriendo.

Caminamos hacia el puerto y, una vez allí nos adentramos por el malecón, nos han dicho que desde él se obtiene la mejor vista del pueblo. No es tarea fácil. Hay mucha gente tomando el sol, comiendo un bocata o descansando. Decidimos hacer lo mismo y nos sentamos en unas rocas a descansar al sol disfrutando de las vistas. Como hemos descartado subir al castillo (de pago) porque hemos leído que no ofrece demasiado y vamos a regresar esta noche para ver atardecer desde aquí, nos vamos ya a la estación para trasladarnos a Monterroso al Mare, donde planeamos pasar la tarde. Sabemos que es de los pueblos menos atractivos por ser el más grande, pero nos gusta juzgar por nosotros mismos.

El tren no tarda casi nada en pasar y mucho menos en llegar a Monterroso. Prácticamente los pueblos están pegados y lo podemos comprobar desde la playa. Se alcanza a ver claramente el perfil de los otros cuatro pueblos.

Como la estación está en la parte más moderna en la que lo único destacable es la enorme playa, pensamos dirigirnos, cruzando el puente peatonal, al pueblo antiguo, más acorde a nuestros gustos y mas parecido a los pueblos vecinos que estamos conociendo. Pero antes vamos en sentido contrario hasta el final de la playa para ver y fotografiar la estatua “Il Gigante”, una enorme representación de Neptuno de 1910 que, según pudimos ver en los paneles informativos, ha perdido una gran parte del original. La concha que sostenía Neptuno era una terraza que formaba parte de la villa Pastini, pero al parecer fue bombardeada en la II Guerra Mundial. Ahora no queda casi nada de la concha ni de los brazos, pero sigue siendo imponente.

Cruzando de nuevo el paseo marítimo, que está animadísimo y lleno de gente disfrutando del sol y del descanso, llegamos al otro extremo de la playa y nos adentramos en el túnel peatonal que nos lleva a la bahía, algo más pequeña, en la que está el casco antiguo. En cuanto nos adentramos en sus calles volvemos a encontrar el ambiente decadente que da tanto encanto a los pueblos de esta región. Nosotros nos dedicamos a callejear, buscar los rincones más atractivos, curiosear en las tiendas y disfrutar del entorno antes de regresar de nuevo hacia la playa.

Hemos venido observando desde la comida que todo el mundo en las terrazas toma lo que parece una bebida refrescante de color rojo y finalmente decidimos probar. Nos sentamos en unas mesitas justo al lado del mar y preguntamos al camarero por la bebida. Nos explica que es Aperol, una bebida de aperitivo típica que tiene poco alcohol. Nos recuerda al “Canario” típico de Monforte y decidimos probar, bueno lo decide Javier. Yo, más cobarde, pido un helado de tiramisú. Pero un sorbito no me pierdo.

Después de este pequeño relax disfrutando del encantador ambiente de veraneo que se respira y de las bellas vistas del mar, nos ponemos en marcha de nuevo a la estación.

De vuelta en Vernazza vamos directos a la senda que nos llevaría caminando hasta Monterrosso. Es una senda de pago que tenemos incluida en la Cinque Terre Card, pero a estas horas está abierta de modo gratuito.

No es necesario adentrarse demasiado por la senda antes de llegar al lugar deseado, tampoco es difícil de encontrar ya que un grupo de seis o siete personas (que más tarde aumentará) están allí preparados con cámaras, trípodes etc… esperando el cercano atardecer. Es un grupo variopinto, formado por diferentes nacionalidades, pero, con el inglés como principal forma de comunicación, se establece una cierta camaradería y se intercambian unas cuantas bromas.

Nosotros somos los primeros en marcharnos después de unas cuantas fotos, aunque seguimos realizando algunas más mientras bajamos de nuevo al pueblo.

Cuando llegamos a la estación descubrimos que falta una hora para el próximo tren. Hemos pecado de exceso de confianza al no comprobar los horarios, viendo que a lo largo del día pasaban trenes con mucha frecuencia. Al parecer no sucede lo mismo a partir de cierta hora de la tarde. Algo enfadados con nosotros mismos por la falta de previsión y porque tan solo hace 5 minutos que ha salido el tren anterior (Y perfectamente podríamos haber llegado si lo hubiéramos sabido), decidimos dar una vuelta por el pueblo para no estar parados en la estación.

La animación ha decaído bastante, pero la gente sigue llenando las terrazas de restaurantes. Sólo algunas tiendas están cerradas. Llegamos hasta el puerto y notamos que comienza a hacer frío, menos mal que llevamos los chubasqueros que nos vienen de maravilla. Poco a poco y sin prisas iniciamos el regreso a la estación para tomar el tren que esta vez sí nos va a llevar hasta la Spezia para regresar desde allí con nuestro coche a Portovenere.

