Croacia

INTRODUCCIÓN

Este viaje los hemos realizado con otra pareja, amigos y familia. Ha tenido una semana de duración, entre el 8 y el 16 de abril de 2023, durante las vacaciones de Pascua.

El medio de transporte ha sido un monovolumen Seat Alhambra para llegar de casa al aeropuerto de Barcelona. Desde allí hemos volado a Dubrovnik donde hemos alquilado un Kia Xceed para recorrer el país, haciendo una pequeña intrusión en Bosnia y Herzegovina. El recorrido total ha sido de unos 800 km (a los que se suman los 1000 km de ir y volver a Barcelona). El vuelo de regreso ha sido desde el aeropuerto de Zagreb donde hemos devuelto el coche de alquiler, ahorrando tiempo y kilómetros por no tener que regresar a Dubrovnik.

 

PROYECTANDO EL VIAJE

Desde que vi por primera vez fotos del Parque Nacional de los Lagos Plitvice, Croacia era un destino soñado para mi. Barajado y descartado en muchas ocasiones por diferentes motivos. El principal de ellos, el calor, ya que los viajes más largos solemos hacerlos en agosto y no queríamos ir sólo a disfrutar de las playas, por muy bonitas que sean. Sino hacer turismo cultural y de naturaleza.

Siempre contemplamos la opción de ir en primavera, aprovechando las vacaciones de Pascua, pero no conseguíamos cuadrar vuelos a buen precio, ya que la oferta desde España a Croacia no es muy alta y los precios nos resultaban excesivos o no nos cuadraban las fechas.

Este invierno, en una de esas búsquedas de vuelos que me encanta realizar, pude encontrar esta combinación desde Barcelona, volando a Dubrovnik pero regresando desde Zagreb. Esto abrió un mundo de posibilidades y, si bien al principio pensábamos hacerlo en sentido contrario porque creíamos que terminar en Dubrovnik tendría un mayor aliciente, por razones prácticas, debíamos hacerlo así.

Pronto tenía una hoja de ruta establecida que nos resultaba satisfactoria (y de la que habría pocos cambios una vez allí) y comenzaba a buscar apartamentos. 

Ruta viaje a Croacia:

 8 Abril: Salida por la tarde para llegar a dormir a Barcelona.

9 Abril:  Dejando el coche en el parking del aeropuerto salida rumbo a Dubrovnik a las 11,15. Llegada a Dubrovnik a las 13:30. Nos instalamos en el apartamento, comemos, hacemos la compra y podemos hacer la primera visita a la ciudad. Subir al mirador para ver atardecer.

10 Abril: Día completo para disfrutar de Dubrovnik, subir a las murallas, callejear… Podemos volver a comer y descansar al apartamento o hacerlo en la ciudad. Posibilidad de ver atardecer desde el paseo junto al mar. Noche en el apartamento.

11 Abril: Salida con destino a Split con la posibilidad de adentrarnos en Bosnia para conocer la histórica ciudad de Mostar. A la llegada a la ciudad nos instalamos en el apartamento, hacemos la compra si es necesario y podemos disfrutar del primer paseo por la ciudad o, al menos, del paseo marítimo que está justo en nuestra puerta.

12 Abril: Día completo para disfrutar de Split. Además del centro de la ciudad y el palacio de Diocleciano podemos asistir a la proyección en 3D de la historia del palacio en la época romana. Noche en la ciudad.

13 Abril: Recorrido desde Split a Plitvice pasando por Trogir, pueblo declarado patrimonio por la Unesco. Si el tiempo lo permite podemos pasar por Primosten y Sibenik, para terminar en Zadar, ciudad a la que debemos llegar antes de las 7,30 para ver atardecer. Salida hacia Plitvice. Noche en el hotel junto al parque.

14 Abril: Salida temprano con bocatas preparados. Pasaremos el día visitando el parque Plitvice con todos sus lagos. Terminada la visita nos marcharemos a Zagreb donde pasaremos la noche.

15 Abril: Visita a la ciudad de Zagreb hasta la hora de ir al aeropuerto. Vuelo a Barcelona a las 22,45. Noche en Barcelona.

16 Abril: Regreso a casa.

Mis hijos no podrían acompañarnos esta vez y, mientras andábamos pensando si irnos  solos, Mati y Primi decidieron unirse a nosotros. Su ilusión y entusiasmo en todo momento han contribuido a hacerlo más especial ¡Gracias!

 

PREPARATIVOS

Los vuelos los reservamos en la página de Vueling después de una búsqueda previa en Skyscanner para tantear los más económicos. Buscamos desde todos los aeropuertos cercanos a cualquier ciudad de Croacia. Finalmente elegimos un Barcelona-Dubrovnik para la ida y un Zagreb-Barcelona para la vuelta.  Esta era la mejor combinación para la duración de estancia que buscábamos y además tenía un  horario razonable de ida y vuelta.

Nuestros extras fueron reservar asientos de dos en dos, para tener dos ventanas y facturar una maleta de 25 kg para cada pareja. Con la política actual de la compañía las maletas de 10 kg también se facturan y se pagan y sale más barato una maleta de 25 kg que dos de 10 kg. Además, ganamos en comodidad. 

Antes de comprar los vuelos miramos el coche de alquiler para asegurarnos no tener recargo por cogerlo en un aeropuerto y dejarlo en otro.

El coche de alquiler lo reservamos a través de la página bsp-auto.com  que ofrecía muy buenos precios, concretamente de la compañía National. Una vez allí pagamos un suplemento de 50€ para poder salir a Bosnia y Herzegovina. 

Alojamiento: Todos apartamentos los reservamos a través de Booking. El criterio predominante: la ubicación y el precio más bajo posible dentro de una puntuación aceptable por parte de los clientes. Y en el caso de Dubrovnik y Split intentamos que tuvieran vistas al mar ya que estábamos en la costa. Además, al ser dos parejas adultas, intentamos disponer siempre de dos baños para mayor comodidad.

  • Para la primera y última noche, noches de paso, la prioridad era la cercanía al aeropuerto. Reservamos el Holiday Inn Express Molins de Rei que, además de buen precio tenía aparcamiento y desayuno incluido. Esto nos resultó muy cómodo.
  • En Dubrovnik alquilamos el mejor apartamento del viaje, el Vista deluxe apartment, con una maravillosa terraza, piscina y jacuzzi, por dos noches. La ubicación para ir al centro de la ciudad era muy buena, un ratito caminando todo cuesta abajo, pero para regresar cogíamos un Uber que salía muy económico y nos evitaba la cuesta. Teníamos plaza de aparcamiento en la puerta y el anfitrión fue muy atento en todo momento. 
  • En Split teníamos dos noches en el Vista dał Mare, una planta baja amplia y luminosa situada en el paseo marítimo, muy cerca del centro de la ciudad. También en esta casa pudimos aparcar en la misma puerta e ir caminando a todas partes. 
  • Como alojamiento cercano al Parque Nacional de los Lagos Plitvice optamos por el hotel Rustic Inn River. No merecía la pena buscar un apartamento para una sola noche en la que llegaríamos tarde y partiríamos temprano. Era algo parecido a una casa rural pero con mucho encanto y con un anfitrión muy atento. Estuvimos genial y nos encantó el desayuno.
  • Para la última noche, alquilamos en Zagreb un sencillo apartamento bastante céntrico y al lado de un supermercado que cubrió de sobra las expectativas. Era el Design 2BDR Apartment near City Center, gestionado por una empresa que facilitaba la entrada de modo autónomo, recogiendo las llaves de una caja de seguridad. Teniendo en cuenta que sólo pasaríamos en él una noche, esa facilidad y autonomía fueron de agradecer. En esta ocasión si fue necesario llevar el coche a un Parking público cercano.

Seguro de viaje: Además de la Tarjeta Sanitaria Europea que siempre llevamos, nos hicimos un seguro de viaje anual. Cada viaje contratamos como mínimo un seguro de cancelación y muy probablemente, dependiendo del destino y/o duración también un seguro médico y de asistencia en viaje. Como esto sucede repetidas veces en el año nos animamos a contratar uno anual y olvidarnos de este tema en cada viaje. Lo hemos contratado en Occident y estamos encantados.

En cuanto a la información turística, la mayor fuente de información fueron los relatos leídos. A partir de ellos elaboramos una hoja de ruta y buscamos sitios de interés en cada una de las ciudades, así como horarios y precios en el caso de ser necesarios. Además, todos ellos estaban destacados en una lista de Google Maps que fue nuestro mayor apoyo en el viaje.

Entre las informaciones recogidas para visitas en cada ciudad destacaré las siguientes:

                     Diocletians Dream: Proyección en realidad virtual.

Consultamos la posibilidad de realizar algún Free Tour en las principales ciudades. En Dubrovnik, en estas fechas solo encontramos en inglés, por lo que quedó descartado. Tuvimos más suerte en otras ciudades, destacando como el más interesante el de Split, al tratarse de una ciudad con tanta historia que contar. Pero también disfrutamos conociendo la historia de Zagreb que de otra manera habría resultado mucho menos entretenida. Muy buenos ambos.

 Respecto a Internet, en Croacia no teníamos ningún problema por la ausencia de roaming en usar datos en todas partes facilitando el manejo de Google Maps, pero si tuvimos que ser previsores en descargar el mapa para usar sin conexión al entrar en Bosnia para visitar Mostar. En cuanto cruzamos la frontera tuvimos desactivar la itinerancia de datos.

 

GASTOS

Una vez pagados los vuelos, los alojamientos y el coche de alquiler, los gastos allí no fueron muchos ni muy caros.

Respecto al coche el gasoil que fue muy poco porque no hicimos demasiados kilómetros y tampoco fueron muchos los peajes, alguno de poca cuantía en autopistas como la de Mostar a Split. Aparcamiento pagamos solo en Zagreb y en alguna ciudad pequeña que visitamos, pero nunca fue una cantidad a destacar.

La comida en comprada en los supermercados era incluso más económica que aquí. Los restaurantes eran algo más caros, sobre todo en los sitios más turísticos. La ciudad más barata en restauración es la capital Zagreb.

