INTRODUCCIÓN
Este viaje estaba previsto para seis personas, ya que nos acompaaban nuestros hijos y sus parejas, pero finalmente solo uno de ellos pudo venir. Hemos viajado cuatro adultos y ha tenido diez días de duración, entre el 18 y el 28 de agosto de 2025.
Tras un vuelo directo Alicante-Keflavik, hemos cogido un coche de alquiler en el aeropuerto, un Kia Sorento híbrido, 4 x 4, de 7 plazas, con el que hemos dado la vuelta completa a la isla.
El recorrido total ha sido de unos 2400 km
EL VIAJE DÍA A DÍA
DÍA 1: LUNES 18 AGOSTO: ALICANTE – KEFLAVIK
A media tarde recibimos un email de la compañía aérea indicando que nuestro vuelo, originalmente previsto para las 22:45, se atrasaba a las 3 de la madrugada. A partir de ahí comienza una auténtica odisea, casi un calvario, la verdad.
Tras este mensaje llega otro para indicarnos que el equipaje facturado debe entregarse en las ventanillas de facturación alrededor de las 21:00. No nos parece una gran tragedia porque vivimos cerca del aeropuerto.
Poco antes de las 21:00 nos llega un nuevo mensaje: el vuelo se retrasa a las 5:20 ya del día 19. Volvemos a consolarnos pensando que al menos estamos en casa y podemos cenar e incluso dormir un poco hasta las 3:00.
El problema viene al llegar a la ventanilla de facturación a las 21:00 y decirnos la empleada de ventanilla que no debemos marcharnos, que en cualquier momento podrían recolocarnos en otro avión, y si no estamos en el aeropuerto nos quedaríamos en tierra. “¿En serio?” ¿Tenemos que estar ocho horas en el aeropuerto “por si acaso”? ¿Tan mal organizados están? Pues, parece que sí.
La incertidumbre nos fastidia el descanso y, aunque volvemos a casa porque no hemos traído ni el equipaje ni a nuestros acompañantes, ya no nos quedamos a descansar. Por el contrario, cenamos deprisa, recogemos el equipaje, cerramos la casa y nos vamos al aeropuerto.
A las 23:00 ya hemos pasado el control policial para un vuelo previsto a las 5.
Intentamos tomárnoslo con humor y gastamos los 12 € que nos ofrece la aerolínea en unos batidos y unas napolitanas. Pero aún con eso, las horas se hacen muy largas y no podemos evitar lamentar este sinsentido. Podríamos haber venido tranquilamente a las 3 de la mañana y descansar un poco en casa.
Para colmo cuando lleguemos a Islandia habremos perdido la primera noche de hotel ya pagada y no cancelable.
Con un poco de suerte –pensamos– conseguiremos darnos en ella una ducha y cambiarnos de ropa para la 1ª jornada de turismo en la isla.
Nuevas dudas nos asoman cuando Javi y Bego, que todavía no han llegado, nos comentan que por lo que han visto puede atrasarse a las 6 ¡¡Esto es una verdadera pesadilla!!
A las 3:30 se unen a nosotros y alrededor de las 5 comienza a haber movimiento para el embarque que, tal como habían predicho no se realiza hasta las 6.
Desgraciadamente en el último momento, debido quizá a tanto retraso e incertidumbres, la tensión del momento les supera y no pueden acompañarnos, debemos volar sin ellos.
La despedida y el despegue resultan especialmente duros al haber dejado en tierra a la tercera parte del grupo, pero el cansancio nos vence y pasamos el vuelo durmiendo. Nos ha pasado factura el retraso y la noche en vela.
DÍA 2: MARTES 19 AGOSTO: KEFLAVIK -CÍRCULO DORADO (220Km)

Aterrizamos en Keflavík a las 8:30 hora islandesa (10:30 hora española), recogemos el coche de alquiler y decidimos ir al hotel que teníamos para esta noche y no hemos usado. Al menos podremos ducharnos, cambiarnos de ropa y tomar un café. Poco más nos da tiempo ya que llegamos alrededor de las diez y hay que dejarlo definitivamente antes de las once.
Así lo hacemos y poco después estamos de nuevo en el coche. La siguiente parada, en las afueras de Keflavik es en un supermercado Bónus, muy conocidos en la isla por su logo del cerdito amarillo y por ser una de las cadenas más económicas. Allí nos abastecemos para el viaje. Llama nuestra atención el modo en que organizan los alimentos que necesitan frío, como frutas y verduras o lácteos y carne, en lugar de un estante refrigerado como aquí, están directamente en una habitación separada que es una cámara frigorífica. Entrar a cogerlos es morirte de frío. Y eso en agosto, ni imaginamos en invierno.
Al salir ponemos rumbo al Parque Nacional Þingvellir (Thingvellir), un lugar de enorme importancia histórica y natural, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2004. En este sitio se fundó en el año 930 el Alþingi, considerado el parlamento más antiguo del mundo que todavía existe. Aquí se reunían las tribus vikingas islandesas para decidir leyes y resolver disputas, un testimonio único de la cultura nórdica medieval.
Además de su valor histórico, Þingvellir se encuentra en una falla geológica que marca la separación entre las placas tectónicas de América del Norte y Eurasia. Caminar por sus senderos es literalmente recorrer el límite de dos continentes.
Aparcamos junto al centro de visitantes, en un estacionamiento de pago que da derecho a usar todos los del parque durante un día. Primero nos dirigimos a un mirador que ofrece una vista general de la falla, y luego descendemos para caminar entre las paredes de roca que determinan la separación entre continentes. El sendero conduce hasta el Lögberg, la “Roca de la Ley”, donde se celebraban las asambleas vikingas. Allí ondea una bandera islandesa como símbolo de su relevancia histórica.
Desde allí seguimos hasta la cascada Öxarárfoss, pequeña comparada con otras que veremos después, pero muy pintoresca por el entorno de lava negra y verde vegetación.
De regreso al coche, deshaciendo el paseo, nos dirigimos a Geysir, pero antes hacemos una parada en la cascada Bruárfoss, menos conocida y mucho más tranquila que las turísticas, pero increíblemente bella, no solo por su forma, sino también por el bonito color turquesa de sus aguas, causado por los sedimentos glaciares. Por ello es conocida como “la cascada azul”.
Dejamos el coche en el parking (de pago) y accedemos a ella en un breve paseo que merece la pena: es una de las joyas ocultas del “Círculo Dorado” islandés.
Un puente que cruza las aguas del río permite obtener las mejores vistas. Nos hace mucha gracia el cartel que dice: “El río es muy hermoso, pero también muy peligroso”. Hay muchos avisos de no salirse de las sendas acotadas.
De nuevo en el coche continuamos hacia la zona geotermal de Geysir. El aparcamiento es de pago y ofrece servicios. Estamos en la Ruta Dorada (Golden Circle), que por su proximidad a Reikiavik es destino de muchas excursiones organizadas. Los autobuses de turistas son frecuentes y no es raro escuchar varios idiomas a la vez.
El recorrido por las fumarolas está señalizado y acotado, pero no son muy grandes ni llamativas como las que veremos en el norte del país. Lo verdaderamente impresionante aquí es el géiser Strokkur, el más activo de la zona. El Gran Geysir, que dio nombre a todos los géiseres del mundo, se encuentra también en este valle geotérmico, aunque hoy en día apenas entra en erupción. Strokkur, en cambio, sigue lanzando columnas de agua hirviendo de hasta 20-30 metros cada pocos minutos.