Hoy la cena toca un poquito tarde, pero no importa porque mañana hemos decidido quedarnos en Portovenere y visitar el castillo. Es lunes de Pascua, festivo también aquí en Italia y tememos que los pueblos de Cinque terre estén a tope de gente, mejor terminar de verlos el martes.

 

DÍA 4: LUNES 18 ABRIL: PORTOVENERE-LERICI (48 Km)

Desayunamos tranquilos disfrutando de las vistas desde nuestra terraza. Hoy, tal como decidimos ayer, vamos a terminar de explorar Portovenere y el Golfo de los Poetas.

Comenzamos utilizando las escaleras privadas que bajan desde nuestros apartamentos a la playa. Es un buen acceso para bajar, pero dudamos mucho que sea tan agradable subirlas después del baño, sobre todo en verano, la altura es considerable. Menos mal que, al menos, están sombreadas por numerosos árboles. 

En la playa todavía no hay casi nadie: algunos pescadores reparando su barca, otras personas paseando a su perrito o situando su silla para tomar el sol y otros desayunando tranquilamente en la terraza de alguna cafetería.

Hace un precioso día de sol radiante. Nosotros nos dedicamos a pasear y disfrutar del entorno haciendo alguna foto de vez en cuando. Nos damos cuenta de que no paran de llegar coches y sus ocupantes se dirigen hacia el pueblo. Nosotros también lo haremos, pero después de recorrer la cala hasta el extremo más alejado.

Aunque estuvimos aquí el primer día de viaje vuelve a impresionarnos la imagen del pueblo al dar la última curva en el paseo. Las coloridas casas del puerto con el castillo destacando sobre ellas y los barquitos amarrados junto al muelle ofrecen una pintoresca estampa. Decidimos pedir a otro turista que nos haga una foto juntos, ya que siempre salimos de uno en uno.

En la plaza principal hay montado un mercadillo, pero no nos detenemos en él, lo cruzamos y nos adentramos en las coloridas y concurridas calles del pueblo, hasta llegar al callejón que nos llevará al castillo.

Durante la subida vamos saboreando rincones que nos ofrecen interesantes vistas. Paramos primero en la plaza de la iglesia de San Lorenzo, ubicada en la parte alta de esta localidad, y tenemos ocasión de visitar su interior. Después continuamos nuestra subida hacia el castillo Doria que se erige imponente por encima de todo el conjunto rodeado por robustas murallas a diferentes alturas. Entre muralla y muralla hay alguna puerta que asoma al acantilado y nosotros no dudamos en curiosear por todas ellas. Hay algunos miradores desde donde podemos ver el mar y, destacando en él, el promontorio rocoso en el que está ubicada la iglesia de San Pietro que visitamos el primer día aquí. Multitud de embarcaciones surcan las brillantes aguas que lo rodean.

Al llegar a la entrada del castillo vemos que es de pago. La visita incluye tres niveles de altura de la muralla. Pensamos que puede ser interesante ver el golfo desde lo alto y nos animamos entrar. La verdad es que resulta un acierto, tanto por las vistas, como por la tranquilidad con la que recorremos cada rincón. Muchos turistas no pasan de la plaza.

Para cuando damos por terminada la visita e iniciamos el descenso al pueblo es casi la hora de comer. Hoy lo haremos en casa, en nuestra terraza. Es una gozada comer allí y disfrutar de un tranquilo café con vistas al mar.

A media tarde nos ponemos de nuevo en marcha para recorrer otros lugares de este famoso golfo. Barajamos la posibilidad de parar en La Spezia para dar un paseo y conocer mejor esta ciudad, pero finalmente lo descartamos para ir directos a Lerici, nos resultan más atractivos los pueblos pequeños.

Para llegar a Lerici nos adentramos primero en San Terenzo desde donde podremos llegar bordeando la costa. Paramos brevemente en un supermercado a comprar agua. No les queda completamente natural y tenemos que comprarla con un “poquito” de gas o al menos eso nos dice el simpático cajero que nos hace reír un rato con sus comentarios. Al llegar a la playa, las coloridas fachadas de las casas de San Terenzo, con la iglesia destacando entre ellas, nos invitan a parar, pero no es tarea fácil. Y buscando, buscando, casi sin darnos cuenta estamos casi en Lerici. Aparcamos y, dejando a un lado la idea de retroceder, continuamos caminando hasta esta ciudad cuyo castillo, junto al que hemos visitado esta mañana en Portovenere, constituyen el baluarte defensivo del golfo y del puerto de La Spezia.