En nuestro caso la “clavada” fue la noche que por la lluvia decidimos comprar una pizza para llevar en un establecimiento en pleno centro de Dubrovnik. Con las prisas y la incomodidad de andar medio mojados y con paraguas, pedimos una pizza grande y dos ensaladas sin que hubiera carta ni precio alguno por ninguna parte del local y al mirar la cuenta la sorpresa fue máxima y no muy agradable porque nos cobraron 60€. Os recomiendo no detenerse nunca en este local de comida rápida: TuttoBene Pizzeria & Fast Food.

EL VIAJE DÍA A DÍA

DÍA 1: SÁBADO 8 ABRIL: MONFORTE DEL CID – BARCELONA (511Km)

Hoy tenemos por delante un tranquilo día sin prisas en el que lo único importante es llegar a dormir a nuestro hotel en Barcelona. Está cerca del aeropuerto desde el que mañana partiremos con destino a Dubrovnik.

Como nuestros acompañantes viven en Valencia, acordamos llegar allí a comer para después partir juntos tranquilamente durante la tarde. Así lo hacemos y compartimos un espectacular arroz con bogavante gentileza de nuestra cocinera favorita: Matilde. Y no solo nos ha hecho este maravilloso arroz seguido de unas deliciosas fresas con nata, sino que también ha preparado empanadillas y otros manjares que podremos llevar como picoteo en estos días de viaje.

Tras la comida y el descanso partimos ilusionados por la autopista de la costa hacia nuestro destino de hoy. Es un viaje tranquilo y agradable en el que únicamente realizamos una parada técnica en el área del Delta del Ebro en la que no faltan café y dulces.

Comienza a atardecer cuando llegamos al hotel Holiday In Express en el que tenemos reservadas dos habitaciones. Los trámites de recepción son sencillos y pronto estamos cómodamente instalados. La cena hoy será a base de bocatas que hemos traído, nos apetece estar tranquilos e ir a dormir cuanto antes para partir puntuales mañana. A pesar de nuestras intenciones me cuesta un poco descansar porque tardo en acomodarme con los enormes cojines.

 

DÍA 2: DOMINGO 9 ABRIL: BARCELONA – DUBROVNIK (Vuelo + 20 Km)

No es necesario madrugar demasiado porque nuestro vuelo no sale hasta las 11:15. Tranquilamente nos levantamos y comenzamos el día con el desayuno en el hotel. Como en casi todos los buffets lo peor es el café, que me resulta muy aguado acostumbrada como estoy a tomar expreso. Tampoco la mermelada está muy buena, pero comemos lo suficiente para salir con energías hacia el aeropuerto.

La llegada hasta nuestra puerta de embarque no es tarea fácil. Primero resulta complicado, por mala señalización, encontrar el acceso al parking de Aena en el que tenemos reservada estancia para nuestro coche. Después resulta que estamos en la terminal equivocada y tenemos que coger un bus justo en la otra punta de la terminal 2, en la que estamos, para llegar a la terminal 1, desde donde saldrá nuestro vuelo.

Menos mal que la cola de facturación se hace llevadera y el control policial, a pesar de que nos toca registro aleatorio a dos de nosotros, se pasa sin dificultad.

Una vez dentro, como no, nuestra puerta de embarque está en el otro extremo. Menos mal que hemos venido con tiempo y todavía nos da para tomarnos un café antes de embarcar.

El vuelo, de la compañía Vueling, resulta muy tranquilo. En el trayecto acertamos a ver como sobrevolamos la isla de Córcega y cruzamos Italia a la altura de Roma. El día está muy despejado y la visibilidad es muy buena. Sin incidencia alguna llegamos puntualmente, e incluso un algo antes de la hora prevista, al aeropuerto de Dubrovnik. Son poco más de las 13h.

El aeropuerto de Dubrovnik es muy pequeño y pronto estamos fuera de la terminal recogiendo el coche de alquiler. Nos ha correspondido un Kia Xceed de color rojo metalizado que no es muy grande, pero si suficiente para nuestras dos enormes maletas.

Desde ahí ponemos rumbo a la ciudad con la intención de llegar a comer al apartamento que hemos alquilado. Delante de nosotros va un coche que circula tan lento que crea una larga cola, haciendo enfadar a más de un croata que le adelantan en cuanto pueden haciendo sonar el claxon. La carretera va bordeando la costa y llegando a Dubrovnik ofrece preciosas vistas de su casco antiguo amurallado. Tomamos nota para regresar a este punto a hacer fotos.

Tenemos un pequeño error y nos pasamos la calle que lleva a la que será nuestra casa, pero rectificamos rápidamente gracias al Google Maps del móvil. Pronto estamos en la puerta del alojamiento para los próximos dos días. No terminamos de saber muy bien cuál es la entrada, pero el propietario sale a recibirnos y nos indica donde aparcar, acompañándonos después hasta la vivienda.

El apartamento es magnífico, tal cual aparecía en las fotos, grande, luminoso y con una espectacular terraza al mar. El propietario, muy amable nos explica todo y se marcha deseándonos una feliz estancia. Lo que no consigue solucionarnos es el tema del abastecimiento de alimentos. A lo largo de la mañana hemos caído en la cuenta de que siendo Domingo de Pascua estaría todo cerrado, pero confiábamos en que en una ciudad tan turística habría algún supermercado 24h o similar. El caso es que no, nos indica que todo está cerrado pero que hay muchos restaurantes.

De momento nos disponemos a comer la comida precocinada que hemos traído para hoy y ya veremos como solucionamos cena y desayuno. Al menos tenemos café y las galletas de Mati.

En cuanto terminamos de comer y nos disponemos a bajar al centro caminando, como nos ha recomendado nuestro anfitrión, comienza a llover con intensidad y decidimos esperar un poco disfrutando de las vistas desde la terraza. Por suerte no tarda mucho en parar y nos ponemos por fin en marcha llevando, eso sí, paraguas e impermeables.

El recorrido hasta el centro es todo cuesta abajo por callejuelas estrechas y llenas de encanto y tradición. Nos llama la atención la cantidad de gatos que vamos encontrando por los callejones, todos ellos lustrosos y bien cuidados.

Pronto estamos ante la puerta de la muralla que da acceso al casco antiguo, concretamente la puerta Pile. Nuestras expectativas son muy altas. Conocida como “La Perla del Adriático” Dubrovnik es una pequeña ciudad Patrimonio Mundial de la UNESCO desde el año 1979. En ella hay importantes monumentos y edificios de interés de diferentes estilos y épocas. Cruzar la puerta Pile es como meterse en un castillo de película, bajando unas escalinatas de piedra hasta una segunda puerta que nos lleva ya a la calle principal.

Como siempre que llego a un lugar nuevo, pero que he visto en mi mente muchas veces en los días previos preparando el viaje, las piezas del puzzle comienzan a encajar y, de pronto, el plano que miraba en casa comienza a adquirir relieve y adquiere dimensiones 3D. Es algo que me fascina de viajar.

A mi izquierda veo el edificio del Monasterio Franciscano, a mi derecha la Fuente de Onofrío y frente a mí, la calle Stradum, la más fotografiada de esta ciudad. Todos los edificios, absolutamente todos, construidos en piedra caliza muy blanca que destaca hoy especialmente bajo un cielo algo plomizo, dando un aspecto peculiar a la ciudad. Los adoquines de las calles están brillantes por la lluvia y hacen la imagen todavía más encantadora.

La fuente de Onofrío llama mi atención porque es la primera vez que veo una construcción así. Al parecer, cuando allá por el siglo XV la República de Ragusa tenía una economía en auge siendo uno de los principales puertos comerciales del Mediterráneo, no disponía de agua potable. Por ello encargó al arquitecto napolitano Onofrío della Cava llevar agua a la ciudad. Él diseñó esta fuente poligonal de seis caras que se abastece a través de un acueducto desde un río cercano. Cada cara de la fuente está decorada con una máscara diferente por cuya boca emana el agua. Actualmente, además de fuente de agua potable, es el principal punto de encuentro de la ciudad.

Nosotros, dejando a un lado las visitas turísticas que realizaremos mañana, avanzamos por la calle disfrutando del ambiente y haciendo fotos hasta llegar al otro extremo, a la torre del reloj, alcanzando de nuevo la muralla que cruzamos para salir al puerto por la Puerta de la Lonja.

A medida que vamos rodeándolo para llegar a la Fortaleza de San Juan, el sol va apareciendo tímidamente entre las nubes, un sol bajo en estas horas ya próximas al atardecer, que da a nuestras fotos una luz muy especial.

En cuanto rodeamos el torreón de la fortaleza y nos adentramos en el desprotegido rompeolas de Porporela, comenzamos a sentir la fuerza del viento de tormenta que ronda la tarde. Las olas rompen bravías sobre las rocas.

Poco después regresamos hacia la ciudad deshaciendo lo andado hasta llegar a una estrecha puerta que, a través de callejones, nos lleva a la catedral por una calle paralela a la que hemos recorrido para venir. Pasando por la plaza Gunduliceva, desde la que obtenemos una bonita panorámica de la escalinata que lleva a la iglesia jesuita de San Ignacio, continuamos por la calle Puca en la que podemos ir viendo escaparates con todo tipo de productos artesanales, tradicionales o simplemente souvenirs para los turistas. En una de ellas elegimos un vino de la zona para degustar en la cena y un poco más adelante un foulard para Mati que anda un poquito helada por este fresco que nos ha sorprendido tras la lluvia. Vemos también algunos establecimientos de comida para llevar y restaurantes que vamos registrando mentalmente por si necesitamos cenar aquí. Pero lo que más llama nuestra atención es una casa en la que hay fotografías y un mapa explicativo de los destrozos que causaron el asedio y los bombardeos a la ciudad durante la Guerra de la Independencia.

Poco a poco llegamos de nuevo a la puerta Pile y decidimos salir e ir hacia la fortaleza Lovrijenac buscando obtener algunas vistas del atardecer, pero nada más cruzar la muralla comienza a llover. Desistimos del intento y decidimos regresar al casco antiguo a comprar cena para llevar de alguno de los establecimientos que hemos visto antes, coger un Uber y regresar a casa.

