INTRODUCCIÓN
Este viaje ha sido una escapada de tan solo 3 noches, entre el 21 y el 24 de junio de 2024, durante el puente de San Juan, con una pareja de amigos.
Hemos volado desde Alicante a Sofia y allí hemos alquilado un coche para movernos por otros lugares interesantes del país.
EL VIAJE DÍA A DÍA.
DÍA 1: VIERNES 21 JUNIO: LLEGADA A SOFIA
Llegamos al aeropuerto de Alicante a las 4:30 h de la mañana y dejamos el coche en el parking con el ticket dentro porque más tarde vendrá nuestro hijo a llevárselo a casa con las llaves de repuesto. No olvidamos enviarle una foto de la ubicación exacta para que lo localice pronto.
Nos dirigimos a la terminal, concretamente a la ventanilla de facturación (para este viaje hemos elegido facturar una maleta de 20 kg cada pareja). Hay bastante cola, pero vamos bien de tiempo. Poco después se unen a nosotros nuestros compañeros de aventura y la cola se hace más amena. Es gracioso ver lo diferentes que somos, las diferentes costumbres de cada uno. Mientras nosotros apuramos los 20 kg que nos permite la maleta, ajustando el peso al máximo para poder llevar los “por si…”, ellos llevan la maleta medio vacía y su peso no llega a 15 kg. Tienen las ideas mucho más claras.
Después de facturar, conseguimos atravesar el control policial sin demasiada espera. Nuestro objetivo es desayunar en la terminal antes de embarcar y lo hacemos sobradamente. Mientras subimos al avión un espectacular cielo anaranjado nos acompaña como telón de fondo, anunciando un bonito amanecer.
El vuelo es muy tranquilo y a la hora prevista aterrizamos en Sofia. Lo primero que hacemos, en cuanto tenemos nuestras maletas, es recoger el coche de alquiler y dirigirnos al centro de la ciudad. Hemos tenido suerte y el propietario del apartamento que hemos alquilado nos ha permitido que accedamos directamente al llegar, sin esperar a la hora de entrada habitual.
El apartamento está situado muy cerca de una de las grandes arterias de la ciudad, el boulevard Todor Alexandrov, y es de los pocos edificios modernos en esa calle. Llama especialmente nuestra atención el acceso al parking. Hay un ascensor en el que subes con coche y te lleva a la planta correspondiente de aparcamiento. Resulta un poco lento pero curioso.
Al entrar al apartamento descubrimos que hace mucho calor porque el aire acondicionado no está encendido. Nos damos prisa en hacerlo y ya no lo apagamos hasta nuestra partida porque en estos días el clima en la ciudad es altísimo y sólo hay un aparato para todo el apartamento. Aunque es un piso pequeño, tenemos miedo que vuelva a calentarse y al aire acondicionado no de abasto a enfriar después.
Una vez instalados nos dirigimos a buscar un lugar donde comer. Vamos al centro comercial de Sofía, que está bastante cerca de nuestra casa, vamos buscando el fresco porque en las calles no se puede estar a estas horas. Allí descubrimos una cadena de restaurantes de la que haremos uso en varias ocasiones en este viaje, ya que la relación calidad-precio es muy interesante. Es la cadena Happy y la encontramos por todas partes. Tomamos un menú variado y muy bueno y disfrutamos de una sobremesa entretenida antes de regresar al apartamento. No es agradable caminar por las calles con el calor que hace y al llegar nos apresuramos a darnos una ducha antes de volver a salir. A las 6 tenemos concertado un free tour para visitar la ciudad.
Cuando llegamos hasta el punto de encuentro, las escalinatas del Palacio de Justicia, estamos de nuevo acalorados. No da mucho gusto sentarse en los escalones a esperar el comienzo del tour porque desprenden mucho calor. Las personas que esperan junto a nosotros se dedican a comprar botellas de agua. Nosotros hacemos lo propio para no desentonar.