No sabíamos muy bien lo que encontraríamos en Lerici y nos sorprende muy gratamente, según nos vamos acercando. El aspecto de sus casas, una vez más, es muy similar a todos los pueblos que hemos visto en Cinque Terre y en toda la región de Liguria. Realmente encantador.

Disfrutamos de un bello atardecer en el puerto y del ambiente de terrazas repletas de gente que animan las calles que lo bordean. Nos planteamos cenar aquí pero, después de pensarlo, decidimos marcharnos a Portovenere para no llegar demasiado tarde. Mañana tenemos una completa jornada de turismo.

Deshacemos el paseo hasta el coche e incluso un poco más allá para disfrutar de las vistas hacia San Terenzo y pronto estamos de vuelta en casa. Tras la cena compramos el pase Cinque Terre Card para la jornada de mañana.

 

DÍA 5: MARTES 19 ABRIL: RIOMAGIORE-MANAROLA (28Km + tren)

Hoy repetimos trayecto a La Spezia para tomar el tren de Cinque Terre. Ha dejado de ser festivo y, aunque el aparcamiento en la calle es de pago, esperamos que se compense con una menor afluencia de gente en los pueblos que planeamos visitar.

Nos apeamos en Riomaggiore. Desde la estación, un túnel peatonal nos lleva a la calle principal de este animado y colorido pueblo de Cinque Terre. Dejamos el puerto para el final y nos encaminamos calle arriba. Hemos llegado temprano y todavía los establecimientos turísticos están abriendo. Decidimos dejar la calle principal y adentrarnos por pintorescos callejones que nos llevarán a la parte más alta del pueblo.

A medida que vamos subiendo comenzamos a obtener una imagen más clara de la situación del pueblo, encajado entre montañas. Llegamos al “castillo”, del que destaca una torre con reloj de sol y, desde una de sus terrazas, por fin vemos el mar, aunque no se alcanza a ver el puerto desde lo alto. Poco a poco vamos regresando saboreando nuevos rincones.

Al llegar de nuevo a la calle principal la encontramos mucho más concurrida y animada que antes. Decidimos parar a tomar un café en una terraza, pero el café termina siendo acompañado por deliciosos dulces locales. El ambiente es estupendo. Desde allí nos encaminamos al pequeño puerto al que se llega continuando por el túnel peatonal. Es un lugar realmente pequeño, “encerrado” por casas que apenas parecen caber. Es un rincón encantador.

Primero caminamos hacia la derecha subiendo por unas escaleritas y siguiendo una pequeña calle que bordea la costa y va ofreciendo algunas vistas interesantes. Lleva a una pequeña terraza mirador. Justo en esa terraza decidimos ponernos en contacto a través de la app de Airbnb con nuestro anfitrión de mañana en Montecarlo para ver si podríamos entrar algo antes de la hora prevista (las 15h), así podríamos comer ya allí y tener la tarde para visitar la ciudad. Nuestra sorpresa es mayúscula cuando nos responde diciéndonos que no estará en la casa hasta las 17h. No podemos creerlo porque elegimos esa casa pensando en visitar Montecarlo y solo disponemos de una tarde para hacerlo. Además, en la descripción de la casa y en la reserva indica como hora de entrada las 15h. Podríamos entender que no nos puedan abrir antes (esto era un favor), pero que no nos abran a la hora reservada nos parece fatal y así se lo hacemos saber con una llamada telefónica a los agentes de Airbnb que prometen mirarlo y volver a llamarnos.

Tenemos que darnos por vencidos de momento y continuar con la visita, deshaciendo lo andado y regresando al puerto para caminar ahora hacia el lado contrario, hacia la izquierda. Unas escaleritas llevan a una terraza con vistas al pequeño puerto. Pero las mejores vistas se obtienen al descender de esa terraza hasta el malecón de grandes rocas que cierra el puerto, son sin duda las mejores imágenes de Riomaggiore. Además, conseguimos de nuevo que una pareja de turistas nos haga una foto juntos.

Satisfechos con la visita ponemos rumbo al último de los cinco pueblos, Manarola. Vamos hacia la estación ilusionados y con las expectativas muy altas. Una vez más un brevísimo trayecto en tren nos lleva rápidamente a nuestro destino.

La estación está en las afueras y de nuevo hay que cruzar un túnel peatonal para llegar a la calle principal. Justo al llegar hay una especie de terraza elevada sobre la calle en la que muchos turistas están descansando o tomando algo en un quiosco-bar. 