Nos quedamos a verlo lanzar sus aguas a lo alto cinco o seis veces. Nos parece apasionante y cada “erupción” es diferente a la anterior, como si la naturaleza quisiera sorprendernos.
La última visita del día resulta un bonito punto final a esta primera jornada. Aparcamos junto a la tienda/restaurante, de nuevo en un aparcamiento de pago. Las vistas del horizonte al fondo dejan ver un enorme glaciar sobre las colinas, al fondo de un paisaje profundamente llano.
Caminando brevemente llegamos al mirador sobre la cascada Gullfoss (la “cascada dorada”). ¡Impresionante! Una enorme masa de agua se precipita sobre una grieta en la llanura, creando un estruendo que se escucha a cientos de metros.
Gullfoss es uno de los iconos naturales de Islandia, no solo por su belleza sino también por su historia: a principios del siglo XX se intentó aprovecharla para construir una central hidroeléctrica, pero gracias a la lucha de Sigríður Tómasdóttir, considerada una de las primeras defensoras del medio ambiente en Islandia, el proyecto fue detenido y la cascada se salvó.
Recorremos todos sus miradores acercándonos tanto al que casi nos empapamos con el agua pulverizada que provoca la caída.
Terminada la visita y acompañados por una preciosa luz anaranjada de atardecer, vamos hacia la casa en la que nos alojaremos las próximas dos noches. Una preciosa casita blanca en el campo con un gran salón rodeado de cristaleras y con un jacuzzi exterior que aprovecharemos cada día.
Este primer baño, por novatos, lo hacemos en el jacuzzi tal cual lo encontramos (está ya lleno de agua caliente), pero nos da la sensación de que el asiento está algo resbaladizo y comenzamos a pensar que quizá deberíamos haber cambiado el agua. Decidimos hacerlo al día siguiente y hoy terminamos con una eficiente ducha. Este es un buen momento para aclarar que las duchas en Islandia se abastecen de agua caliente procedente de fuentes termales y por lo tanto huelen exactamente igual que los baños termales que se encuentran por todo el país (algo parecido a huevo duro). En algunas casas te informan de este hecho mediante carteles para que no pienses que algo raro sucede. El agua fría sin embargo es una de las aguas más puras que existen y se recomienda beber de ellas y no comprar agua embotellada. Hay que llevar cuidado, eso si, y llenar las botellas asegurándose que el grifo esté en posición de agua fría.
Durante la noche, molestas moscas nos despiertan. No sabemos por dónde han entrado, pero la cada está llena y al día siguiente, para evitar que se repita nos dedicaremos a ir eliminándolas entre todos.
DÍA 3: MIÉRCOLES 20 AGOSTO: TIERRAS ALTAS (210Km)

Desayunamos juntos y nos preparamos para la jornada de hoy, algo diferente a las demás. El motivo es que hoy será el único día en el que la ruta será a pie, y no llevaremos el coche cargado de equipaje porque repetimos alojamiento.
Mientras organizamos todo, Mario vacía el jacuzzi y se dispone a limpiarlo a fondo, después lo llenamos con agua limpia y lo dejamos preparado para esta tarde.
Ya con todo listo emprendemos lo que será una preciosa jornada por las Tierras Altas. Cogiendo la carretera 32, pasamos a la F26 y posteriormente a la F208 y F224. Cada vez la carretera es peor y en algunos tramos vamos dando auténticos botes. Son vías pensadas para vehículos 4×4.
El paisaje cambia constantemente, pero siempre mantiene un aire inhóspito, árido y solitario. Posee una belleza especial que invita a capturarla en fotos o vídeos para recordar, pero no siempre es fácil parar. La tortuosa carretera hace que los coches circulemos en una polvorienta caravana dificultando el poder detenerse sin obstruir el paso a los demás. Eso sí, las imágenes quedan en nuestras retinas como un bello recuerdo.
Landmannalaugar forma parte de la reserva natural de Fjallabak, una zona protegida de unas 47.000 hectáreas en las Tierras Altas de Islandia. Al llegar pretendemos parar en el primer estacionamiento y cruzar caminando el riachuelo que solo algunos vehículos se atreven a vadear. Ya habíamos sido advertidos por la empresa de alquiler del coche del riesgo que eso podría suponer, recordándonos que una avería por cruzar el agua no estaría cubierta por el seguro. No queremos arriesgarnos. Sin embargo nos encontramos con que el aparcamiento está completo (al parecer era necesaria una reserva previa) por lo que retrocedemos un poco hasta un segundo aparcamiento, no demasiado lejos.
Ya desde aquí, nada más bajar del coche, se tiene una clara panorámica del lugar. En medio de la explanada donde se encuentran las construcciones del parque, destaca la enorme lengua de lava conocida como Laugahraun, que hace imaginar claramente lo que pudo ser la erupción del volcán Torfajökull en 1477. El terreno de Landmannalaugar, con sus vastos campos de lava negros, montañas de riolita multicolor y aguas termales, es fruto de diversas erupciones volcánicas, entre ellas la mencionada.
Nos acercamos caminando y nos entretenemos un ratito viendo los intentos de vadear el río de distintos vehículos, algunos con prudencia y otros temerarios. Una pasarela de madera nos marca el camino hacia el centro de Información del parque. Poco antes de llegar a él hay una pequeña poza de aguas termales llena de gente bañándose. Es un lugar muy bonito, pero carteles advierten de que no se garantiza la salubridad del agua. Se dice que históricamente, los viajeros, pastores y colonos usaban estos manantiales para relajarse tras jornadas duras cruzando las Tierras Altas y todavía hoy lo hacen muchos turistas.
El albergue/refugio de Landmannalaugar fue establecido en 1951 y es punto clave de partida de diversas rutas. Es una especie de centro de atención al visitante con un complejo de edificios prefabricados, muy cerca de la zona del camping y del estacionamiento principal. Los edificios son bastante “cutres”, en especial los baños y duchas que se comparten con el camping. En el exterior hay algunas mesas de madera tipo pic-nic, una carpa cubierta con alguna mesa más y un grifo de agua potable para rellenar las botellas, algo que haremos al regresar de nuestra ruta.
Nos dirigimos al punto de información que es a su vez una pequeña tienda de bebidas y picoteos, muy pequeña, casi un quiosco. Informados de las diferentes rutas y con una foto del plano en la mano, elegimos una senda de unas 3 horas de recorrido que cruza por el centro el campo de lava y regresa por su margen izquierdo. Antes de ponernos en camino tomamos un tentempié en una de las mesitas.
Caminando por una senda entre los campos de lava podemos apreciar que está rodeada por montañas de colores que contrastan con la negra lava salpicada de brillantes trozos de obsidiana. En el punto más alejado al refugio, donde la lava parece terminar, se extiende un enorme prado de arena rodeado de colinas que crean un paisaje de cuento. A nuestra izquierda llevamos un rato viendo el denso humo blanco de diversas fumarolas junto a las que pasa la senda que recorremos. El entorno en esa zona tiene un toque mágico e irreal. Como nos sucedió viniendo en el coche, también aquí nos encontramos con múltiples y diversos cambios en el apasionante paisaje que nos ofrece fotos increíbles.
El regreso por el lateral del campo de lava tampoco está exento de sorpresas y rincones que nos dejan boquiabiertos. Poco a poco vamos regresando al refugio, donde descansamos y comemos algo antes de iniciar el camino de vuelta al coche. Luego iniciamos el regreso al coche.