Pronto comienza la visita que resulta muy interesante. En tan solo un ratito descubro que mis conocimientos sobre la historia de Bulgaria, adquiridos mientras preparaba el viaje antes de venir, han servido de mucho y me son útiles y acertados. Entre risas de los presentes y mías (comienza a darme vergüenza) voy respondiendo a todas las preguntas que hace el guía. Llega un momento que ante una pregunta todos me miran. Resulta bastante cómico teniendo en cuenta que es la primera vez que visito este país y acabamos de llegar. Creo que debo dar las gracias por tanta sabiduría a los vídeos de Dani en su canal “Márcate un viaje”.
Esta tarde no hacemos demasiadas fotos ya que seguimos al grupo y no queremos perdernos nada de lo que explica el guía. Hoy nos limitamos a tomar el pulso a la ciudad, descubriendo lugares bonitos y tomando nota para regresar más tarde.
Entre los lugares que recorremos están los restos de las ruinas de Serdica, en pleno centro de Sofía. Son las ruinas de una antigua ciudad tracia y más tarde una colonia romana. Desde la zona es posible ver tres edificios religiosos importantes, que dan testimonio de la diversidad cultural e histórica de la ciudad. Nos hablan de tolerancia religiosa ya que pertenecen a tres religiones diferentes: la Mezquita Banya Bash de culto musulmán, la Sinagoga de Sofia de religión judía y la iglesia cristiana ortodoxa de Sveta-Nedelya.
Otro edificio que llama nuestra atención y luce precioso bajo la luz anaranjada de la tarde, es el que alberga el Museo de Historia Regional de Sofia. Este edificio, que nos recuerda mucho a los balnearios de Budapest, tiene una historia interesante relacionada con las aguas termales de la ciudad. En el pasado, Sofía fue famosa por sus fuentes termales, que ya eran conocidas desde la época romana. Estas aguas ricas en minerales fueron utilizadas durante siglos para fines curativos y recreativos. A finales del siglo XIX y principios del XX, el edificio fue adaptado y convertido en un balneario de lujo para aprovechar estas fuentes termales. Aunque hoy en día no se dedique a estos fines, en sus jardines hay una de las fuentes termales de la ciudad, fuentes que surgen naturalmente a altas temperaturas debido a la actividad geotérmica en la región. Las aguas alcanzan temperaturas de hasta 40º y, aunque el guía nos recomienda beber y/o mojarnos los brazos, no es nada apetecible con el fuerte calor que nos acompaña todo el día.
Así vamos recorriendo los lugares emblemáticos para terminar en la enorme Catedral de Alejandro Nevski, uno de los monumentos más icónicos de Bulgaria y una de las catedrales ortodoxas más grandes de los Balcanes. Sin duda alguna el lugar más conocido de la ciudad, que aparece como imagen de Sofia en todos los folletos turísticos y webs de viajes. Representa la independencia y unidad nacional de Bulgaria tras siglos de dominio otomano.
Una vez ante ella, impresionante por su tamaño, participamos en la tradicional foto de grupo que da por finalizada la visita y nos dispersamos. Allí mismo, en la plaza, se está celebrando un concierto de música aparentemente sacra que está siendo televisado. Hay mucha gente y una gran infraestructura. Tras un rato escuchando, intentando averiguar de que se trata, nos dirigimos paseando hasta el centro, vamos directos a la calle peatonal Vitosha, la más conocida de la ciudad, llena de terrazas, restaurantes y tiendas, y hoy llenísima de gente. Tanta que es casi imposible entrar en un restaurante. Hay colas en la calle y nosotros estamos demasiado cansados y acalorados para colocarnos en ellas.
Después de deliberar un poco, decidimos volver al centro comercial en el que hemos comido, pero hemos pensado hacerlo en taxi por el agotamiento que arrastramos. La labor no resulta tan sencilla como pensábamos. Intentar coger un taxi en esta calle en fin de semana es complicado y, siendo turistas, supone una tentación a tomarte el pelo. Y así es, el primer conductor al que pedimos precio nos pide un auténtico disparate, así que seguimos caminando un poco y, metiéndonos por calles secundarias, conseguimos otro taxi por la tercera parte de lo que nos había pedido el primero.