Lo primero que hacemos durante la bajada hacia el puerto es comprar un cucurucho de pescado frito que vamos comiendo mientras seguimos caminando hacia el puerto. Allí iniciamos el paseo al borde del mar que sale hacia la derecha. Es un recorrido muy recomendable, no solo por lo agradable que es, sino porque la imagen de Manarola desde cada tramo del recorrido es espectacular. Yo diría que es pueblo más fácil de fotografiar.

Avanzamos lentamente porque a cada paso el lugar nos parece mejor que el anterior para hacer fotos. Al final del paseo unas escaleras nos llevan a una especie de parque arbolado situado por encima del paseo que acabamos de recorrer y de nuevo las vistas nos invitan a parar. Allí se ubica el restaurante Nessum Dorma en el que planeábamos comer algo, pero está cerrado. Así pues, continuamos el paseo circular que nos lleva de nuevo al pueblo.

Ya en la calle principal decidimos recorrerla hacia arriba. Hemos leído sobre algunos lugares interesantes para comer y queremos explorarla. Al pasar ante la focacceria La Cambusa no nos resistimos a comprar y probar un par de ellas, así que decidimos dejar a un lado una comida formal y pasar al café que nos tomamos en uno de los restaurantes de la parte más alta de la ciudad.

Tras el café (y dulce) emprendemos un tramo de sendero en dirección a Volastra. Es un agradable paseo que nos permite ver el pueblo desde arriba y los acantilados en la costa. Alcanzamos a ver a lo lejos el perfil de Corniglia, antes de iniciar el regreso a la estación.

Como hemos terminado la visita a los cinco pueblos y es todavía algo pronto, decidimos tomar el tren a Vernazza antes de marcharnos. Aprovecharemos para recorrer y fotografiar el puerto con menos gente y podremos comprar algo de pasta tradicional para llevar a casa. Después de esto, satisfechos con la jornada, ponemos rumbo a La Spezia y desde allí a nuestro apartamento en Portovenere. Hoy toca recoger ya que mañana nos marchamos.

Pero antes de ir a casa paramos en una pizzería en el pueblo y compramos unas pizzas para llevar. No podemos marcharnos de Italia sin comer pizza. Aprovecho la espera para llamar de nuevo a Airbnb donde me atiende una persona diferente que no sabe nada del caso y que de nuevo promete llamarme, pero no hace nada.

 

DÍA 6: MIÉRCOLES 20 ABRIL: PORTOVENERE-PORTOFINO-MONTECARLO (316 Km)

Tras nuestro último desayuno con vistas al Golfo de los Poetas, cargamos el equipaje, dejamos la llave en el lugar indicado y nos ponemos en marcha.

Tomamos la autopista en La Spezia y aprovecho el recorrido para llamar de nuevo sin éxito a Airbnb, por ello decido decir al propietario que acepto la entrada a las 17h ya que esto será mejor que quedarnos en la calle. Pararemos a visitar Portofino y comeremos allí para no llegar demasiado pronto a la casa.

En cuanto dejamos la autopista y comenzamos a bordear el mar, el recorrido es espectacular, pero está muy, muy concurrido. Destacaré la belleza de Santa Margherita Ligure, ciudad de la que nunca había oído hablar y cuyas fachadas al puerto ofrecen una imagen de increíble belleza. Lo malo es que justo allí comienzan las retenciones que prácticamente nos acompañarán hasta Portofino. Nos planteamos parar aquí y disfrutar de esta bella ciudad, dejando a un lado nuestros planes y evitando más colas, pero también aparcar resulta complicado. Seguimos pues, pero es todavía peor en Portofino, donde debemos ir directos al parking de pago que recomiendan todas las guías por imposibilidad de aparcar en otro sitio. La zona es principalmente peatonal.

Conseguido por fin llegar y aparcar, lo que nos ha llevado más tiempo del previsto, nos disponemos a recorrer el puerto y los miradores. Es un puerto con encanto, tan bonito como cualquiera de los que hemos visto en Liguria, pero no necesariamente mejor, en nuestra opinión, a pesar de su fama. Lo recorremos hasta el final del muelle para poder verlo de frente y tomamos la Scalinata al Faro para subir hasta la iglesia de San Giorgio y alcanzar la terraza con vistas al mar.

Tras dudar un momento, desechamos subir al Castello Brown. Planeábamos ir por las vistas que promete, pero no acabamos de tener claro si para poder verlas habrá que entrar y pagar la visita, cosa para la que hoy no tenemos tiempo. Bajamos pues entre frondosos jardines por la Salita S. Giorgio, disfrutando de sus miradores y vistas al puerto, descendiendo poco a poco hasta las calles del centro en las que abundan los comercios para el turismo y las terrazas de restaurantes.