En el trayecto de regreso hacemos varias paradas para inmortalizar los desiertos páramos y las interminables rectas de la carretera.
Al llegar a casa nos espera un limpísimo jacuzzi y la oportunidad de volar el dron en la zona que nos rodea. En Landmannalaugar estaba prohibido.
DÍA 4: JUEVES 21 AGOSTO: SELFOSS A SÓLHEIMASANDUR (180 Km)

Hoy dejamos la casa e iniciamos la ruta circular alrededor del país, pasando cada noche en una casa diferente, llevando en todo momento el equipaje con nosotros. Comienza así una aventura que promete paisajes cambiantes, cielos imprevisibles y mucha carretera por delante.
Nuestros primeros destinos serán las cascadas más famosas del país. Hoy se hace imprescindible la ropa impermeable.
Comenzamos por Seljalandsfoss. La caída de agua se puede ver ya desde la carretera, según nos acercamos, aunque antes de la cascada en sí llama la atención la enorme colina verde que destaca en la llanura que la rodea. Y es al acercarse a ella cuando se ven, no una, sino varias caídas de agua que se precipitan desde la altura.
Al llegar al aparcamiento (de pago) el día está algo nublado, lo que da mayor encanto al paisaje.
Nos acercamos a esta primera cascada que impresiona bastante por su altura y por el rugido del agua cayendo sin pausa. Nos hacemos fotos frente a ella, pero renunciamos a pasar por detrás, no solo por “la mojada” sino también por la cantidad de gente que recorre ese sendero a modo de romería.
Desde allí caminamos hasta Gljúfrafoss o cascada del desfiladero, oculta en una especie de gruta. Solo Javier y yo llevamos pantalón impermeable, y dudamos antes de entrar, pero menos mal que lo hacemos: el espectáculo es sobrecogedor. Para acceder hay que bordear un río pisando piedras resbaladizas, y dentro el sonido del agua retumba entre las paredes húmedas. Hacemos fotos con el móvil, pero sobre todo disfrutamos del momento, casi hipnotizados.
Al volver al coche, completamente empapados, toca cambiarse de pantalones.
Ha comenzado a llover y sigue haciéndolo cuando aparcamos en la siguiente cascada que visitaremos hoy: Skógafoss.
Al llegar comemos algo en el coche para ver si entre tanto cesa la lluvia. Tenemos suerte y lo conseguimos. Ya no volverá a llover hoy.
La cascada, altísima y poderosa, emerge entre montañas cubiertas de verde. Para mí, es la más imprescindible del país. Ya impresiona desde lejos. Está ligada a la historia de los vikingos y es uno de los puntos de partida de antiguas rutas de asentamientos hacia el interior del país.
Antes de acercarnos a ella subimos los más de 500 escalones hasta su parte alta, donde un mirador ofrece una vista vertiginosa del salto. Desde allí, un sendero acompaña el curso del río y permite ver otras pequeñas cascadas y a ovejas que pastan tranquilas en las laderas.
De nuevo bajo nos acercamos al pie de la caída a pesar de volver a empaparnos por ello, consiguiendo unas preciosas fotos, a veces algo mojadas.
Ya en el coche nos encaminamos a visitar la lengua de glaciar Sólheimajökull, que forma parte del glaciar Mýrdalsjökull, que se encuentra sobre el volcán Katla, uno de los volcanes más activos de Islandia. Desde el centro de información, junto al aparcamiento, parten excursiones para caminar sobre él. Nosotros nos limitamos a recorrer el sendero que lleva desde el parking al mirador sobre la impresionante masa de hielo teñida de vetas negras de lava. No nos quedamos demasiado porque ya es medio tarde y todavía nos quedan lugares que visitar.
Después de debatir si merecerá o no la pena, decidimos ir a ver el avión abandonado. Se trata de un avión DC-3 de la Marina de los Estados Unidos que se estrelló en 1973 en la playa de Sólheimasandur. Todos los tripulantes sobrevivieron, pero el fuselaje ha quedado como un monumento surrealista en medio de la arena negra y se ha convertido en un icono fotográfico.
Aparcamos y nos disponemos a llegar caminando en lo que aparenta ser un sencillo paseo en línea recta, pero no tenemos la precaución de comprobar la distancia en Google Maps. Esto supone un gran error porque el trayecto es muy largo, de unos 4 km, y nos lleva bastante tiempo, unos 50 min (que luego repetiremos para volver).
Es una sensación extraña porque estamos en una inmensa llanura y el avión, que ya se ve en la distancia, parece estar cerca, sin embargo, cuando te pones a caminar, da la sensación de que nunca llegas.
Cuando por fin lo alcanzamos no hay un cañón accidentado sino dos. Esto nos desconcierta bastante, aunque luego hemos leído que parece haber sido puesto a propósito para “sustituir al original” que se está deteriorando con el tiempo. Es un reclamo turístico que al parecer quieren mantener.
Curioseamos, hacemos fotos, volamos el dron y emprendemos el largo regreso.
A nuestra derecha se aprecian a lo lejos los acantilados de Dyrhólaey bañados por el sol del atardecer. Como sucedió ayer, el cielo y el paisaje alrededor se ha teñido de una luz preciosa, dejando atrás la lluvia de esta mañana.
Al llegar al coche, viendo lo tarde que se nos ha hecho, decidimos dejar los acantilados y la playa de Reynisfjara para mañana, aunque tenemos que retroceder un poco, y, bajo esta maravillosa luz, cruzamos Vik, campos de lava y una zona de pseudocráteres antes de llegar a nuestro alojamiento de hoy.
Está situado en un lugar con espectaculares vistas al atardecer y al inmenso campo de lava, pero como vivienda deja mucho de desear: sin duda el peor alojamiento del viaje.
Es una enorme casa de dos plantas con estancias espaciosas, pero con una cocina y un baño que conocieron tiempos mejores. Lo mejor es el jacuzzi, pero hasta eso es un fallo porque el agua quema y no conseguimos enfriarla. Será el único día en el que disponiendo de este servicio no podamos usarlo.
DÍA 5: VIERNES 22 AGOSTO: DYRHÓLAEY-STOKKSNES (371 Km)

Hoy tenemos por delante un intenso día que nos llevará a los lugares que más nos han gustado en este viaje.
Comenzamos deshaciendo camino para regresar a los acantilados de Dyrhólaey, que ayer no pudimos llegar a ver. Aparcamos y nos disponemos a visitarlos bajo un fuerte viento. Además de las preciosas vistas sobre la playa Reynisfjara, nos sorprende la presencia de frailecillos, que nos hacen disfrutar un rato con su vuelo y presencia.
Dyrhólaey, significa “isla con puerta” por el arco natural que se forma en su extremo y es una antigua península volcánica creada por una erupción submarina. Como hemos podido ver, hoy es un santuario para aves marinas, especialmente en verano.
De nuevo en el coche, rodeamos la colina para dirigirnos a la famosa playa, la más peligrosa de Europa, según dicen. La verdad es que el fuerte viento que sopla hoy la hace parecer temible. Tenemos que llevar cuidado al abrir las puertas, aunque Javier ha tenido la precaución de aparcar de cara al aire.
Una de las primeras cosas que hacemos es buscar el semáforo, que hoy luce en ámbar, y leer bien en el cartel que indica hasta dónde es prudente llegar en función del color del semáforo.