Pronto estamos cenando de nuevo en el Happy y cenamos muy a gusto sin repetir ningún plato de los que habíamos comido a mediodía. Volvemos a coincidir en que está todo buenísimo.
Finalizada la cena regresamos caminando al apartamento que está bastante cerca y nos disponemos a dar por terminado este largo día que comenzó muy temprano en el aeropuerto de Alicante. Además, mañana queremos madrugar para llegar pronto al monasterio de Rila, la afluencia de gente y el calor así nos lo aconsejan.
DÍA 2: SÁBADO 22 JUNIO: MONASTERIO DE RILA (234 Km)

Tal como planeamos nos levantamos temprano y, tras el desayuno, nos ponemos en marcha en coche por la carretera A3 de la que no nos desviaremos hasta llegar al cruce que nos lleva al monasterio, concretamente por la carretera 107. En cuanto nos alejamos de la autopista el paisaje, hasta ese momento bastante monótono y aburrido, comienza a ser más bonito montañoso y verde, acompañando en algunos tramos el cauce de un río. Justamente al lado de uno encontramos un lugar para parar a almorzar o desayunar por segunda vez, el Han Dyavolski Vodi.
Es un local que traía localizado para una posible comida, pero de momento nos viene espectacularmente bien para tomar un café y unas tostadas. Nos sentamos en una terraza cubierta, al fresquito y con el sonido del agua a nuestro lado es un “porchado” de madera con mucho encanto. Tan contentos quedamos que nos proponemos regresar a comer aquí si el horario nos resulta adecuado.
Continuamos después hacia el monasterio de Rila, el monasterio ortodoxo más grande e importante de Bulgaria, símbolo de su identidad cultural y religiosa. Su origen se remonta al siglo X, cuando fue fundado por San Iván de Rila, un ermitaño que atrajo a numerosos discípulos con su vida de devoción y austeridad.
A lo largo de los siglos, el monasterio ha desempeñado un papel clave en la historia de Bulgaria. Durante la época medieval, recibió apoyo de distintos gobernantes búlgaros, lo que permitió su crecimiento y consolidación como centro religioso. Sin embargo, con la dominación otomana, sufrió ataques y saqueos, lo que obligó a sucesivas reconstrucciones. En el siglo XIX, durante el Renacimiento Nacional Búlgaro, se llevó a cabo una importante restauración que le dio su apariencia actual.
El monasterio también ha sido un importante centro cultural, albergando una valiosa colección de manuscritos, libros religiosos y documentos históricos. Su biblioteca conserva textos de gran relevancia para la historia de Bulgaria.
En reconocimiento a su valor arquitectónico e histórico, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983. Hoy en día, sigue siendo un destino de peregrinación y un punto de interés para visitantes de todo el mundo que buscan conocer de cerca este emblema del patrimonio búlgaro.
Al llegar aparcamos en la misma puerta, pero cuando nos disponemos a cruzar la entrada, se acerca a nosotros un vigilante y me indica que no puedo acceder con una camiseta sin mangas (que no tirantes) a pesar de llevar pantalón largo y estar adecuadamente cubierta según mi criterio (porque ya habíamos leído antes de llegar que nada de pantalones cortos, ni tirantes). Como donde hay patrón no manda marinero, regreso al coche que está allí mismo y cojo una blusa que ya traía por si acaso.
Antes de continuar voy a intentar describir este lugar. La llegada por carretera no prepara ni de cerca para lo que vas a encontrar allí. Enclavado en medio de las montañas de Rila se muestra como lo que parece una sencilla construcción casi circular de piedra, cual castillo, sin ninguna decoración salvo la arcada de la puerta del muro. Pero en cuanto la cruzas, la imagen cambia por completo y, la verdad, resulta impresionante esta primera visión del enorme claustro rodeado de varias plantas de columnas y arcadas decoradas con rayas rojas, blancas y negras al estilo búlgaro del siglo XIX. En el centro del recinto destaca una bonita iglesia de cúpulas redondeadas, la iglesia de la Natividad de la Virgen, construida en el siglo XIX.