Así lo hacemos, pero no resulta tan fácil como suena. Primero nos “clavan” con el precio de una pizza grande y dos ensaladas para llevar que nos cuestan a precio de sentarnos a comerlas en un buen restaurante, luego la enorme caja de la pizza se va mojando porque no cabe bajo el paraguas y finalmente, al subir con prisas al coche, terminamos con la pizza encima de mí y con el impermeable mojado de Primi entre Mati y yo, que vamos mojándonos poco a poco. Por si fuera poco, al bajar del coche para entrar ya en el apartamento, la bolsa de papel se rompe por el agua y las ensaladas caen al suelo. Menos mal que no se abre el envase y podemos cenar sin más contratiempos. La parte buena es que la historia nos da para muchas risas durante el viaje cada vez que lo recordamos.

La jornada termina con una relajada cena, tras las duchas, y un ratito de buena conversación, viendo las fotos del día y buscando panaderías en Google Maps para intentar comprar mañana al menos pan y leche.

 

DÍA 3: LUNES 10 ABRIL: DUBROVNIK (10 Km)

Ha habido suerte y la primera panadería de las elegidas anoche estaba abierta. Javier y Primi regresan en poco tiempo con pan recién horneado, leche y alguna otra vianda que rápidamente nos sentamos a degustar. Ha amanecido un buen día y estamos listos para saborear la ciudad de Dubrovnik que ayer nos dejó con ganas de más.

De nuevo bajamos por las callejuelas que nos llevan al centro sin omitir la parada para saludar a los gatos que encontramos en el camino.

Hemos conseguido salir bastante temprano y cuando llegamos al centro las calles están casi vacías. Aprovechamos para hacer fotos sin demasiada gente en la calle principal y, poco a poco, vamos avanzando hasta la torre del reloj. Una vez allí y antes de comenzar la visita turística, decidimos sentarnos en una terraza para disfrutar de un capuchino en este entorno tan agradable.

Tras ese pequeño descanso nos disponemos a iniciar el recorrido por las murallas, cuyo espectacular conjunto ha dado a Dubrovnik su fama turística mundial. Se pueden recorrer completas obteniendo así las vistas panorámicas más hermosas de la ciudad y del Adriático.

Dudamos a la hora de comprar las entradas porque hemos visto un cartel anunciando un ticket combinado que venden aquí mismo en la plaza.  Nos dirigimos al lugar indicado, pero da la impresión de ser una empresa privada que organiza excursiones y además solo acepta efectivo, así que decidimos dejarlo y pagar mejor en la taquilla de entrada. Deshacemos pues nuestros pasos hasta la puerta Pile y, justo a su derecha, compramos los tickets y accedemos a la muralla por una estrecha y empinada escalera. Nada más subir arriba las vistas que nos ofrece la ciudad son increíbles.

La circulación por la muralla se realiza en un solo sentido, en este caso en dirección sur. Por ello, nada más iniciar el recorrido nos encontramos sobre la puerta Pile y obtenemos unas vistas de perspectiva única sobre la calle Stradun y de la fuente de Onofrio. Realmente da la impresión de que las viéramos desde un dron.

Toda la vuelta alrededor de la muralla es interesante, querrías parar hacer fotos en cada rincón: hacia la ciudad, hacia el mar, hacia todo lo que la rodea…. Además, hace un día espectacular y soleado con el mar en calma y el cielo profundamente azul.

Es curioso ver algunos barecillos sobre la misma muralla, y además les da para una pequeña terraza con mesitas. También en la cara externa del muro, justo debajo nuestro, se ven pequeñas terrazas encaramadas en las rocas que dan al Adriático. Algunas personas gozan del día tomando algo, otras están tomando el sol e incluso los más atrevidos, dándose un baño.

Poco a poco la muralla nos lleva a la fortaleza de San Juan y, desde arriba, podemos ver de nuevo el puerto y el embarcadero por el que paseamos ayer.  Pasamos junto a la torre del reloj y más tarde, rodeando el monasterio dominicano, llegamos al muro norte, el que ofrece mejores vistas del conjunto de tejados rojizos del casco antiguo.

Pronto alcanzamos el punto más alto de la muralla, la torre Minceta, cuyas ventanas ofrecen de nuevo la oportunidad de hacer bonitas fotografías. A su lado, llama nuestra atención una curiosa cancha de baloncesto ajustada entre el muro y los edificios, de forma irregular y con las canastas ladeadas. Nos preguntamos cómo será el juego en ellas.

El circuito finaliza poco después al llegar de nuevo las escaleras que nos llevan de bajada al centro de la ciudad. Como ya es la una y necesitamos sentarnos y descansar un poco decidimos ir a comer, adelantando nuestro horario habitual.

Habíamos descubierto en días previos al viaje un lugar que parecía interesante, un pequeño restaurante llamado Barba que tenía muy buena crítica. Con pocas esperanzas de encontrar mesa, debido al pequeño tamaño del local, nos dirigimos hacia allí. Tenemos suerte. Todavía no han llegado los turistas y encontramos una pequeña mesa en la que acomodarnos.

Es un lugar pequeño y pintoresco. Apenas hay cuatro o cinco mesas altas con taburetes, pero el pescadito frito y la amabilidad de la camarera que nos atiende hace que merezca la pena una visita. Tienen una tradición: que los comensales dejen una dedicatoria o firma en un tenedor de madera. Para ello hay botes con rotuladores de colores disponibles para los clientes. Todo el local está decorado con ellos y se pueden leer variados mensajes, así como descubrir en ellos multitud de nacionalidades.

Repuestos por la comida y el descanso continuamos con la visita a la ciudad. Lo primero que hacemos es dirigirnos hacia la puerta Ploca para salir del recinto amurallado. Al pasar por el puente Revelin no nos resistimos a realizar la típica foto del puerto a través de sus rosetones de piedra, también hacemos una parada en el mirador cuyas vistas no nos decepcionan en absoluto.

En cuanto salimos al exterior vemos ante nosotros un pequeño supermercado Konzum abierto. Ávidos por tomar fruta que todavía no hemos podido conseguir, entramos en él y elegimos unas piezas para comer ahora mismo, además de un chocolate relleno que está buenísimo. Después proseguimos el paseo dando buena cuenta de las provisiones adquiridas. Llevamos en mente alejarnos de la ciudad amurallada por la orilla de la costa para intentar obtener las mejores vistas.

No tardamos en conseguirlo, a la altura de la playa Banje. Sus aguas transparentes de color turquesa destacando sobre la blanca arena son el escenario perfecto para la ciudad al fondo. Estando parados sacando fotos llega una chica de Bilbao que viaja sola y se para un rato a conversar con nosotros, intercambiando información sobre los lugares que ya hemos visitado.

Cuando se marcha continuamos alejándonos de Dubrovnik, pero no mucho más porque las construcciones cada vez más abundantes no permiten buenas vistas.

Llegando de nuevo al punto en que nos despedimos de la chica bilbaína vemos un jardín escalonado que baja hasta el mar y a alguna persona paseando por él y, después de dudar si es o no propiedad privada, decidimos adentrarnos en él. No acabamos de tener claro si pertenece a algún restaurante, hotel o residencia, pero nadie nos dice nada. Las vistas desde allí merecen la pena y es un lugar muy tranquilo y agradable.

De regreso al centro de la ciudad nos dirigimos ahora al Monasterio Franciscano, construido en el siglo XIV. La prosperidad de la ciudad atrajo a los monjes Franciscanos que se instalaron dentro de sus murallas. Del actual edificio destaca su patio interior gótico y la farmacia, la tercera más antigua del mundo que queremos conocer.  De camino pasamos también ante la puerta del Convento Dominicano, pero continuamos hacia el destino marcado.

El acceso al monasterio nos resulta peculiar. Pedimos entradas para cuatro personas. El señor de la taquilla, nos mira, nos guiña un ojo y nos dice: Sois tres, ¿verdad? Después nos redondea la cuenta y nos cobra todavía menos de tres entradas. Aun con eso quizá la visita sale cara porque realmente no hay mucho para ver. Los claustros siempre son lugares bonitos y este también lo es, con sus 120 columnas de capiteles decorados con motivos de naturaleza, pero es pequeño y se puede visitar empleando muy poquito tiempo. Lo mismo sucede con la antigua farmacia, curiosa por su historia y porque conserva sus muebles originales y las herramientas utilizadas por los monjes, pero es solo una pequeña sala. Supuestamente hay también una biblioteca, pero debe estar cerrada porque nuestra visita termina aquí. En un momentito estamos de nuevo en la calle.

Junto al monasterio se encuentra la iglesia de estilo barroco cuya visita es gratuita, pero tampoco le dedicamos demasiado tiempo.

Ya solo nos queda visitar la fortaleza Lovrijenac o Fuerte de San Lorenzo, cuya entrada está incluida en la de las murallas que hemos comprado esta mañana.

Salimos de nuevo por la puerta Pile y, rodeando la pequeña bahía del puerto oeste, llegamos a los pies de la colina.  Cuando nos disponemos a comenzar el ascenso nuestros acompañantes reciben una videollamada y, mientras hablan, Javier y yo hacemos fotos de  la pintoresca bahía. El ascenso por una pequeña escalera de piedra nos va permitiendo disfrutar de las vistas hasta llegar a las puertas de la fortaleza.

Fue construida en el siglo XI, sobre una inmensa roca, para defender y proteger Dubrovnik. Está diseñada con una forma semejante a un cuadrilátero y es de altura desigual. Está rodeada por cañones que hoy en día forman parte de la decoración y sirven como fondo para muchas fotografías. Accedemos a diversas salas vacías recorriendo las tres plantas y en cada una de ellas nos asomamos a los miradores y terrazas con vistas al mar. Es un buen lugar para contemplar la ciudad amurallada.