Mientras caminamos por la arena, las fuertes rachas de viento hacen que la arena golpee nuestra cara, llegando casi a hacer daño. Las olas, aun desde la prudente distancia, impresionan por su fuerza.
Nos acercamos a la pared de columnas de basalto, un espectacular ejemplo de formaciones hexagonales que se producen cuando la lava se enfría lentamente. Nos hacemos fotos en ellas y como fondo las agujas de roca que emergen del mar y que una leyenda islandesa considera trolls petrificados por el sol mientras intentaban arrastrar un barco a tierra.
Sobre la pared de basalto descubrimos una gran colonia de frailecillos instalada en ella. Disfrutamos mucho viéndolos tan de cerca; se aprecian mejor que en los acantilados esta mañana.
Hoy vamos un poco apurados de tiempo al haber añadido a la jornada estos dos destinos que dejamos ayer y aún tenemos que estar a las 17:30 en los lagos glaciares donde tenemos reservado un paseo en zodiac. Decidimos dejar la cascada Skógafoss y el cañón Fjaðrárgljúfur para otra ocasión, y vamos directos a los glaciares.
Pronto comienzan a verse a lo lejos, destacando sobre en el llano paisaje. Ofrecen una bonita imagen que saboreamos mientras comemos, en una pequeña zona de picnic junto a la carretera. Nos dirigimos primero al glaciar Svínafellsjökull. Llegando se aprecia en toda su extensión el Skaftafell, cuya lengua está muy próxima. Aparcamos y un corto sendero nos acerca a la lengua de hielo. Primero pasamos un lago alpino muy bonito y después, subiendo una pequeña colina, queda ante nosotros la enorme masa de hielo que termina en un lago con pequeños icebergs. La imagen que ofrece el conjunto es espectacular, pero debemos ponernos en camino si queremos llegar a tiempo al paseo en zodiac.
Desde aquí hasta nuestro alojamiento de esta noche vamos bordeando la enorme masa glaciar del Vatnajökull el mayor de Europa por volumen, que cubre un 8 % de la superficie de Islandia. Bajo su capa de hielo se esconden varios volcanes activos, entre ellos el Grímsvötn, cuyo calor geotérmico derrite parte del hielo y crea los ríos glaciares que recorren el sur del país. y lo que vemos al pasar son lenguas de hielo que, con diferentes nombres, dejan ver su enormidad.
Siguiendo la ruta, pasamos de largo el glaciar que forma el lago Fjallsárlón para dirigirnos al Jökulsárlón, más grande e impresionante. La masa de hielo al fondo brilla con la luz de la tarde y los enormes icebergs flotando sobre el agua ofrecen una imagen increíble. ¡Ya estoy deseando bajar cámara en mano! Es el destino que más me atraía de Islandia antes de venir y en directo es todavía mejor.
Hemos llegado con el tiempo justo para la travesía, así que debemos buscar primero el local de la empresa con la que hemos reservado. Pronto descubrimos que nos hemos equivocado de lago y que es en el anterior. Salimos rápidamente hacia allí y conseguimos llegar para embarcar sin problemas. Debemos ponernos una enorme chaqueta y salvavidas que nos entregan allí mismo y bajar al embarcadero.
Nuestro guía resulta ser un amable joven que hace el recorrido muy ameno e interesante. Nos enseña la parte sumergida de un “aparentemente” pequeño trozo de hielo, nos invita a escuchar el sonido que se produce en su interior… y poco a poco llegamos a unos 100 m de distancia de la masa de hielo del glaciar. ¡Es impresionante! En el silencio disfrutamos del momento, empapándonos de las vistas y los sonidos.
Al bajar del barco nos dirigimos, ahora sí, al lago Jökulsárlón. De nuevo nos sentimos sobrecogidos con las primeras vistas. La luz anaranjada del final de la tarde lo embellece todavía más. Jökulsárlón comenzó a formarse en la década de 1930 debido al retroceso del Vatnajökull. Hoy su profundidad alcanza los 250 metros, convirtiéndolo en el lago más profundo de Islandia. Sus icebergs, proceden de desprendimientos de la lengua de hielo Breiðamerkurjökull.
Para llegar al aparcamiento debemos cruzar por un puente un amplio canal de agua que une el lago con el mar. Por él circulan enormes bloques de hielo que la corriente empuja con fuerza considerable. Cuando esos bloques llegan a la playa se acumulan sobre la arena negra o entre las olas que rompen en ella, formando la conocida “Playa de Diamantes”, una de las joyas naturales de este país. Su nombre se debe al brillo translúcido de los trozos de hielo bajo el sol, que contrastan con la arena volcánica negra.
Nada más cruzar el puente, llegamos al aparcamiento a la derecha, dejamos el coche y salimos a disfrutar de esta maravilla. Desde el lago vamos bordeando el canal hasta la playa, uno de los lugares más mágicos de Islandia. De vez en cuando, asoma alguna foca entre las frías aguas, entreteniendo a los turistas que hacen fotos sin parar.
Paseamos un buen rato por la zona y casi con pereza nos ponemos en marcha hacia nuestro hotel de hoy. Nos habría encantado quedarnos más, incluso cenar en las mesitas de madera con tan bello atardecer como fondo, pero hay una hora tope de llegada al hotel y no podemos demorarnos.
En el trayecto todavía vemos un par de lenguas de glaciar destacando en la ladera de las colinas. Son todas espectaculares y nos hacemos conscientes de que a esta zona le deberíamos haber dedicado dos días y no uno. Ya tenemos motivos para regresar.
Oscurece del todo poco antes de llegar al Viking Café, nuestro alojamiento de hoy. Se trata de una pequeña cafetería-tienda-restaurante con zona de acampada en el exterior, de aspecto muy rústico. Sin embargo, las habitaciones son muy nuevas y cuidadas, y la amabilidad con la que nos reciben no puede ser mayor.
Llegamos justo a las 10, hora en la que cierran el local y, aun así, nos invitan a usar su microondas si lo necesitamos y a que cenemos en la habitación. Nos proporcionan cubiertos y nos ofrecen lo que necesitemos.
La verdad es que resulta un cálido descanso.
DÍA 6: SÁBADO 23 AGOSTO: STOKKSNES- EGILSSTAÐIR (238Km)

Nuestro plan para hoy era levantarnos muy temprano para hacer coincidir el amanecer con la marea baja en la playa de Stokksnes y conseguir el efecto “espejo” en la arena, pero después de llegar tan tarde y tan cansados por el intenso día, decidimos dejarlo y levantarnos con normalidad. Así lo hacemos, desayunando en el propio establecimiento (ya que estaba incluido con el alojamiento).
El acceso a la playa, a una aldea vikinga que se hizo como decorado de una película y al faro, es de pago. El pago se efectúa en el propio hotel y hay una barrera justo al lado para acceder. A nosotros nos viene incluido en el alojamiento. Antes de salir nos informan de que la zona está ahora mismo cubierta de niebla y nos recomiendan comenzar por el faro, donde quizá podamos ver focas, o por el poblado vikingo, dando tiempo a que en la playa despeje la niebla y se pueda ver la enorme montaña que hay detrás.