Este monasterio es un lugar con un encanto especial y un estilo único. Impresiona por muchas fotos que hayas visto antes de venir y casi no sabes dónde mirar. Además, el hecho de que en todo momento se vigile que los visitantes no levanten la voz, crea un clima especial, con un toque místico.
Nosotros comenzamos por recorrer la arcada de nuestra derecha, haciendo fotos sin parar porque todos los ángulos llaman nuestra atención. Todo el pasillo cubierto está lleno de puertas de las distintas celdas en las que todavía hoy en día es posible alojarse.
Después nos adentramos en el patio para cruzarlo y acercarnos a la puerta de la basílica. La entrada es impresionante, rodeada por un pórtico de arcos con los techos profusamente decorados con frescos vibrantes que representan escenas bíblicas y figuras religiosas, con mucho dorado. A nosotros nos recuerdan a los mosaicos bizantinos de la cúpula de la basílica de San Marcos de Venecia.
Dejando el interior para más tarde, cuando haga más calor, continuamos rodeando la iglesia para acercarnos a la torre más antigua del monasterio, la Torre de Hrelio, construida en el siglo XIV, testimonio del pasado medieval del complejo.
Antes de animarnos a subir, cosa que es posible adquiriendo una entrada, continuamos cruzando el patio hasta llegar al acceso opuesto al que hemos usado para entrar. Al salir encontramos unos puestecillos turísticos y otro aparcamiento, pero lo que llama nuestra atención es un lugar que tenía señalado, recomendado por Dani en sus vídeos para probar las “mekitsi”, una especie de tortas de masa frita (parecida a los churros) que tomamos espolvoreadas de azúcar glass, que son típicas de la zona y que nos resultan buenísimas.
Cuando volvemos a entrar, vamos directos a subir a la torre para disfrutar las vistas desde lo alto. Luego continuamos recorriendo la arcada de la parte derecha haciendo fotos y recreándonos en la visita.
Por último, cuando nos damos por satisfechos y hemos recorrido cada rincón del patio, llega el momento de entrar en la basílica. Para entrar en ella, hay unas estrictas normas que cumplir: No se puede hacer fotos y, como ya sabemos, no se puede llevar hombros descubiertos o pantalones cortos.
A un lado nada más entrar hay un candelero para que los peregrinos y visitantes puedan participar en la tradición ortodoxa antes de ingresar al templo. Encender una vela en la Iglesia para ellos simboliza la oración, la luz divina y el recuerdo de los difuntos o de los santos.
Como todas las iglesias ortodoxas que veremos en este viaje, no hay asientos y muy escasa iluminación. Cuesta acostumbrarse a la oscuridad antes de poder apreciar la riqueza decorativa del edificio. Realmente resulta complicado verla bien. Uno de los elementos más destacados del interior es su iconostasio, una imponente estructura de madera ricamente tallada y recubierta de pan de oro. Este separa la nave del altar y está profusamente decorado, toda la iglesia lo está. Llaman mi atención especialmente las lámparas colgantes ornamentadas, hechas de bronce, plata y cristal que, aunque iluminen más bien poco, dan un aire solemne al recinto.
El interior de la iglesia está diseñado para generar un efecto de trascendencia y asombro, con la luz filtrándose a través de pequeñas ventanas que resaltan los detalles dorados y la intensidad de los frescos.
Cuando salimos de nuevo al exterior es casi mediodía y definitivamente decidimos regresar al restaurante en el que hemos desayunado para comer. Sentados casi en la misma mesa que esta mañana preguntamos a la camarera por los platos más tradicionales y nos recomienda la trucha. No lo dudamos ni un momento y la elegimos hecha en las brasas. Yo no he probado una trucha tan buena en mi vida. Toda la comida fue deliciosa, al igual que el postre y el entorno. Una comida de 10 para completar una espectacular jornada en Rila.