Cuando llegamos a la terraza superior vemos a un grupo de jóvenes españoles haciéndose fotos entre risas y bromas y nos ofrecemos a hacérsela a nosotros. Ellos nos devuelven el favor y nos hacen una foto a los cuatro juntos. Las bromas continúan y pasamos un ratito divertido antes de despedirnos de ellos y continuar con la visita.

Deshaciendo lo andado regresamos al pequeño puerto y pensamos en tomar algo. Los abundantes puestos de helados y los escaparates de pastelerías llaman nuestra atención, pero finalmente decidimos comprar algo para llevar, coger de nuevo un Uber y regresar a casa para descansar un poco y merendar en nuestra terraza.

Así los hacemos, saboreando de una grata merienda y disfrutando un poco más de este maravilloso alojamiento. Aprovechamos para echar un vistazo a la piscina y al jacuzzi de la planta baja. Está calentito y maravilloso, esperando a que nos metamos, pero el atardecer no esperará y debemos marcharnos. Cogemos el coche para llegar a tiempo al mirador Bosanka.

El mirador es en realidad una colina que domina desde arriba las vistas sobre Dubrovnik. En ella hay un restaurante y la terminal de un funicular qué parte de la ciudad. La carretera de acceso es muy estrecha y prácticamente no caben dos coches. Da un poco de nervios, pero conseguimos subir sin dificultad gracias a nuestro experto conductor que ni se inmuta.  Lo peor es cruzarse con un taxi. Los taxistas conocen la zona y van a una velocidad excesivamente alta para esta carretera.

Cuando consideramos que hemos subido suficiente aparcamos en un ensanche destinado a ello y vamos caminando hasta el borde del acantilado. Las vistas son impresionantes.  Se ve la ciudad al completo con toda la muralla que la rodea, el puerto, los barcos que van y vienen. Una luz de atardecer cada vez más bonita  va tiñendo de color el paisaje.

Hace un poco de frío y durante un ratito volvemos al coche para entrar en calor, pero regresamos a tiempo de ver en primera fila, frente a este maravilloso escenario, un precioso atardecer. El esfuerzo de subir por esta difícil carretera ha merecido la pena.

Antes de marcharnos decidimos pedir la cena por teléfono, para que la lleven a casa, así estará lista cuando lleguemos. Sin embargo, en cuanto estamos allí nos llega un mensaje avisando que nuestro pedido ha sido cancelado por imposibilidad de servirlo. Como llegando con el coche hemos descubierto un pequeño supermercado abierto muy cerca, Javier y yo decidimos bajar dando un paseo a comprar algo. Conseguimos una deliciosa cena que disfrutamos juntos, celebrando la preciosa jornada que hemos vivido. Antes de la cena tenemos un momento de duda sobre ir al jacuzzi, pero la verdad es que no nos quedan energías ni para eso.

Mañana toca dejar esta preciosa casa, pero seguro que encontraremos cosas muy interesantes que seguir descubriendo.

 

DÍA 4: MARTES 11 ABRIL: DUBROVNIK-MOSTAR-SPLIT (307 Km)

Tras el desayuno cargamos las maletas en el coche, dejamos el apartamento y ponemos rumbo a Bosnia y Herzegovina. Pero antes hacemos un pequeño desvío en dirección contraria (como regresando al aeropuerto) para intentar fotografiar Dubrovnik desde alguna de las calles más altas, intentando sacar todo el recinto amurallado, iluminado ahora por las primeras luces del día. No es tarea fácil porque hay que buscar espacio entre casas y vegetación y, para rematar, hay alguna grúa. Cuando quedamos satisfechos damos la vuelta, esta vez sí, en dirección norte.

No tardamos mucho en pasar junto al puerto donde atracan los cruceros con sus impresionantes barcos, y, un poco más adelante, cruzamos el puente Franjo Tuđman. Así seguimos bordeando el Adriático hasta que Google Maps nos indica girar a la derecha. Obedientemente y sin cuestionarlo nos metemos en la carretera 6232. Una carreterita que más bien parece un camino rural y asciende por un monte bastante despoblado. No estamos muy convencidos, pero seguimos adelante pensando que pronto alcanzaremos una carretera principal y que Google nos ha metido por un atajo.

No tardamos mucho en llegar a la frontera que es poco más que dos garitas (una de salida de Croacia y otra de entrada en Bosnia) situadas en medio de la nada. Seguimos adelante entre bromas sobre lo duro y aburrido que tiene que ser ese trabajo. Desde que hemos dejado la costa no hemos visto un alma, exceptuando a los guardias fronterizos y ahora a una furgoneta con dos chavales ingleses que van justo delante nuestro, las bromas también son para comentar que dos vehículos a la vez en esta frontera será algo poco habitual y estresante para los guardias. Estarán desconcertados con tanto tráfico.

Y así proseguimos el viaje cruzando un paisaje de una monotonía absoluta sin restos de casas ni terrenos cultivados. Cuando aparecen los primeros signos de vida en lo que tiene aspecto de caserío vemos unos caballos a nuestra derecha que fotografiamos por la ventanilla, sin darnos cuenta de que hay muchos más en medio de la carretera, bloqueando nuestro avance. En cuanto paramos se acercan a olisquear el coche intentando meter la cabeza por la ventanilla que nos apresuramos a cerrar ya que alrededor de sus cabezas hay una nube de insectos. No es tarea fácil conseguir que se muevan y el propietario que anda por allí ni se inmuta. A base de hacer sonar el claxon y avanzando muy lentamente podemos seguir la interesante ruta.

Con pocas variaciones en el camino llegamos por fin a un valle atravesado por un riachuelo donde aparecen ya campos de cultivo. Todo parece ir bien hasta que en el momento más inesperado Google nos indica girar a la derecha metiéndonos por un estrecho camino de tierra que parece llevar a una casa. Tentados a dar la vuelta vemos parados un poco más adelante a los ingleses que hemos visto en el puesto fronterizo. Poniéndonos a su altura les preguntamos si por ahí se va a Mostar. Ellos alzando los hombros se limitan a decir que eso parece indicar Google. Intercambiamos unas risas y seguimos adelante. Están tan desconcertados como nosotros.

Conseguimos ver al otro lado del valle lo que parece una carretera principal y animados seguimos adelante, falta muy poco. Ya casi estamos cuando vemos como un coche que viene hacia nosotros «desaparece». Nos quedamos un rato parados para ver si reaparece porque en esta mañana cualquier cosa puede pasar. Respiramos cuando unos minutos después vuelve a aparecer, obviamente era un badén profundo pero salvable.

Ya en la carretera que debimos haber tomado desde el principio, la M6, comienza a verse algún que otro pueblo pequeño. Poco antes de Prhinje paramos para tomar un café y hacer uso del baño en un bar de carretera. Nos sorprende lo atrasado que parece este país en comparación con Croacia, al menos esta zona. Es un bar sencillo con un toldo techando una zona de mesas en la calle, un baño que ha visto tiempos mejores y un aspecto de “zona de guerra”. Como dato curioso comentar que hay casquillos de balas en el descampado lateral en el que hemos aparcado, así como coches abandonados tiempo atrás que parecen justo de la época de la reciente guerra de los Balcanes que se desarrolló en la zona.

Poco después vemos un pueblo con un castillo y algunas murallas que parece interesante pero no hay tiempo de detenernos.

En todo el trayecto desde aquí hasta Mostar encontramos con frecuencia pequeños cementerios cristianos o árabes, o simplemente enterramientos, cruces, … Todo parece recordarnos la guerra y todo lo que ello conlleva.

Llegamos a Mostar un poquito más tarde de lo previsto. Es una ciudad bastante grande y la rodeamos para ir directos al aparcamiento del Hotel Verso. Llevamos el coche cargado de maletas y no queremos dejarlo en la calle.  Curiosamente la puerta está abierta y las barreras levantadas. No sabemos si se puede o no aparcar y subimos a recepción a preguntar. Allí nos cobran y ya está. Ni ticket, ni hora, ni barrera alguna. Al menos podemos hacer uso de los aseos del hotel, bastante mejores que los del garito en el que hemos parado a tomar café.

Desde allí nos dirigimos caminando hacia el puente emblema de la ciudad. En las calles apreciamos también huellas de la guerra. Todavía se pueden ver casas con las paredes marcadas por los bombardeos, así como casas completamente destruidas que conviven con edificios perfectamente restaurados.

Al acercarnos al puente comienzan a aparecer tiendas de artesanía de estilo turco o árabe cada vez más próximas unas a otras hasta formar un verdadero bazar que continúa de nuevo al cruzarlo. Un arco de piedra bajo una especie de torreón da acceso al empinado puente cuyo suelo desliza y hace casi imposible caminar sobre él sin sujetarte en las barandillas o apoyando los pies en los pequeños bordillos que lo cruzan transversalmente cada medio metro. Una vez en su parte más alta las vistas son muy bellas, destacando las torres de las mezquitas sobre el perfil de la ciudad que emerge tras las aguas turquesas del río Neretva.

Para recordar la historia de este puente construido en época del imperio otomano, comparto el artículo escrito por Joan Soldevila Adán en La Vanguardia en el febrero de 2021. Dice así:

“La historia de Mostar es la historia de su puente que, durante siglos, unió la vida musulmana (bosniaks) y la católica (bosnios croatas) de la ciudad.

Cuando estalló la Guerra de Bosnia, los habitantes de Mostar, en su gran mayoría bosniaks musulmanes y bosnios croatas, unieron sus fuerzas para luchar contra los bosnios serbios (de religión ortodoxa), que apoyaban la idea de una Gran Serbia, recordando el poder de la Yugoslavia unida.

Lograron su objetivo y los bosnios serbios fueron expulsados de Mostar. Fue entonces cuando ocurrió algo inesperado: bosnios croatas y bosnios musulmanes, que habían convivido en paz durante siglos y luchado de la mano, comenzaron una guerra civil para conseguir la supremacía de la ciudad.

El stari most, el puente que fue símbolo inequívoco de la convivencia pacífica y de la armonía entre Oriente y Occidente durante cientos de años, fue bombardeado por la milicia croata a las 10.15 horas del 9 de noviembre de 1993. (…)

Aquella mañana el río Neretva no solo fue golpeado por toneladas de roca y piedra que vigilaban la ciudad desde el 1566, con el puente se derrumbaron las esperanzas de una paz que cada vez se veía más lejana.