Así lo hacemos, eligiendo el faro, pero sin éxito con las focas. No tardamos mucho en dirigirnos a la playa, no ha despejado del todo pero las nubes bajas también dan encanto al paisaje. Nosotros vamos buscando el reflejo en la arena mojada que deja el mar al bajar la marea, y la verdad es que hacemos bonitas fotos. Justo cuando decidimos volar el dron comienza a llover. Decidimos ir volviendo al coche y, dejando de lado la parada en el poblado vikingo, nos ponemos en marcha.
Disfrutando del espectacular paisaje llegamos a nuestra siguiente parada: la playa de Hvalnes, una reserva natural situada a los pies del monte Eystrahorn. Este lugar es conocido por la presencia habitual de cisnes cantores (Cygnus cygnus), el ave nacional de Islandia. Desde la carretera ya se distinguen descansando sobre las tranquilas aguas.
Hay un entrante alargado de arena negra que separa el mar de una especie de albufera, donde los cisnes anidan y se alimentan. El brazo de tierra tiene playa por ambos lados, un fenómeno similar al de la Manga del Mar Menor, aunque en escala mucho más pequeña.
Para acceder a mar abierto desde el aparcamiento debemos ascender un par de colinas de finas piedras negras que crujen bajo nuestros pies y dificultan caminar. Finalmente conseguimos ver la playa. Las olas chocan con fuerza estallando en la arena. Cuando descendemos vamos bordeando la albufera intentando acercarnos los cisnes, pero al vernos se alejan con elegancia, protegiendo su territorio.
Continuamos después la ruta costera que ofrece vistas increíbles sobre acantilados e infinitas playas negras. Hacemos alguna parada fotográfica pero no nos detenemos mucho hasta llegar a Djúpivogur, un pequeño pueblo pesquero con una larga tradición marítima. Este asentamiento data del siglo XVI, cuando los mercaderes daneses establecieron aquí un importante puesto comercial. Su puerto natural, protegido por las montañas circundantes, facilitó el comercio de pescado seco y otros productos islandeses.
Paramos a repostar, compramos provisiones y aprovechamos para curiosear en una tienda de recuerdos. Cerca de allí, un pequeño puesto con mesas al aire libre ofrece bocadillos de salmón islandés, fresco y de sabor intenso, un auténtico manjar del país. Coincidimos con unos viajeros que conocimos en las Tierras Altas y nos recomiendan probarlos: tienen razón, están deliciosos.
Debemos continuar la ruta hacia Egilsstaðir y tenemos dudas sobre la ruta a seguir. Podemos tomar la 1 y bordear los fiordos del este del país o cruzar el paso Oxi. Tenemos buenas referencias de ambos, pero hay que elegir. Finalmente, bordeando todavía por la carretera 1 el fiordo Berufjörður, nos desviamos hacia el puerto Oxi para salir luego a la carretera 95. Casi enseguida comenzamos a subir por un verde valle y no tarda en aparecer a nuestra izquierda la imagen de una bonita cascada: Folaldafoss o cascada del potro. Aunque no es una de las más famosas y su tamaño es más pequeño, tiene mucho encanto. Llama especialmente nuestra atención el color turquesa del pequeño lago en el que vierte sus aguas. Aparcamos y nos acercamos caminando para disfrutarla de cerca y hacer alguna foto El rumor del agua, cada vez más cercano, ameniza el camino.
Cuando continuamos subiendo el puerto una densa nube envuelve el camino, impidiéndonos ver más allá de unos metros, pero, por lo que tenemos cerca, se adivina un bonito paisaje.
Al descender, el terreno se vuelve más agrícola, sobre todo al acercarnos al lago Lögurinn, rodeado de suaves colinas y granjas dispersas. Los islandeses cuentan que en sus profundidades vive una misteriosa criatura, el Lagarfljótsormurinn, algo así como el “monstruo del lago” del que se habla desde la Edad Media.
Hemos decidido no desviamos hacia las cascadas Hengifoss y Litlanesfoss, que dejamos para otra ocasión, y llegamos a nuestra granja a media tarde. El sol empieza a descender y baña de dorado los prados que podemos ver desde nuestra terraza. Hay un grupo de caballos islandeses paciendo tranquilamente y los patos de la granja se vuelven locos de alegría cuando decidimos vacíar el hot tub para cambiar el agua. Va directamente a su charca. Desde la terraza, la escena parece sacada de un cuadro.
Nos instalamos mínimamente, ponemos a llenar el hot tub y en cuanto estamos listos, interrumpimos el llenado y nos marchamos a visitar Seyðisfjörður, un encantador pueblo costero al fondo del fiordo del mismo nombre. Fundado en el siglo XIX por comerciantes noruegos, conserva una marcada influencia escandinava en su arquitectura de casas de madera de colores. La luz del atardecer se refleja sobre el fiordo, tan quieto que parece un espejo. Es un pueblo pequeño, pero bastante animado. Enseguida encontramos la calle que lo ha hecho famoso por su “paso de cebra” pintado con los colores del arco iris, símbolo del apoyo local al colectivo LGTBI y una muestra del espíritu inclusivo y artístico que caracteriza a la comunidad. Al fondo, una pequeña iglesia azul (Bláa Kirkjan) de torre afilada que completa la icónica imagen.
Continuamos luego dando un paseo alrededor de una especie de lago interior formado por las aguas del fiordo. En el extremo opuesto a la iglesia se está celebrando lo que parece un concierto al aire libre, algo alternativo. De momento solo hay 10 o 20 personas y un “chiringuito” en una caravana.
Terminada la vuelta y de nuevo en el coche regresamos a casa pasando junto a la cascada Gufufoss. Todavía nos espera un relajante baño disfrutando de las vistas mientras atardece. Además de los caballos, el animado grupo de patos ameniza la velada.
DÍA 7: DOMINGO 24 AGOSTO: EGILSSTAÐIR -HÚSAVIK (403 Km)

Hoy nos despiden de la granja las cobayas y un simpático gato que juega un rato con Andrea.
Queríamos ir al Bonus antes de marcharnos, pero es domingo y además hemos salido demasiado temprano. Todavía está cerrado. En cuanto nos alejamos un poco del pueblo comienza el tramo más solitario e inhóspito que hemos recorrido en este país. Durante todo el trayecto hasta la cascada Dettifoss no vemos un solo signo de civilización. Ni una casa, farola, ni nave agrícola: la más absoluta NADA, pero tiene su encanto. Menos mal que somos muy prudentes siempre con la gasolina y las provisiones.
Dettifoss forma parte del Parque Nacional Vatnajökull y es la cascada más caudalosa de Europa. Su fuerza proviene del río Jökulsá á Fjöllum, que nace en el glaciar Vatnajökull, el más grande de Europa. La jornada de hoy está planeada para visitarla desde sus dos lados. Antes de venir estuve informándome. Al parecer la mejor foto se hace desde el lado este, pero el lado oeste te permite acercarte más a la caída de agua. Ahora puedo decir además que desde el lado Oeste es más fácil llegar a la segunda cascada, tan bonita o más que la primera, la Selfoss.
El acceso al lado Este es por pista de tierra y solo está abierto en verano. Nosotros comenzamos con esta visita accediendo desde la 1 por la “carretera” 864. Entre nubes de polvo, llegamos al aparcamiento. En cuanto salimos caminando hacia el primer mirador comienza a llover levemente. El recorrido es corto. Pronto comienza a verse un enorme cañón abierto en este páramo desierto, como si la tierra se hubiera roto en dos. Al parecer, el cañón, llamado Jökulsárgljúfur, se formó por sucesivas erupciones y riadas glaciares catastróficas. En medio de esa grieta, circula el agua del caudaloso río que va creando a su paso impresionantes caídas de agua.