Satisfechos regresamos a Sofía y vamos directos al apartamento a dejar el coche, descansar un poco y cambiarnos de ropa antes de salir a dar una vuelta por el centro.
Hacemos una parte del recorrido que hicimos ayer en el Free Tour, pero a nuestro aire disfrutando de hacer fotos y dejamos el resto para mañana. De momento nos saltamos los interiores y disfrutamos del paseo y de los edificios y lugares emblemáticos por fuera. En el recorrido pasamos por la puerta de la sinagoga, el mercado, la mezquita, los antiguos baños termales, las ruinas de Serdica y la famosa iglesia de San Jorge, curiosa por estar en el interior de un patio aislado detrás de una serie de edificios gubernamentales, entre ellos el edificio del Palacio presidencial. Es uno de los edificios más antiguos de Sofía y un sitio de gran importancia histórica y arquitectónica. Se trata de una iglesia ortodoxa que destaca por su arquitectura y sus frescos medievales. Se cree que fue construida en el siglo IV, durante el Imperio Romano como templo dedicado a un dios romano pero convertida al cristianismo tras la caída del imperio.
En este punto acabamos el recorrido y nos dirigimos de nuevo a la calle peatonal Vitosha para. buscar un lugar donde cenar. Hoy lo haremos en una pizzería y, aunque la cena resulta deliciosa, la oscuridad del local no nos deja disfrutarla lo suficiente (tienen la misma iluminación que sus iglesias).
De nuevo en la calle sin haber tomado postre, nos sentamos en la terraza de una atractiva heladería para degustar unos helados que nos saben a gloria, están buenísimos. Luego regresamos a casa dando un agradable paseo, disfrutando del ambiente de la ciudad.
DÍA 3: DOMINGO 23 JUNIO: PLOVDIV (294 Km)

De nuevo toca madrugar. Nuestro destino es Plovdiv y está algo alejado de la ciudad de Sofia. Una vez más queremos evitar el calor de las horas centrales del día. Tomando la A1, donde los límites de velocidad son ciertamente muy altos, llegamos pronto a esta ciudad. Después de alguna vuelta, conseguimos aparcamiento en la calle, muy cerca de la mezquita Djumaya que luce muy bonita a estas horas en las que recibe luz del sol lateral.
Como suele ser habitual, lo primero que hacemos es dirigirnos a una cafetería cerca de la Oficina de Turismo en la que tomar un café y unas tostadas antes de ponernos en marcha. Después, dejando a un lado la mezquita que no visitaremos por dentro, bajamos las escaleras para entrar en un pequeño tramo de lo que fue el estadio romano. Hoy en día queda bajo la ciudad, pero un mural en la pared puede darnos perspectiva y conseguir que nos hagamos una idea de su tamaño original, aproximadamente 240 m. Fue construido en el siglo II d.C., durante el reinado del emperador Trajano, durante el Imperio Romano y fue uno de los más grandes de la región en esa época. Estaba destinado a competiciones deportivas, como las carreras de cuadrigas.