El río parecía gritar que la única diferencia que importaba no era la etiqueta ‘musulmanes’ o ‘católicos’, sino la de ‘vivos’ o ‘muertos’.

Pero nadie prestó atención a su advertencia, la guerra siguió su curso acabando con miles de vidas y hoy el recuerdo de aquel ‘grito’ se ha plasmado en la inmensa cruz que domina el monte Hum, a las afueras de la ciudad.

Han pasado casi 30 años y hoy en día Mostar es una ciudad muy turística, bella a rabiar. 

Su puente ha sido reconstruido con las mismas piedras rescatadas del fondo del río y los golpes de artillería se han sustituido por los clicks de las cámaras de fotos”.

Lo cruzamos y seguimos recorriendo la calle de tiendas hasta que terminan: orfebrería, cerámica, telas, … y dulces típicos a los que tampoco nos resistimos. Los precios son más baratos que en Croacia y admiten los euros sin problema, incluso devuelven con euros.

Cuando nos damos por satisfechos con el recorrido que incluye entrar al patio de la mezquita Koski Mehmed Pasha del siglo XVII, regresamos a una terraza junto al río para comer unos deliciosos platos tradicionales, eso sí, sin cerveza porque son musulmanes y no sirven alcohol. A punto de marcharnos tenemos ocasión de vivir una bella acción. Una de las muchas niñas que piden por las calles (por desgracia hay bastantes) se acerca a la terraza y se sitúa junto a un joven que está comiendo en compañía de su perro. Cuando el chico va a pagar la cuenta para marcharse le pide al camarero un plato para llevar que entrega a la niña. Reconforta ver gestos como este.

Tras la agradable comida, volvemos a las tiendas para adquirir algún recuerdo que tenemos visto e iniciamos el regreso hacia el puente. Queremos dirigirnos ahora a una zona ajardinada que hemos visto, Está junto al río y pensamos que desde ella se sacarán bonitas fotos del puente. En el trayecto hacemos una parada para tomar café y unos helados que, por cierto, están malísimos y alguna otra para hacer fotos en bellos rincones que vemos al paso. Suenan de fondo el rezo de las mezquitas dando un toque especial al momento, Parece que en solo unos kilómetros hemos pasado a otro mundo cultural completamente diferente.

Pronto estamos en el lugar indicado disfrutando, tal como pensábamos, de una espectacular panorámica del puente con la ciudad al fondo. No dándonos todavía por satisfechos seguimos caminando al siguiente puente para hacer nuevas fotos desde allí. La verdad es que las vistas merecen la pena.

Llegando vemos un perro que parece abandonado y no es el primero que encontramos. Lástima que no llevamos nada de comida para ofrecerle.

Después de esto damos por terminada la visita y regresamos al coche. Todavía tenemos que conducir hasta Split y no sabemos que sorpresas nos deparará el camino. Por suerte nuestros miedos serán infundados y poco después de Mostar aparece una autopista que ya no dejaremos hasta Split.

El trayecto discurre por detrás de la cadena montañosa que bordea la costa croata y no ofrece mucha vida, es una zona poco poblada. Pero en cuanto dejamos la autopista y bajamos hacia la costa la vida fluye en abundancia. Split es una ciudad muy grande e industrializada y tardamos un buen rato en llegar a nuestro céntrico alojamiento junto al puerto. Se acerca el atardecer y el cielo está de un rojizo espectacular. Lamentamos no estar en una zona alta como ayer para poder verlo en todo su esplendor.

Al llegar nuestro casero nos está esperando y nos indica que aparquemos en la misma puerta. Ya no moveremos el coche hasta que nos marchemos de la ciudad. El apartamento de nuevo es espectacular, amplio y confortable y situado justo en el paseo marítimo.

En cuanto nos instalamos salimos a dar una vuelta y a localizar el supermercado más cercano porque mañana necesitaremos comprar algunas cosas. Pero no tardamos en regresar para cenar unos bocatas, disfrutar de una tranquila sobremesa saboreando los recuerdos que nos aportan de las fotos de hoy y pronto descansando para iniciar la jornada de mañana con energía. ¡Estamos deseando conocer Split!

 

DÍA 5: MIÉRCOLES 12 ABRIL: SPLIT

Comenzamos el día con una breve visita de Javier al Konzum para reponer provisiones. En cuanto regresa nos sentamos a desayunar compartiendo la ilusión por la nueva jornada que iniciamos. Hace un día fantástico y hemos decidido vestir un poco más arreglados para pasear por la ciudad. Anoche reservamos un Free Tour para esta mañana.

Salimos caminando en dirección al punto de encuentro, las letras de Split situadas en un jardín ante el palacio de Diocleciano, al final del paseo marítimo. Es un recorrido muy agradable junto al mar en el que podemos hacer fotos del perfil de la ciudad con los barquitos atracados delante. Vamos muy bien de tiempo y hacemos una breve parada en la Plaza de la República antes de continuar por el animado paseo lleno de terrazas. Muy cerca del punto de encuentro nos sentamos en una cafetería con mesitas en el exterior para tomar nuestro primer capuchino del día y esperar a la hora convenida. Despierta ya nuestra curiosidad la mezcla de construcciones que se aprecian en lo que era el muro exterior de este palacio romano.

El tour resulta de lo más interesante, como lo es la historia de la ciudad, por la gran mezcla de culturas que han vivido en estas calles a lo largo de los años a partir de la primera construcción de Diocleciano en el siglo IV. Natural de esta zona, el emperador quiso hacerse aquí un palacio para retirarse de la política. Fue construido como una combinación de lujosa villa, casa de verano y campamento militar romano. Dividido en cuatro partes por dos calles principales, tiene forma rectangular con cuatro torres en las esquinas. Sus robustas murallas hacían del palacio un lugar impenetrable.

Gracias a que los habitantes de la ciudad más cercana, Salona, buscaron refugio años más tarde en el edificio ya abandonado, fundando Split, hoy en día es uno de los palacios romanos mejor conservados. En 1979 la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad. Los primeros ocupantes del palacio, y luego los ciudadanos de Split, adaptaron estos espacios a sus propias necesidades, por lo que los edificios interiores y los muros exteriores con torres han cambiado en gran medida su aspecto original, pero los contornos del palacio imperial son todavía muy visibles.

Para acceder al interior podemos optar por varias puertas, aunque la principal en la época romana era la Puerta Aurea. Nosotros entramos justo por la puerta opuesta, la que da al mar, llamada Puerta de Latón o Mjedena Vrata. Accedemos a los sótanos del antiguo palacio, hoy destinados en gran parte a galería comercial, y a través de ellos entramos en lo que fueron estancias privadas del palacio. Visitamos los restos del comedor y paramos a comparar las diferentes construcciones dentro del recinto, unas muy cuidadas y otras con aspecto algo penoso.

Luego nos dirigimos a lo que fue el vestíbulo de entrada a los antiguos salones imperiales. Impresiona la cúpula y las bonitas puertas de acceso. Pero todavía impresiona más escuchar cantar a capela a un grupo de músicos que suenan de modo espectacular ayudados por la resonancia de la sala. Paramos un ratito a saborear el momento.

A través de él salimos al Peristilo, la plaza central del Palacio, en torno a la cual había varios templos. Uno de esos edificios, el mausoleo del emperador fue transformado en la catedral de la ciudad por los primeros cristianos. En el siglo XIII-XIV, el Peristilo se convirtió en el centro religioso de la ciudad.

Actualmente esta plaza es escenario de representaciones de teatro y ópera clásica pero también, de la vida cotidiana, aquí se une lo contemporáneo con la herencia antigua, no sólo romana, sino también de Egipto, porque a un lado de la plaza hay una esfinge de 3500 años de edad, bien conservada, fiel testigo de la historia de la ciudad.

Desde aquí continuamos por callejuelas de aspecto medieval, con ventanas de estilo gótico veneciano herencia de la pertenencia de la ciudad a la República de Venecia.  Nos dirigimos a la Puerta Áurea por la que salimos de nuevo fuera del recinto amurallado. Allí nuestra guía nos muestra la enorme estatua de Gregorio de Nin que es tradición tocar para pedir un deseo, concretamente los dedos de su enorme pie. En el parque que está justo al lado podemos ver por primera vez en este viaje los enormes huevos de Pascual que decoran los jardines y plazas en diferentes ciudades del país.

Nos dirigimos después, rodeando la muralla, a la plaza del pueblo donde se encuentra el antiguo ayuntamiento también de estilo veneciano y accedemos de nuevo a la ciudad por la Puerta de Hierro. Pasando junto al templo de Júpiter nos dirigimos callejeando hacia la plaza Radic dominada por la torre veneciana y desde allí, y ya fuera del recinto de lo que fue el palacio, nos encaminamos a la parte francesa de la ciudad, terminando en la Plaza de la República llamada así en recuerdo a los años de pertenencia al imperio de Napoleón.

Antes de despedirnos la guía nos recomienda algunos restaurantes, pastelerías, … así como la subida al mirador sobre la ciudad, en la colina de Marjan.

Guardamos la información, pero optamos por ir a comer a casa pasando antes por el supermercado para elegir menú. Es el último día que dispondremos de casa a la hora de comer y queremos aprovechar para hacerlo más tranquilos y descansar un poco. Y desde luego que descansamos. Tras un sabroso plato de pasta nos damos una buena siesta, antes de regresar a la ciudad.

Durante la tarde realizamos un recorrido casi idéntico al de esta mañana el tour, pero con más calma, recreándonos con fotos y visitando algunos interiores.

Comenzamos por entrar a los sótanos del palacio. Sabiendo que tienen una estructura y organización de salas similar a la que tenían los “aposentos reales” queremos visitar las estancias e imaginar lo que fue. Después continuamos la ruta trazada para recrearnos esta vez en los edificios que rodean el Peristilo, pero antes hacemos una pequeña variación desviándonos hacia una de las puertas que todavía no hemos cruzado, la Puerta de Plata (Porta Argentea). Desde el exterior podemos apreciar de nuevo el campanario de la catedral de estilo románico-gótico sobresaliendo sobre la muralla. El sol, ya algo bajo, cruza cada arco de la puerta dándole una luz especial.