Llegamos al primer mirador de la cascada Dettifoss y vemos como la enorme masa de agua levanta una nube blanca al precipitarse al vacío. Continuamos caminando hasta un segundo mirador, más cercano al agua. Las fotos se complican un poco con la lluvia, pero las vistas son impresionantes.
Decidimos continuar caminando por una senda paralela al río para ver la segunda cascada Selfoss pero desistimos al ver la distancia y dificultad de la senda. Pensamos que se nos irá todo el día si lo hacemos y la dejamos para esta tarde, regresando al coche para deshacer el recorrido por la pista de tierra y volver a la 1.
Ponemos rumbo hacia Mývatn cruzando un gran puente sobre el río Jökulsá á Fjöllum cuya cascada acabamos de visitar, sin darle mayor importancia, pero esa misma tarde descubriremos la suerte que hemos tenido al poder cruzarlo enseguida. Encontramos una advertencia en un supermercado avisando de que estará cerrado por obras varias horas cada día. ¡Menos mal que no nos ha pillado! Habríamos perdido el día.
Poco después llegamos a un interesante lugar: la zona geotérmica Hverir, al pie del monte Námafjall, una de las áreas geotérmicas más activas de Islandia. Según vamos acercándonos llama nuestra atención el contraste de unas colinas de colores amarillos, ocres y rojizos que destacan llamativamente entre los verdes paisajes que las rodean. Desde lejos se distingue también el humo blanco de sus abundantes fumarolas.
Llegamos al aparcamiento, de pago y con aseos, como viene siendo habitual en este país, y nos encaminamos a la zona marcada con senderos para ir viendo las distintas pozas de barro burbujeante y las humeantes fumarolas. Los caminos están señalizados y algunas cuerdas impiden acercarse demasiado a las zonas de mayor actividad. El paisaje es increíble y resulta un fondo espectacular para hacer fotos, pero cuesta soportar el olor a azufre y a “huevos duros”, al menos a mí.
Terminada la visita continuamos hacia el lago Mývatn o “lago de las moscas”, parando primero en la cueva volcánica Grjótagjá en cuyo interior hay un manantial de aguas termales. La cueva se ha hecho famosa por haber sido escenario de Juego de Tronos. Pasamos brevemente para hacer una foto, comemos en el aparcamiento y continuamos bordeando el lago, pasando junto al campo de lava Dimmuborgir sin detenernos.
En el recorrido llaman nuestra atención los pequeños cráteres que emergen en el centro del lago y tenemos ocasión de verlos más de cerca al llegar al centro de Visitantes del lago Mývatn. Desde el aparcamiento, en un corto paseo se llega al área visitable de Skútustadagígar, una zona llena de pseudocráteres con una senda establecido para recorrerlos, así como un mirador. En los carteles informativos descubrimos que su origen no es una erupción volcánica sino de vapor de agua, tan abundante en la zona.
Regresamos después hacia el norte deshaciendo el recorrido que bordea el lago por la 848 hasta Reykjahlíð donde paramos a comprar y repostar. Desde allí volvemos a la 1 para deshacer un tramo de la ruta de esta mañana y, sin llegar al puente, adentrarnos por la carretera 862, esta vez una buena carretera asfaltada, hasta el lado opuesto de la cascada Dettifoss. Parece claramente que este es el acceso principal ya que tiene más servicios, un parking más grande y acondicionado y muchos más visitantes.
Desde el aparcamiento hay que ir caminando un trayecto más largo que el de esta mañana hasta llegar a los miradores sobre la cascada, uno un poco más alejado y el otro sobre la caída del agua. Después vamos caminando bordeando el río, por un sendero señalizado mucho más transitable que el que hemos intentado hacer esta mañana, hacia la cascada Selfoss.
La verdad es que la primera imagen nos sobrecoge. Esperábamos algo más pequeño porque se plantea siempre como una segunda posibilidad tras Dettifoss, pero es impresionante. Tiene una altura menor (unos 10 metros), pero un ancho mayor que le da un aspecto de anfiteatro natural. La luz del atardecer ayuda a crear más magia al momento. Nos hacemos algunas fotos y tras disfrutar un ratito de las vistas, decidimos regresar al aparcamiento.
Nos llama la atención, y nos molesta un poco, ver a una pareja de españoles volando un dron sobre la cascada porque hay un cartel a la entrada que lo prohíbe expresamente. Nosotros mismos hemos dejado el dron en el coche.
Continuamos por la carretera 862 dejándonos de la vía principal del país, la 1, para llegar a la costa norte y tomar la 85 hasta Husavík, conocida como la capital islandesa del avistamiento de ballenas y por ser uno de los primeros lugares habitados de Islandia. Allí pasaremos hoy la noche.
En cuanto bordeamos el punto más al norte de la península de Tjörnes, comenzamos a disfrutar de un brillante sol de atardecer que nos acompaña hasta nuestro destino, iluminando en el camino alguna preciosa playa.
Nuestro alojamiento en el centro de Husavík es un apartamento de dos plantas sobre un supermercado y lo mejor de él es la enorme cristalera con vistas al mar del salón y de la habitación principal. Preparamos la cena y la disfrutamos con vistas al atardecer. Hoy no tenemos hot tub.
DÍA 8: LUNES 25 AGOSTO: HÚSAVIK– ÓLAFSFJÖRÐUR (160 Km)

Hoy nos toca madrugar para recoger el apartamento y salir con el equipaje en el coche a aparcar más cerca de la empresa en la que tenemos reservado un safari de avistamiento de ballenas, justo en el puerto. No podíamos prescindir de esta excursión estando en uno de los mejores lugares del mundo para verlas “la capital islandesa del avistamiento de ballenas”
Vamos primero a la oficina donde realizamos el pago de la reserva y nos dan las instrucciones para el embarque y la hora exacta a la que hay que estar en el muelle. Allí mismo nos facilitarán un mono aislante para la travesía.
Pronto estamos acomodados en el barco rumbo a alta mar. No muy lejos de la costa aparece la primera ballena. El barco se acerca rápidamente a ella y podemos ver con claridad el lomo de este enorme cetáceo lanzando al aire su llamativo chorro de agua. Después de tres o cuatro veces alza su cola para sumergirse en la profundidad del mar, entre sonrisas, aplausos y exclamaciones de los navegantes que nos acompañan.
Durante más de una hora veremos el mismo espectáculo en repetidas ocasiones. La guía nos indica que parecen ser solo dos ejemplares pero que están saliendo a respirar una y otra vez. Se distinguen perfectamente una de la otra por la forma de la aleta y el color de la cola. Nos explica que set rata de ballenas jorobadas.
Pasamos momentos mágicos gracias a que todo el mundo respeta el silencio que nos permite escuchar los “resoplidos” antes de verlas: – ¡Por allí resopla! – Y en varias ocasiones, las dos a la vez. El barco decide a cuál de ellas se acerca en cada ocasión.
Satisfechos con la experiencia regresamos al puerto disfrutando de un tranquilo trayecto. Hoy nos está haciendo un día espectacular y el mar está como un lago.
Cuando desembarcamos vamos directos a una cafetería situada justo enfrente de la agencia con la que hemos realizado este safari. La habíamos visto al llegar y tiene buena pinta. Disfrutamos de unos deliciosos crêpes y descubrimos una bebida que nos sorprende muy gratamente: chocolate blanco a la taza. ¡Buenísimo!