Poco a poco nos dirigimos de nuevo al coche y ponemos rumbo a Mónaco, nuestro siguiente destino y meta de hoy. Cruzar Liguria, aún desde la autopista, nos resulta nuevamente un grato viaje de bonitos paisajes y con muy buenos servicios.

Llegamos a Montecarlo con gran puntualidad, estando ante la puerta de la casa de alquiler justo a las 17h. Tras una llamada aparece el dueño que nos indica cómo entrar en el garaje y nos acompaña a la casa. He de decir que todo en esta casa acaba siendo una decepción tras otra. Primero la fallida hora de entrada, luego la cama sin hacer y las toallas absolutamente desgastadas y viejas y, para rematar, algo de olor en la cocina y una terraza cuyas prometidas vistas están semiocultas por la vegetación. Tampoco se nos dice nada de la supuesta piscina climatizada que incluía el apartamento.

Nosotros decepcionados, cansados y desesperados porque se nos va el tiempo y no vamos a poder ver esta ciudad que no conocemos, no nos recreamos pensando lo que pudo ser ni haciendo ninguna reclamación (ya insistiremos al día siguiente). Dejamos todo y nos vamos en coche al centro.

Lo primero que hacemos es intentar recorrer en coche parte del trazado del circuito de Montecarlo, concretamente queremos recorrer la curva Loews y pasar por el túnel que Javier tantas veces ha visto en F1. Lo hacemos mientras voy grabando con el móvil y retransmitiendo en directo la carrera. Aunque el vídeo no sirve para nada, lo cierto es que nos reímos un montón grabándolo. Y, lo mejor de todo, es que, tonteando, tonteando nos vemos pasando ante la tribuna de la recta de salida, tomando la curva Rascasse y prácticamente dando la vuelta entera al circuito. Aunque todavía falta más de un mes estaba para la carrera de este año, está ya montada una gran parte de la infraestructura. Nos ha hecho mucha ilusión poder verla.

Aparcamos en el puerto, justo al lado de la tribuna y salimos a dar una vuelta y recorrer las instalaciones caminando, pasamos junto a espectaculares yates y acertamos a ver el palacio a lo alto, pero, viendo que a pie no es fácil acceder al casino, que es otro de los lugares que queremos ver, cogemos de nuevo el coche y nos trasladamos a otro parking más cercano a este. Nuestra sorpresa es descubrir que en todos ellos la primera hora es gratis. Como estamos poco tiempo en ambos, no pagamos nada.

El casino, como era de suponer, es un edificio de elegancia máxima rodeado de jardines y de otras construcciones igual de emblemáticas. Nos llama la atención especialmente la elegantísima fachada del icónico Hotel de París.

En la puerta del casino se acumulan elegantes coches con los uniformados chóferes esperando a su lado. De vez en cuando pasa algún impresionante coche deportivo que llama la atención. Nosotros nos limitamos a dar un paseo por los alrededores cuyos escaparates lucen precios desorbitados y recorrer los bellos jardines haciendo algunas fotos.

Con esto debemos dar por terminada la jornada y regresar a la casa para cenar. Mañana toca madrugar. Queremos ver amanecer desde la terraza y ponernos pronto en camino.

 

DÍA 7: JUEVES 21 ABRIL: MONTECARLO-MONFORTE DEL CID (1194 Km) 

Madrugamos y desayunamos en la terraza como teníamos planeado pero la experiencia no resulta como la había imaginado. Primero porque las vistas, como ya vimos anoche, están limitadas por la vegetación excesiva de la terraza, y, segundo, porque hay cierto olor a desagüe que no es agradable, así como un ruido constante de goteo de no sabemos muy bien donde.

En fin, lo bueno es que nos marchamos de esta casa que no ha sido lo que parecía ser. Sólo nos queda escribir una reseña negativa en Airbnb y olvidar el tema.

Para alegrar el día todavía nos espera una grata sorpresa. La hora del desayuno nos coincide pasando por Saint-Maximin-la-Sainte-Baume (Ya hacemos nosotros por que coincida) y decidimos hacer una parada en la Boulangerie Baltazar que nos dejó tan buen recuerdo en la venida.

Desayunamos mucho mejor que en Montecarlo y disfrutamos enormemente del momento. Luego nos ponemos en marcha sin mucho que contar, autopista, parada intermedia y de nuevo a comer ya a la altura de Barcelona. La comida incluye breve siesta y de nuevo en marcha hasta casa con una parada de descanso a la altura de Castellón donde podemos ver ya crecidos a los gatitos pequeño que encontramos este verano.

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