De nuevo en la plaza nos dirigimos a la taquilla para comprar entrada a la catedral de San Diomo, antiguo Mausoleo de Diocleciano, es uno de los restos arqueológicos más importante de la ciudad junto al Templo de Júpiter que únicamente pasaremos más tarde a ver desde fuera.

La escalinata de acceso y las decoraciones del techo llaman nuestra atención ya antes de cruzar las majestuosas puertas decoradas con escenas de la vida de Jesús talladas por el arquitecto Buvina. Una vez dentro, el edificio circular es más bien pequeño pero muy bien ornamentado. Más que el altar, llama mi atención la bóveda del techo hecha de ladrillo. Está sonando el órgano haciendo la visita mucho más especial. Para acceder a una segunda sala detrás del altar mayor hay que salir al exterior y acceder por otra puerta. Todo el recinto está rodeado de una especie de porche rodeado de columnas. Tallada en la pared junto a la puerta hay una pequeña pila para agua bendita que no me resisto a fotografiar.

Seguimos el recorrido callejeando de nuevo por plazoletas y callejuelas hasta finalizar como esta mañana en la Plaza de la República. Pero no permanecemos en ella, tomando la calle Marmontova decidimos buscar la pastelería Luka de la calle Petra Svačića para merendar en ella. Llevamos días viendo carteles anunciando un dulce típico de Pascua que se parece mucho en aspecto a nuestras “toñas” y queremos probarlas.

Es un local pequeño, pero conseguimos una mesita para tomar nuestros cafés acompañados, como no, de nuestro “pan de Pascua” que está buenísimo. Ya solo nos queda subir al mirador que nos ha recomendado esta mañana nuestra guía, pero antes tenemos que hacer una parada técnica en Zara para que Mati se compre unos vaqueros, se espera un día frío pasado mañana en el parque Plitvice.

La subida al mirador por callejuelas pintorescas, aunque cansina por la pendiente, no está mal. Pero las vistas desde arriba no merecen demasiado la pena, al menos desde el primer mirador. Han crecido demasiado los cipreses y la visibilidad es limitada, pero, además la luz de atardecer de hoy no es tan bonita como en días pasados.

No permanecemos allí mucho tiempo y atajamos hasta el paseo marítimo en el que esta nuestra casa, bajando por una escalinata entre los árboles que nos lleva hasta el puerto en poco tiempo.

Para cuando llegamos a casa la luz es ya muy tenue, pero alargamos un poco el paseo hasta que atardece del todo y se comienza a apreciar la iluminación de la ciudad a lo lejos.

Nos despedimos de Split con esta bella imagen ya que mañana continuaremos hacia el norte.

 

DÍA 6: JUEVES 13 ABRIL: SPLIT- TROGIR-SIBENIK-ZADAR-LAGOS DE PLITVICE (297Km)

Nos levantamos temprano, desayunamos y, tras cargar el equipaje, ponemos rumbo a Trogir, nuestro primer destino hoy.

Vamos recorriendo la costa Dálmata sin perder de vista el mar. Sabemos que entre Split y Trogir están los restos de siete castillos medievales, de los que toma el sobrenombre de Kastela Riviera, pero no nos pararemos a visitarlos ya que la jornada hoy es bastante ambiciosa en recorrido y visitas. No tenemos tiempo.

Hemos leído de ella que, aunque es mucho más pequeña, se asemeja a Split en estilo, ya que comparten historia al estar situada a tan solo 20 km. Es peculiar porque se encuentra en una pequeña isla unida a tierra firma por un puente. En 1997 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Vamos directos a un aparcamiento público, junto al mercadillo, justo antes del puente de acceso a la isla, a la que nos dirigimos caminando pasando sin detenernos ante los puestos del mercado.

Cruzado el puente, llegamos al casco antiguo por la llamada Puerta de la Tierra, una las entradas a la ciudad de la antigua muralla. A través de ella nos adentramos en un conjunto de estrechas callejuelas que rápidamente nos trasladan a otra época. Callejear es un verdadero placer, sobre todo porque hemos llegado bastante temprano y casi tenemos la ciudad para nosotros solos.

Pronto llegamos a la plaza de la Catedral o Plaza de San Juan de Trogir que recibe el nombre por una estatua ubicada en el centro que representa a este obispo del siglo XI. Pero no es la estatua lo primero que llama nuestra atención al entrar en ella, sino la torre de la catedral, llamada de San Lorenzo. Hoy, por ser Pascua, hay también un enorme huevo decorado con imágenes pintadas de la ciudad. Los encontramos a menudo en diferentes lugares.

Cruzamos la plaza cuyos locales comerciales, cafeterías y restaurantes están volviendo a la vida y, en apenas un pequeño paseo, estamos saliendo de la muralla por el otro extremo, por la llamada Puerta del Mar o Puerta Sur. Hoy decorada con uno de los que ya vienen siendo habituales, huevos de Pascua.

Llegamos así al muelle en el que están amarrados yates enormes. Es un paseo, sombreado con palmeras, que bordeando por el exterior la muralla, nos lleva al Castillo de Kamerlengo, justo en el extremo oeste de la pequeña isla. A mitad del recorrido podemos ver otro bonito campanario, esta vez perteneciente a la Iglesia de Santo Domingo.

Regresamos callejeando, saboreando el ambiente o entretenidos en algún escaparate, hasta la plaza de la catedral que ya ha ganado algo de animación. Nos detenemos a tomar un café en una de sus terrazas antes de regresar al coche. Nos dijo ayer la guía en Split que es costumbre en Croacia que la gente adquiera pasteles o dulces en cualquier panadería y se los lleve a la cafetería para acompañar su café, ya que la mayoría de ellas no los ofrecen. Esa era nuestra intención inicial, pero no encontramos ninguna cerca, así que nos conformamos con nuestros capuchinos y nos ponemos de nuevo en marcha. Esta vez, al pasar por el mercadillo nos recreamos un poco más en los productos que ofrecen. Llaman nuestra atención los puestos de jamón serrano que, al parecer, tiene tanta fama como el de España. Desconocíamos su existencia.

Saliendo de la ciudad para tomar la carretera que nos llevará hacia Sibenik, nos detenemos junto a un lado de la misma para disfrutar de las bonitas vistas de la costa y, especialmente de la curiosa orografía de esta ciudad-isla, situada entre tierra firma y una isla mucho mayor.

Habíamos dudado entre dos posibles rutas, la más rápida por el interior, que es la que finalmente hemos tomado, y una segunda por la costa, bastante más lenta pero que nos permitiría ver Primosten, otra pequeña isla-ciudad que me habría encantado conocer. El reloj nos dice que debemos seguir si queremos ver atardecer en Zadar. Me consuelo pensando que siempre está bien dejar motivos para regresar.

Al llegar a Šibenik, vamos directos a la Fortaleza de San Miguel que domina la ciudad desde una colina. Hemos leído que desde ella se pueden obtener bellas vistas. Aparcamos cerca de la rampa de acceso peatonal y llegamos hasta la puerta, pero nuestra sorpresa es descubrir que para continuar hay que pagar entrada. Sabemos que en el interior hay una grada para espectáculos y no tenemos especial interés en visitarla. Solo esperábamos que fuera posible rodearlo por el exterior y poder ver desde allí la ciudad. Como no acabamos de verlo claro, renunciamos y regresamos al coche para dirigirnos al centro.

A partir de aquí el día se tuerce un poco y, la verdad es que no acaba de ser como estaba planeado.

Aparcamos junto al puerto y comienza a hacer un viento muy fuerte que da la sensación de que te va a llevar. Sacar el ticket de aparcamiento en la calle en la máquina tiene su complicación y tardamos un poco. Resuelto el problema nos dirigimos paseando al centro, bordeando el mar. Antes de adentrarnos en él, hacemos una pequeña parada técnica en lo que resulta ser un restaurante bastante selecto. Nos miran raro al pedir solo agua que nos sirven como si del más caro de los vinos se tratara.

Se acerca la hora de comer, pero como acabamos de hacer este pequeño descanso, decidimos ir visitando la ciudad mientras estamos atentos a algún restaurante de nuestro agrado. Elegimos como punto de acceso al centro histórico la famosa escalinata que lleva a la Catedral de San Jacobo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Ya antes de subir, la imagen de la puerta principal destacando en lo alto de la escalera es muy imponente y también muy conocida, la foto más tradicional de Šibenik. Es una basílica de planta de cruz latina, con tres naves y rematada en su transepto por una gran cúpula.

Todo el edificio en conjunto es imponente y en su fachada lateral tiene un friso decorado con cabezas que representan a los ciudadanos más importantes de Šibenik en la época de su construcción. Es la fachada que da a la plaza, cuyos edificios circundantes, entre los que se encuentra el ayuntamiento, tienen gran armonía arquitectónica. Desde diferentes lugares de la plaza se puede apreciar, además de la fachada lateral, la parte trasera del transepto, que para mí es el ángulo más bonito para fotografiar el edificio.

Continuamos callejeando por el centro histórico, disfrutando de las callejuelas y rincones, cuyas fachadas son, en general, algo más señoriales que las de Trogir.

Finalmente paramos a comer en el restaurante Peperoncino, ubicado en una plazoleta con mucho encanto, en la que están dispuestas las mesas alrededor de un pozo decorado con plantas. Es un sitio muy agradable. La mayor parte de comensales están tomando hamburguesas, pero nosotros decididos a comer pescado pedimos lo que creemos que es un combinado de frituras y resulta ser un elegante carpaccio. La verdad es que está buenísimo, como también lo están el resto de platos que probamos y, sobre todo el espectacular postre de tarta con un toque de frutas del bosque.