Nuestra siguiente parada, de nuevo en camino, es la famosa cascada Goðafoss literalmente “cascada de los dioses”. Se dice que adquirió este nombre porque allá por el año 1000, por decisión del Alþingi (parlamento islandés), Islandia adoptó el cristianismo y, según la leyenda, se echaron a sus aguas estatuas de los antiguos dioses nórdicos como símbolo del cambio.
Aparcamos en el lado este y, caminando un corto trayecto, llegamos al primer mirador situado abajo, casi a nivel del agua. Frente a nosotros la cascada se abre en forma de herradura, impresionante por su extensión de unos 30 metros de ancho. El rugido del agua llega claramente hasta nosotros dándonos una idea de su fuerza.
Desde allí subimos a un segundo mirador que nos permite ver desde arriba cómo se precipitan las aguas del río Skjálfandafljót, uno de los más largos del norte de Islandia, desde unos 12 metros, en un espectáculo poderoso.
Veníamos con la intención de pasar después al lado oeste por el puente peatonal que cruza el río, pero nos damos por satisfechos con las vistas desde este lado y decidimos continuar a Akureyri, la capital del norte y segunda ciudad más grande del país.
Lo primero que llama nuestra atención entrando en esta ciudad es la forma de corazón que tienen las luces de sus semáforos. Investigando un poco sobre ello hemos leído que se instalaron tras la crisis económica del 2008 como mensaje de esperanza.
Aparcamos cerca del puerto y damos un paseo. Un paseo muy breve porque es una ciudad pequeña. Recorremos la parte más céntrica de la calle peatonal Hafnarstræti que nos recuerda un poco a la de Tromsø en Noruega, llena de comercios y terrazas muy concurridas en esta tarde de verano y, al llegar al cruce con la calle Kaupvangsstrætisu, podemos ver sobre una colina su iglesia principal Akureyrarkirkja, diseñada por el mismo arquitecto que la de Reikiavik. Unas largas escaleras permiten acceder hasta ella y completan la imagen que no deja de tener su encanto. Además de a la iglesia de Reikiavik, nos recuerda un poco a la catedral de hielo de Tromsø cuyo diseño intenta evocar los picos nevados del ártico.
Finalizado el paseo y de nuevo en el coche, ponemos rumbo al norte por la carretera 82 bordeando el fiordo hasta llegar a nuestro nuevo alojamiento en Ólafsfjörður. Unas ovejas junto a la carretera nos ofrecen un momento gracioso en el camino, un trayecto salpicado de rústicos túneles de piedra.
Nuestro alojamiento es una cabaña de madera situada frente al lago Ólafsfjarðarvatn que nos ofrece unas bellas vistas, tanto desde la terraza, como desde el porche que cubre la entrada de la casa. Allí mismo tenemos el hot tub que procedemos a llenar en cuanto llegamos para poder disfrutar más tarde de un relajante baño en un entorno espectacular.
Varias anécdotas se suceden antes de dar por finalizado el día: encontramos una mochila en la misma puerta de la cabaña que más tarde vienen a reclamar los vecinos, vemos cómo uno de nuestros jóvenes acompañantes se da un baño “helador” en el lago antes de meterse en el jacuzzi, y volvemos a volar el dron, hoy sobre las tranquilas aguas del lago donde pronto aparecen piraguas que lo cruzan de extremo a extremo, dando más encanto a las vistas.
DÍA 9: MARTES 26 AGOSTO: ÓLAFSFJÖRÐUR – BIFRÖST (384 Km)

Comienza la primera etapa de regreso hacia Reykjavik, un día un poco menos intenso en nuestra previsión de actividades, pero que seguirá descubriéndonos nuevas facetas del país.
Salimos de casa para seguir bordeando la península en la que nos encontramos, por la carretera 76. La primera parada la hacemos en Siglufjordur, una población pesquera que hoy, a modo de museo, da testimonio de un periodo en el que destacaba en el mundo por la pesca y procesamiento del arenque. Este pueblo fue denominado «Capital del Arenque» del Atlántico Norte entre 1903 y 1968, un periodo de auge y prosperidad. Todavía se percibe claramente su ambiente pesquero y hay varios lugares visitables, siendo el más destacado el Museo de la Era del Arenque que documenta su historia. Llama nuestra atención una original escultura junto al puerto representando la labor de las mujeres en aquel periodo.
Hace un precioso día soleado y resulta muy agradable continuar el recorrido costero en coche. Hacemos una breve parada en el extremo más al norte para fotografiar un faro que, por su llamativo color naranja, destaca enormemente frente al mar. No dejamos de otear el horizonte por si vemos pasar alguna ballena, estamos bastante cerca del lugar donde las vimos ayer, pero no hay suerte.
Nos detenemos de nuevo en Hofsós, un pequeño pueblo con el encanto de lo sencillo y con espectaculares vistas de la isla de Drangey. Paramos junto a una tradicional iglesia de torre afilada y damos un vistazo a su piscina termal. Hemos leído que es muy especial porque termina como piscina infinita al borde del mar. Fue diseñada por la arquitecta islandesa Sigríður Sigþórsdóttirpara fundirse visualmente con el océano y sus vistas son impresionantes, le valieron una nominación al prestigioso premio de arquitectura Mies van der Rohe. Nosotros nos limitamos a verla ya que no tenemos tiempo para un baño.
Desde aquí, antes de tomar de nuevo la carretera 1, nos desviamos por la 75 para visitar el museo Glaumbaer Farm. Se trata de una granja tradicional del siglo XIX construida con turba y con hierba en el tejado. Este fue el estándar de vivienda rural en Islandia durante siglos (desde la época vikinga hasta el siglo XX). La turba y el césped sobre el techo servían como un excelente aislante contra el duro clima islandés, minimizando la necesidad de la escasa madera. En su interior todas las estancias están intercomunicadas y las vamos visitando con un pequeño plano que nos han facilitado a la entrada. Resulta una visita interesante, curiosa y diferente a todo lo que hemos ido viendo en este país.
Ya en carretera y tras un corto tramo tomamos de nuevo la Ring Road, para continuar la vuelta a la isla. Pero pronto volvemos a desviarnos para recorrer la península de Vatnsnes. Nuestra primera parada, en la que aprovecharemos para comer, es en Hvitserkur.
Antes de venir tuvimos muchas dudas sobre ir a ver esta roca en forma de rinoceronte porque nos parecía que “no era para tanto”, pero como en la misma península está el lugar más famoso para ver focas, Illugastadir, decidimos hacerlo.
Nada resulta como esperábamos. Parar en Hvitserkur resulta un gran acierto porque, si bien la roca, que la leyenda identifica como un troll petrificado por el sol, no deja de ser solo eso, un imponente farallón de 15 metros de altura cuya forma evoca a un rinoceronte bebiendo, el entorno con marea baja y luz de tarde justifica la visita, ofreciendo muchas posibilidades fotográficas.
Frente a los acantilados, en las playas de arena negra, destacan los montículos cubiertos de vegetación a modo de cabezas con pelo verde, justo iguales a los de la playa de Stokksnes. Pero lo mejor de todo es que entre la playa bajo los acantilados en las que hemos aparcado y las dunas justo enfrente, la marea baja deja al descubierto un montículo arenoso en medio del agua que está completamente lleno de focas tumbadas “al sol”. Al parecer las focas comunes y las focas grises son habituales en la zona.