Desde aquí nos dirigimos al inicio de nuestra ruta turística por la ciudad que comenzará con la visita al teatro romano por ser el punto más al sur que pensamos visitar dentro del casco antiguo. Fue construido en el siglo II d.C., durante el reinado del emperador Marco Aurelio y para su construcción aprovecharon la colina natural de la ciudad, creando una estructura que aprovechara la pendiente de la ladera. Ha sido restaurado y es conocido no solo por su valor histórico, sino también por su impresionante acústica y su capacidad para albergar eventos culturales en la actualidad. Es justo por ello que al llegar desistimos de entrar, lo están preparando para un concierto y está cubierto por un escenario y aparatos de iluminación y sonido. Pero, aun sin entrar, nos resulta curioso por su situación en alto por encima de una de las arterias de más tráfico de la ciudad. Es como si los restos romanos que vamos viendo y la ciudad actual se sobrepusieran constantemente, dando la sensación de una ciudad “a capas”
Cuando nos damos por satisfechos, seguimos callejeando por el casco antiguo. Desde antes de venir sabemos que una de las cosas destacadas de esta localidad son sus casas de estilo renacentista búlgaro, una muestra fascinante de la arquitectura y cultura búlgara del siglo XVIII y XIX, y queremos adquirir un bono que combina la visita a varias de ellas. Mientras vamos buscándolas, siguiendo la ruta que llevamos señalada en el mapa, encontramos al paso rincones impredecibles que llaman nuestra atención y atraen nuestra mirada y la de nuestra cámara de fotos: una iglesia, una fachada, unas escalinatas…
La primera vivienda cuyo interior visitamos es una farmacia, la farmacia-museo Hipócrates, muy bien amueblada, todavía con sus frascos, su mobiliario original, laboratorio con todos los útiles de trabajo… todo nos habla de su historia y es fácil imaginar la vida allí. Al salir, justo enfrente hay un pequeño rastro que llama nuestra atención, pero al acercarnos podemos comprobar que lo que allí venden son auténticos cacharros bastante poco agraciados.
Nuestra siguiente visita nos lleva a la iglesia de San Constantino y Santa Elena a la que conseguimos entrar a pesar de tener que hacerlo con sigilo ya que se está celebrando un bautizo, por cierto, por inmersión. Llama nuestra atención tanto el interior en el estilo algo recargado de las iglesias ortodoxas, como, sobre todo, las pinturas que decoran su fachada, bajo una pequeña zona cubierta sostenida por columnas.
Continuamos buscando casas renacentistas, algunas de ellas solo se pueden ver por el exterior, pero aquellas a las que podemos acceder justifican sobradamente el pago de la entrada. El Renacimiento Nacional Búlgaro fue un período clave en la historia de Bulgaria, marcado por un resurgimiento de la identidad nacional, la educación y el desarrollo cultural, especialmente después de siglos de dominio otomano. Durante esta época, los búlgaros comenzaron a construir casas más elaboradas, inspiradas en la arquitectura otomana y europea, reflejando el crecimiento de la burguesía urbana. Realmente son curiosas, interesantes y muy bonitas, todas diferentes.
Entre las más famosas de Plovdiv, visitamos la casa Klianti, Balanov, Hindliyan… hasta completar poco a poco la ronda.
Cuando damos por terminada las visitas nos dirigimos al otro lado de la ciudad, cruzando el gran bulevard “Tsar Boris III Obedinitel” por uno de los pasos peatonales subterráneos más conocido de la ciudad. Famoso por su pintura en la pared a modo de grafiti, anunciando que entramos al peculiar barrio de Kapana. Este barrio, que de algún modo nos recuerda a Camdem en Londres, es conocido por su ambiente retro, sus restaurantes y sus lugares de ocio. Está lleno de terrazas con mucha gente a pesar del calor, las calles decoradas con tiras de banderas o luces y de vez en cuando algún aspersor que echa agua vaporizada para hacer más llevadero el clima.
Vamos con intención de buscar un lugar para comer, de hecho, llevamos uno localizado en el mapa, pero no va a resultar fácil encontrar mesa en el interior y ni nos planteamos comer en la calle a 35 grados. Tenemos suerte y lo conseguimos disfrutando del descanso, del fresco que nos proporciona el aire acondicionado y de la comida. Nos lo tomamos con calma y no perdonamos el postre.
Después de la comida vamos callejeando de nuevo hasta la mezquita, punto de partida de este recorrido. Pero no queremos marcharnos todavía y, a pesar del calor, nos animamos a recorrer la avenida de Alejandro I, una de las arterias principales de la ciudad, peatonal y muy comercial. Podemos ir viendo tiendas tan conocidas como Hansel y Gretel, la tienda de chuches que nos encanta, y muchos otros escaparates de lugares de moda. No hay tanta gente como había por la noche en Sofía y es normal, porque la temperatura es altísima y pasear no acaba de ser agradable.