Disfrutamos con tranquilidad de la comida y de la paz del lugar y luego continuamos el paseo que nos va llevando poco a poco de nuevo al puerto y al lugar donde tenemos aparcado el coche. El viento continúa incesante y las lluvias que se vienen anunciando desde ayer parecen estar cerca.

Ponemos rumbo a Zadar con intención de llegar a tiempo de ver atardecer, pero la intención se va complicando porque poco antes de entrar en la ciudad un mar de nubes negras lo cubre todo y comienza a llover.

La península donde se asienta el casco antiguo de Zadar conserva aún su antigua muralla, en cuyo interior creció la ciudad romana, flanqueada por impresionantes puertas. Nosotros aparcamos junto a una de ellas, la Puerta del Continente, del s. XVI, y, provistos de paraguas, nos adentramos en sus calles. Avanzamos entre comercios, restaurantes, pastelerías y otros locales comerciales bastante animados a estas horas de la tarde, hasta llegar a la Plaza del Foro, un lugar emblemático por los edificios que alberga. Además de los restos del antiguo foro romano, se puede apreciar la iglesia prerrománica de San Donato, que es indudablemente el símbolo de la ciudad, pero también La Catedral de Santa Anastasia, de estilo italiano y, a su lado, destacando sobre la plaza, la Torre Campanario, del siglo XI.

Todo el conjunto se puede apreciar y fotografiar desde la escalinata de la iglesia de Santa María, donde paramos unos minutos a recrearnos con las vistas, impresionantes a pesar de la ligera lluvia.

Desde aquí nos dirigimos al paseo marítimo donde, a pesar del fuerte viento, esperamos disfrutar de las dos grandes obras del arquitecto local Nikolas Basic, cuya fama ha llegado hasta nosotros ya antes de iniciar el viaje.

La primera, según avanzamos, es el llamado Órgano del Mar. Un tramo de paseo escalonado, hecho con bloques de piedra blanca que contiene 35 tubos de diferente longitud, diámetro e inclinación que convierte el ritmo de las olas en melodías que emergen por unos agujeros en los escalones. Es un instrumento musical enorme y hoy se escucha con claridad, ya que el fuerte viento produce olas que rompen en él con fuerza inundando el aire de acordes. Lo malo es que, aunque nuestro oído los distingue con claridad, nos resulta imposible grabarlos en vídeo al entremezclarse con los sonidos del fuerte viento.

Un poco más adelante, justo en el extremo de la península está la segunda de estas obras, el Saludo al Sol. Un enorme círculo en el suelo formado por placas de vidrio que recubren células fotoeléctricas que capturan la luz del sol y al atardecer, la convierten en un espectáculo de animación luminosa.

Como además Zadar tiene fama por sus bellos atardeceres planeamos el viaje para que coincidiera la hora en la que poder ver ambos espectáculos a la vez, el natural y el de creación humana. Pero las cosas no siempre salen como se planean y, aunque ha merecido la pena verlo y estar aquí, nos marchamos sin poder ver ninguna de ambas cosas. De nuevo pensando en volver.

Pero la pena nos dura poco y, cruzando de nuevo la ciudad, esta vez tomando desde la catedral la céntrica calle Siroka, vamos disfrutando de la animada vida que se desarrolla a su alrededor, soportales delante de los comercios hacen más soportable la lluvia y no tardamos mucho en encontrar una pastelería en la que olvidar los contratiempos.

Disfrutamos de una sabrosa merienda dulce y, tras un último vistazo a las empedraras calles, brillantes por la lluvia y por las farolas que comienzan a encenderse, nos vamos dirigiendo al coche. Todavía nos queda un largo trayecto hasta nuestro alojamiento de hoy, pero la parada en Zadar era obligada para nosotros.

Una vez que dejamos atrás las luces de la ciudad y de la animada costa y salimos de la autopista para adentrarnos hacia el Parque Nacional de los Lagos Plitvice, el camino se vuelve absolutamente oscuro. Llueve, a veces incluso muy fuerte, pero la oscuridad no viene de la tormenta sino de la total ausencia de luces. Tal como pasara el día que fuimos a Mostar, el interior del país está muy despoblado y no hay casas, granjas o fábricas que vayan salpicando de luz el camino.

El alojamiento junto al parque es en una casa rural de marcado estilo de montaña, un alojamiento sencillo con pocas habitaciones y ya hemos avisado a los dueños hace días que llegaríamos algo tarde. La encontramos sin dificultad y, además, en cuanto tomamos el camino de acceso, un chico sale a recibirnos e indicarnos donde dejar el coche. Está lloviendo copiosamente, pero eso no le impide salir ayudarnos acompañado de un gracioso perrito super cariñoso que en su afán por festejarnos nos va mojando con sus patitas. A pesar de ello, es imposible resistirse a sus mimos.

Con su ayuda y amabilidad pronto estamos instalados en dos habitaciones preciosas de las que ya no saldremos esta noche, no solo por las horas y el mal tiempo sino porque estamos cansados y, previsores como somos, hemos traído bocadillos para la cena. Fuera se escuchan truenos y una fuerte lluvia que hacen la habitación aún más acogedora. En uno de esos truenos, que retumba muy fuerte, se va la luz durante unos minutos. Nada que nos impida disfrutar del relajado descanso, calentitos en medio de las montañas.

 

DÍA 7: VIERNES 14 ABRIL: LAGOS DE PLITVICE-ZAGREB (147 Km)

Madrugamos con la esperanza de visitar el Parque Nacional con la menor afluencia posible de gente. Pero antes de eso una grata sorpresa nos espera: el desayuno. Lo reservamos al saber que hoy no dispondríamos de cocina, pero no teníamos ni idea de lo que nos esperaba.

A pesar de ser un establecimiento pequeño, poco más que un chalet alpino, nos sorprenden con un buffet bien surtido enteramente a nuestra disposición, ya que en principio estamos solo nosotros cuatro. Pero la cosa no queda ahí. Pronto aparece el mismo joven que nos recibió anoche para atendernos personalmente. Y, además de café y leche caliente, nos trae unas deliciosas tortillas recién hechas a las que no podemos renunciar ¡Estaría feo! Pero tampoco lo hacemos a los crêpes de chocolate calentitos que nos trae a continuación…. Así que comemos mucho más de lo habitual y salimos bien saciados para comenzar la jornada, no sin antes despedirnos de nuestro amable anfitrión y de su perrito, que nuevamente acude a nuestro lado al vernos aparecer.

Llegar desde aquí al parque nos lleva poco más de 10 minutos. Estamos muy cerca de la entrada 2, dejamos el coche en el aparcamiento de visitantes y desde allí tomamos un sendero que nos lleva a la entrada principal.

El Parque Nacional de los Lagos de Plitvice fue agregado a la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO el 26 de octubre de 1979. Cuenta con 16 pequeños lagos, además de múltiples cascadas y arroyos. Los senderos para recorrerlo están divididos en dos zonas: lagos altos y bajos. Los altos han estado cerrados por nieve hasta tan solo unos días antes de nuestra visita. Todavía alcanzamos a ver algunos bloques pequeños de hielo en las zonas más sombreadas, pero lo que más notamos, nada más llegar, es que el parque no tiene el verdor y la vegetación que hemos visto siempre en las fotos. El motivo es muy simple: Los árboles más abundantes son las hayas, de hoja caduca, y apenas están comenzando a brotar, verdeando tímidamente. Aunque al principio me siento un poco decepcionada acabo agradeciendo que una vegetación excesivamente abundante no impida las vistas de las diferentes cascadas desde todos los ángulos. En verano debe ser difícil conseguirlo.

Todo el día de ayer nos lo pasamos temiendo lluvia abundante para hoy, así lo decía el pronóstico y así ha sido durante la mayor parte de la noche, pero ha amanecido sin rastro de agua, aunque algo nublado. Por si acaso vamos provistos de paraguas e impermeables.

Al llegar a las taquillas, después de repasar el mapa con las diferentes rutas, decidimos realizar la ruta H que comienza por los lagos altos, así el sendero será siempre de bajada. Hemos leído recomendaciones de comenzar en la puerta 1 y hacer la ruta C que es la misma, pero en sentido contrario, comentan que así encuentras las cascadas de cara, pero ahora os puedo decir que eso es absolutamente indiferente, que lo saboreamos igualmente y, además, nos salió perfecta la jugada. El motivo es que los lagos bajos tienen más espectacularidad y, para cuando llegamos a ellos a media tarde, ya lucía tímidamente el sol.  Además, nos proporcionaron un espectacular final a la jornada.

Comenzamos subiendo con el tren (poco más que un bus con curiosas ruedas que está incluido en la entrada del parque) desde la Estación 2 (ST2) hasta el punto más alto del recorrido la Estación 3 (ST3). Al bajar, esperamos un poco a que nuestros compañeros de viaje inicien la marcha para distanciarnos de ellos y poder ir más tranquilos haciendo fotos. Luego, dejando a nuestra izquierda el lago Proscansko, cruzamos por pasarelas de madera en dirección al Ciginovac.

A partir de ahí vamos bajando rodeando y cruzando lagos y cascadas hasta el embarcadero. Este recorrido (lagos altos) lo hacemos casi en solitario, encontrando de vez en cuando a algún turista, pero nada para lo que cuentan de otras épocas del año. A mitad de recorrido llueve durante un rato, pero cesa enseguida. Lo agradecemos porque no podemos parar de hacer fotos en cada rincón y con la lluvia es más complicado. Encontramos algunos patos y, gracias al ojo avizor de Primi, también una bonita salamandra.

Casi sin darnos cuenta, entretenidos por las vistas, pasa la mañana y llegamos al embarcadero P2. Vamos con intención de descansar y comer algo antes de hacer la travesía, pero al ver que está a punto de zarpar, subimos directamente.

En el barco está permitido comer y decidimos aprovecharlo. Sacamos los bocadillos y nos los vamos comiendo durante la travesía que cruza el tranquilo lago Kozjak hasta el  embarcadero P3, que resulta ser la zona principal de recreo, con algún restaurante y puesto de comida, mesitas de pic-nic y aseos. Como ya hemos comido, decidimos tomar aquí los cafés con algún dulce y descansar un poco antes de continuar.