Seguimos el sendero para descender del acantilado a la playa y nos acercamos a la zona situada justo frente a la colonia de focas para poder verlas un poco más cerca. Muchas otras personas hacen lo mismo y envidiamos a quienes tienen prismáticos para poder verlas mejor. Nosotros debemos conformarnos con el zoom de la cámara o de los móviles.
Ya en la playa y encantados con esta sorpresa nos acercamos caminando por la húmeda arena que la marea ha dejado al descubierto hasta la famosa formación rocosa. Hacemos algunas fotos y regresamos al coche subiendo de nuevo el acantilado. También desde un mirador en la parte alta de los acantilados, muy cerca del parking, se puede ver este “rinoceronte” de piedra. Y esta es la única opción si hay marea alta.
Continuamos al siguiente punto del camino, Illugastadir, y es aquí, contrariamente a lo previsto, donde no encontramos nada de interés. En el lugar de avistamiento solo se pueden ver tres o cuatro focas tan lejos o más que las que hemos visto antes. De nuevo echamos en falta unos prismáticos.
Ya en la carretera 1 nos encaminamos a nuestro destino de hoy, una casa en Bifröst. Se llama “Casa en la lava” y resulta ser literal. Ya llegando atravesamos sendos campos de lava y, para acceder a ella, ubicada en un espacio protegido por su valor geológico debemos abrir una barrera que limita el paso de vehículos a los residentes de las escasas viviendas.
Está a los pies del cráter de Grábrók, el mayor de un conjunto de tres, formados hace unos 3.000 años, con un sendero señalizado para subir al borde del cráter. A nuestra llegada podemos distinguir a algunas personas en lo más alto, pero nosotros ya solo estamos pensando en instalarnos y descansar.
En la propia casa advertencias sobre la prohibición de coger o mover una roca del suelo de lava a nuestro alrededor. Este es un ecosistema frágil, y el musgo tarda décadas en regenerarse.
La casa es espectacular, una de las mejores del viaje y es broche de oro antes de nuestra última parada ya en Reikiavik. Nuestro baño de hoy en el hot tub resulta muy interesante, rodeados por el campo de lava Grábrókarhraun y a los pies de un cráter inactivo.
DÍA 10: MIÉRCOLES 27 AGOSTO: BIFRÖST – REIKIAVIK (107 Km)

A las 6 de la mañana estoy haciendo fotos del amanecer que parece teñir de fuego el volcán en la parte trasera de nuestro alojamiento, pero vuelvo a la cama a esperar una hora más razonable para el desayuno y la partida.
Pronto nos ponemos en camino dejando atrás esta bonita casa. Hemos decidido ir a Reykiavik sin paradas turísticas previas para aprovechar allí la tarde. Nuestra única escala es en Borgarnes. Queremos visitar Kaffi Kymð, una curiosa cafetería sobre la que hemos leído y aprovechar para tomar algo. El lugar resulta ser de lo más curioso e incluso algo extravagante, lleno de objetos por todas partes, desde decoración navideña, hasta brujas, cartas del tarot, objetos de pesca, relojes, máscaras, libros, peluches… En fin, todo lo que podáis imaginar. Un caótico mobiliario de diferentes estilos completa el local, con rincones como si de una vivienda privada se tratase.
Rodeados de tan particular entorno tomamos unos capuchinos con un delicioso gofre islandés antes de salir a dar un paseo.
Queríamos ir al Museo de los Asentamientos dedicado a los primeros colonos vikingos que llegaron a Islandia en el siglo IX pero los jóvenes no muestran mucho interés en visitarlo y lo dejamos para otra ocasión. Lo que si hacemos es entrar a la tienda a dar un vistazo. Al salir damos una vuelta por los alrededores. Situado en un extremo de la pequeña península en la que está Borgarnes ofrece un paseo costero con vistas al fiordo Borgarfjörður y las montañas circundantes. De nuevo en el coche nos dirigimos a Reykjavik, nuestro último destino en este viaje.
Localizamos el apartamento que tenemos alquilado, pero falta un ratito para la hora de entrada. Como se acerca la hora de comer decidimos esperar, comprando la comida en un Bonus cercano y hacerlo ya en la casa evitando por un día los sandwiches que vienen siendo habituales. Así lo hacemos y tras la comida y un pequeño descanso nos ponemos en marcha para conocer la ciudad caminando desde la casa.
El primer lugar al que nos dirigimos es la conocida catedral Hallgrímskirkja, iglesia más alta de Islandia y uno de los iconos de esta ciudad. Pasamos brevemente a su interior, en el que llama nuestra atención el órgano, y dedicamos el resto del tiempo a verla y fotografiarla por fuera. La curiosa forma del edificio, inspirada en las columnas de basalto que se encuentran en formaciones naturales islandesas como Svartifoss, da mucho juego para ello.
Iniciamos luego un paseo, salpicado de la visita a algunas de las numerosas tiendas de la calle Skólavörðustígur, conocida por el arcoíris pintado sobre el asfalto. Poco a poco vamos recorriendo la ciudad hasta llegar al Harpa Concert Hall and Conference Centre, uno de los edificios más emblemáticos de Islandia, situado junto al puerto. Llama la atención la vanguardista construcción de vidrio y metal tanto en su exterior como en el interior.
Desde aquí vamos bordeando la costa hasta la escultura «Viajero del Sol». Representa un barco vikingo, pero más que una nave literal, simboliza el deseo de descubrimiento y libertad. Desde la primera vez que vi imágenes suyas estaba deseando visitarlo y no me decepciona en absoluto. Llegamos casi al atardecer y con la luz anaranjada ofrece una imagen aún más mágica. Es un lugar muy tranquilo y permanecemos allí un rato, sentados, mirando al mar y disfrutando del momento.
Poco después regresamos al apartamento recorriendo la animada calle Laugavegur, llena de comercios y restaurantes y muy concurrida en esta agradable noche veraniega.
Al llegar toca hacer las maletas para el regreso a casa.
DÍA 11: JUEVES 28 AGOSTO: REGRESO A CASA

Tras el desayuno dejamos el apartamento y llevamos todo el equipaje al coche. Como todavía es demasiado pronto para ir al aeropuerto, aparcamos cerca del lago Tjörnin y vamos a dar un paseo por el centro que ya comienza a estar muy concurrido y visitamos alguna tienda para esas compras de última hora que siempre surgen.
Unas tres horas antes del vuelo nos ponemos en marcha hacia Keflavik. El trayecto transcurre sin incidencias y, tras una parada en una gasolinera, llegamos sin priesas al lugar de devolución del vehículo. Es un trámite muy sencillo que realizamos de modo autónomo. Como no tenemos que facturar, pronto hemos pasado el control policial y estamos listos para esperar la hora del embarque. Tenemos tiempo suficiente para comer, recargar nuestros móviles y llenar las botellas de agua. En esta ocasión el vuelo sale puntualmente y yo aprovecho el recorrido para comenzar a escribir el relato de esta nueva aventura.
Llegando a Alicante disfrutamos por la ventanilla de un precioso atardecer, mientras que nuestros jóvenes acompañantes, situados al otro lado del avión, graban imágenes de una tormenta con llamativos relámpagos iluminando las nubes. Esto nos mantiene entretenidos en el último tramo del vuelo.