Cuando llegamos a la altura de la plaza de Stefan Stambolo una plaza sombreada, rodeada de terrazas con una bonita fuente en el centro y presidida por un elegante edificio de aire palaciego, decidimos iniciar el regreso. De haber continuado, el recorrido nos habría llevado al parque Tsar Simeon Garden dónde se encuentran las Fuentes Cantarinas, otro de los lugares turísticos de la ciudad que en verano ofrece espectáculo de luz y sonido jugando con el agua. Hoy todavía no están en marcha y no nos perdemos nada.
Llegando al lugar en el que tenemos aparcado el coche, paramos a tomar un café antes de comenzar el recorrido de vuelta a la ciudad de Sofia.
Al llegar, nuestro destino es claro, vamos directos a la Catedral de Alejandro Leviski. Es el principal templo ortodoxo de Bulgaria y sede del Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Búlgara, pero sobre todo es preciosa. De momento solo hemos podido verla por fuera y no queremos irnos sin visitar su interior. No queremos dejarlo para el final no sea que ya no nos de tiempo. Aparcamos justo al lado y en un brevísimo paseo estamos en sus puertas. El interior tiene mucho en común con la basílica del monasterio de Rila, un decorado bastante recargado en dorado y escasa iluminación que haría imposible hacer fotos, aunque las normas no lo prohibieran de modo estricto. De nuevo llaman mi atención las enormes lámparas doradas de metal, en forma de gran anillo, en un estilo con fuerte influencia bizantina. La visitamos tranquilamente hasta que nos damos por satisfechos y, a salir, hacemos una y mil fotos del edificio por fuera, desde todos los ángulos, es una construcción impresionante que atrae por original y emblemática.
Antes de regresar al coche hacemos una escapadita a la Iglesia rusa de San Nicolás de Mira, la vimos el primer día en el Free Tour, pero no habíamos podido fotografiarla ni recrearnos en ella. Realmente es pequeña, pero muy, muy coqueta. Ya no se puede entrar, se ha hecho tarde, pero podemos hacer fotos del exterior, rodeándola a nuestras anchas. La fachada blanca y los techos verdes contrastan con las cúpulas doradas, creando un efecto visual impresionante. Personalmente me parece preciosa.
Tras dar la vuelta completa, iniciamos el regresamos al coche y con él a casa.
Ya en el apartamento nos cambiamos, descansamos un poquito y salimos a cenar dando un paseo. Hoy volveremos a un “Happy”, pero esta vez a uno muy céntrico en el que el viernes no encontramos mesa. Hoy tenemos más suerte. Vuelve a sorprendernos la calidad de la comida en un sitio que aparentemente es para turistas, con una carta de lo más variopinta en la que puedes encontrar hasta paella, pero cuyos platos tradicionales también aparecen y están buenos. Después regresamos a casa dando un paseo, conscientes de que solo nos queda una mañana en esta ciudad.
DÍA 4: LUNES 24 JUNIO: SOFIA Y REGRESO
Hoy de nuevo madrugón, con esta temperatura es lo mejor que podemos hacer además queremos aprovechar mucho la mañana porque nos hemos dejado para este día todos los interiores que queremos visitar. Empezamos por dirigirnos a la sinagoga, pero nos desviamos para conocer el mercado de mujeres. Hoy está en pleno apogeo, los puestos llenos de frutas y de todo tipo de recuerdos artesanía y otros productos. La zona de pescado huele un poco mal. Nosotros nos compramos un cartucho de cerezas increíblemente grandes que nos comemos en la calle después de lavarlas en una fuente de la de la ciudad.