Cuando nos ponemos de nuevo en marcha comienza a llover y a soplar un viento helado, pero según avanzamos para descender bordeando los lagos y dejando atrás la gran masa de agua que es el Kozjak, la estrechez del valle nos protege un poco y el viento deja de ser molesto. Poco después cesa definitivamente la lluvia. El recorrido es diferente al de esta mañana, pero igualmente bello. Básicamente son tres lagos a diferentes alturas unidos por cascadas y guarecidos entre paredes montañosas que forman un cañón. No hay dos rincones iguales.

Llegamos al último de los lagos que recorremos, el Kaluderovac, preparados ya para dar por finalizado el recorrido, sin saber que todavía nos aguardan algunas sorpresas. La primera las espectaculares vistas hacia el valle desde el que emerge un bonito arco iris gracias al agua pulverizada y a los tímidos rayos de sol que han ido apareciendo. Pero luego, al dar la vuelta hacia nuestra izquierda bordeando la montaña, nos encontramos de frente con la cascada más espectacular del parque, la Veliki Slap.

Encantados con este broche final iniciamos el ascenso, siguiendo la ruta, hasta la entrada 1. En la subida todavía nos esperan las mejores vistas del parque, las que aparecen siempre para publicitarlo. Realmente son espectaculares.

Al llegar a la entrada-taquilla 1, vamos directos a la parada del tren para regresar con él al punto en el que iniciamos la visita. Luego caminamos hasta el parking encantados con la jornada que hemos vivido y comentando lo poquito que nos ha molestado la lluvia finalmente.

Ya en el coche ponemos rumbo a Zagreb, la capital del país y nuestro último destino aquí.

En cuanto salimos a la carretera notamos un enorme cambio en el paisaje respecto al que hemos estado recorriendo en los últimos días. Esta parte del país es más montañosa y las casas tienen un aspecto que recuerda a los chalets alpinos. Hay más vida. Circular por carretera y no por autopista contribuye a mejorar las vistas. Imaginamos que anoche al llegar serían similares, pero no veíamos nada a nuestro alrededor por la oscuridad y la fuerte lluvia.  Antes de llegar por fin a la autopista que nos llevará a Zagreb, pasamos un largo tramo de retenciones.

Llegamos al final de la tarde y conseguimos aparcar casi en la puerta del apartamento que hemos alquilado, aunque es zona azul y efectuar el pago en la máquina resulta algo complicado. Descargamos las maletas y llevamos el coche a un parking.

La casa está bien, cuidada y agradable, pero tiene puesta la calefacción de suelo radiante y nos cuesta mucho conseguir apagarla y refrescar el piso. Hace un calor increíble. Todo está automatizado, incluso las persianas, que pasamos un buen rato subiendo y bajando equivocadamente hasta conseguir dominar el mando.

Estamos cansados y nos limitamos a hacer alguna compra en el supermercado que tenemos justo abajo, darnos unas duchas y quedarnos en casita cenando y viendo las fotos de la jornada. No deshacemos mucho la maleta porque mañana volamos de regreso.

 

DÍA 8: SÁBADO 15 ABRIL: ZAGREB-BARCELONA (13 Km + vuelo)

Degustamos nuestro último desayuno en Croacia, recogemos el equipaje y traemos el coche a la puerta para cargarlo. Luego lo dejamos de nuevo al aparcamiento donde permanecerá hasta la hora de ir al aeropuerto.

Hemos reservado en el último momento un Free Walking Tour para esta misma mañana. Pero antes de ir al punto de encuentro tenemos tiempo de hacer un primer recorrido turístico comenzando por el Pabellón de Arte de la plaza del Rey Tomislav, ubicada en la conocida como ciudad baja o Donji Grad.

Desde allí, disfrutando de los jardines, vamos bordeándolos caminando hacia la plaza Ban Josip Jelačić, punto neurálgico de la ciudad y lugar de encuentro para la visita guiada.

Al llegar a la altura del parque Zrinjevac vemos a mucha gente reunida y tomando algo junto al templete en el que alguien se dirige al público micrófono en mano. No sabemos muy bien que celebran, pero no nos detenemos demasiado a averiguarlo.

Pronto llegamos al lugar indicado, una bella plaza de estilo imperial, rodeada de lujosos edificios con aire de nobleza. Está muy animada y las terrazas llenas de gente tomando algo. Nosotros, viendo que todavía disponemos de algo de tiempo, nos unimos a ellos. Elegimos la bombonería Kraš choco&café, de gran tradición en la ciudad.

Cuando llega la hora de unirse al grupo el cielo amenaza lluvia, pero provistos de paraguas nos disponemos a iniciar la visita.

La primera información que recibimos es el origen de la ciudad en la Edad Media a partir de dos poblaciones asentadas una frente a otra en unas colinas: Gradec y Kaptol. La primera, hoy conocida como Ciudad Alta, pertenecía a la nobleza, mientras la segunda estaba bajo el control del clero. Estas dos poblaciones junto a la Ciudad Baja desde la que hemos partido hoy contienen los principales lugares visitables de la ciudad.

Nosotros, subiendo por la calle Radiceva, de marcada pendiente, os dirigimos hacia las puertas de acceso a la antigua Gradec, la llamada Puerta de Piedra. Curiosa porque alberga una capilla en su interior, el Santuario de la Virgen María. La guía nos cuenta algunas historias y/o leyendas del lugar antes de cruzarla y seguir adentrándonos en las calles de esta ciudad alta.

Hacemos una breve parada ante una de las farmacias más antiguas de Zagreb para mostrarnos su curioso escaparate y enseguida continuamos hacia la plaza donde se ubica la Iglesia de San Marcos, lugar emblemático de la ciudad, conocido por su tejado de cerámica representando dos escudos. Por desgracia para nosotros la iglesia está completamente andamiada y únicamente podemos ver el tejado.

Desde aquí, pasando ante la bonita fachada de la Concatedral de los santos Cirilo y Metodio, vamos hasta los pies de la torre Lotrščak. Esta torre que formaba parte de la muralla de la ciudad, mantiene la tradición de avisar a sus habitantes con un cañonazo a las 12 de mediodía. Tradición que tiene su origen en el aviso a campesinos del cierre de las puertas de la ciudad. Está ubicada justo al borde de la colina, junto al paseo Strossmayer, desde donde se domina la ciudad baja, ofreciendo vistas espectaculares de esta y del funicular que une ambos barrios. Se dice de él que es uno de los funiculares con menor recorrido del mundo, 67 metros, y está protegido como monumento cultural al ser el medio de transporte más antiguo de la ciudad. Comenzó a funcionar a vapor en 1890 y todavía hoy sigue en marcha.

A las 12 en punto se escucha el famoso cañonazo. La guía nos ha avisado que suena fuerte y que estemos preparados, pero no sabe que venimos de la Comunidad Valenciana donde las mascletás nos tienen bien acostumbrados. Lo mejor de todo es que tras el cañonazo vemos asomar una cabecita por la ventana más alta de la torre saludando al público. Por supuesto se trata del orgulloso artillero que espera su recompensa por el disparo.

Comentando la graciosa escena vamos descendiendo por el arbolado paseo hasta llegar a un mirador sobre la ciudad. En circunstancias normales las vistas sobre las torres de la catedral y otras bellas iglesias visibles desde aquí serán espectaculares, pero he de decir que para nosotros toda la ciudad está andamiada y en restauración. La guía nos explica que hubo un terremoto justo durante el reciente confinamiento y una de las torres de la catedral perdió la parte más alta que se desplomó sobre el Palacio arzobispal situado justo al lado. De ahí los andamios.

Al llegar abajo cruzando por la calle Krvavi Most nos dirigimos a Kaptol, hoy una zona de restaurantes, que alberga el famoso mercado Dolac y la catedral de la ciudad.

Hacemos un recorrido por la zona y terminamos la visita en el punto en el que la iniciamos, pero está vez dentro de una galería comercial porque ha comenzado a llover.

La guía nos indica lugares para comer comida tradicional en la zona del mercado, pero cuando nos dirigimos a ellos, paraguas en mano, están completamente llenos. Después de varios intentos bajo la lluvia optamos por un Mc Donald cercano. Hace tanto tiempo que no vamos a uno que hasta nos resulta buenísima la comida. Especialmente los capuchinos del McCafé.

Cuando vemos que la lluvia ha parado regresamos de nuevo a los lugares visitados esta mañana para recrearnos y hacer fotos a nuestro aire. En el recorrido adquirimos algún pequeño recuerdo y a media tarde vamos regresando al parking para coger el coche rumbo al aeropuerto.

Salimos con mucho tiempo y esto nos permite llenar el depósito de gasolina, reorganizar las mochilas modo vuelo, devolver el coche de alquiler y tomarnos unos bocadillos antes de facturar.

Luego, ya pasado el control policial, cargamos nuestros móviles y llenamos las botellas de agua aguardando nuestro vuelo que nos traslada sin incidencia alguna a Barcelona.

Esta vez ya conocemos los pasos a realizar para llegar al aparcamiento, cambiando primero de terminal con el bus lanzadera. Tardamos un poco más en hacerlo porque la recogida de equipajes se alarga. Suponemos que es debido a una actuación policial, ya que a la bajada del avión varios agentes esperaban a un pasajero.

Llegamos al hotel bastante tarde y nos disponemos a descansar en cuanto entramos en la habitación.

 

DÍA 9: DOMINGO 16 ABRIL: BARCELONA-MONFORTE DEL CID (511 Km)

Bajamos temprano a desayunar, pero sin prisas, saboreando el tiempo que nos queda juntos. Después recogemos, cargamos el coche y ponemos rumbo a casa.

El recorrido por la autopista de la costa no aporta mucho que contar y tras una parada de descanso en Benicarló, llegamos a Valencia donde nos despedimos de Mati y Primi, a los que ya estamos empezando a echar de menos. La parada es breve porque queremos llegar a comer a casa y así lo hacemos.

A partir de ahí queda compartir los recuerdos y las fotos, recordar lo vivido cada vez que volvemos a encontrarnos.

 

 

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