Terminadas las fresas y el recorrido nos dijimos a la sinagoga. Menos mal que habíamos leído que el acceso está un poco oculto y que es muy privado, que hay que llamar para solicitar poder acceder. Así lo hacemos tocando el timbre, dos guardias de seguridad nos abren y nos hacen pasar un estricto control policial. Dos de nosotros esperan fuera mientras nosotros dos pasan los controles de seguridad. Hay una cinta con escáner como los aeropuertos. Comprensible porque actualmente el tema de la guerra entre judíos y palestinos se está muy activo y ese centro no solo es una sinagoga, sino centro de la cultura judía y hay también un colegio donde los niños en este momento disfrutan del recreo. El guardia nos avisa de que podemos hacer fotos dentro de la sinagoga, pero no podemos hacer una foto a los niños.
La sinagoga es muy bonita y pasamos un buen rato haciendo fotos en el interior. Como curiosidad, contaré que en uno de los primeros bancos vemos una bolsa negra tipo funda de cámara de fotos que se han dejado y por temas de alerta nos apresuramos a avisar al guardia de seguridad quien verifica que está vacía y que pertenece a los señores que acaban de salir, se la han dejado.
Salimos de la sinagoga dispuestos a entrar a la mezquita, pero cambiamos de opinión porque me da pereza tener que cubrirme la cabeza y cumplir todo el protocolo de vestimenta. Decidimos dejarla y nos vamos a la ya conocidísima avenida Vitosha, la calle peatonal que tantas veces hemos recorrido en estos días. Hoy lo hacemos con la tranquilidad de mirar tiendas para llevar algún recuerdo y nos lo tomamos con calma. Ya sólo nos queda una visita “de interior” por hacer. Queremos visitar la Casa Roja, una casa de la época de la guerra fría que narra lo que se vivió en esta ciudad en esta época comunista. Vamos a la tienda en la que se adquieren las entradas, una tienda llena de recuerdos soviéticos de todo tipo, pero nos dicen que es una casa pequeña donde cabe muy poca gente a la vez y el horario de visita está lleno hasta las 16:00 h de la tarde. Calculando que nos da tiempo antes de marcharnos al aeropuerto, compramos la entrada y nos vamos a comer.
Hoy tenemos festín por ser nuestro último día aquí, nos hemos animado a visitar uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad del que hemos oído hablar antes de venir, el Shchastliveca Vitoshka. Realmente, si no llega a ser porque sabemos que este país es muy barato, salimos del restaurante antes de sentarnos. Es impresionante el lujo, la manera en que nos atienden, el trato de los camareros, la uniformidad … Es increíble. Realmente no resulta una comida barata, pero con ese precio aquí hubiéramos comido en un restaurante básicamente normal. Comemos de maravilla e incluso pedimos una caja para llevarnos algunas cosas porque es imposible terminarlas. Pensamos que luego nos vendrán bien en algún momento en el vuelo de regreso.
Comidos y felices nos vamos a realizar la visita que tenemos pendiente: la Casa Roja. La visita consiste en un recorrido por las distintas estancias de un pequeño apartamento ambientado en la época del telón de acero, con una audioguía. La visita dura aproximadamente una hora si la escuchas completa, pero nosotros, hacia la mitad comenzamos a pasarnos audios. Realmente no nos aporta tantísima novedad e información porque, aunque su libertad estaba más mermada que la muestra y hay cosas que llaman la atención, realmente se parece mucho a nuestra infancia y encontramos juguetes y objetos que nos son comunes.
Después de casi una hora salimos a la calle y vamos deshaciendo el camino tranquilamente hacia nuestra casa. Bueno, realmente no hacia nuestra casa. A mitad de la mañana hemos sacado el coche y lo hemos puesto en un aparcamiento más cercano porque había que dejar la casa.
Nos marchamos al aeropuerto, devolvemos el coche sin mayor dificultad y nos preparamos a esperar nuestro vuelo. Despegamos a las 9:10 h y a las 23:30 h estamos en Alicante dando por terminado el viaje.