Moros y Cristianos en Monforte del Cid

El puente de Diciembre, de la Inmaculada o de la Constitución según se prefiera, es siempre una buena oportunidad para visitar mercadillos navideños en cualquier ciudad europea, especialmente de Alsacia.

Pero, aunque es una opción muy atractiva, no siempre es posible por falta de días, de tiempo o de dinero, por eso se me ocurre compartir con vosotros otra interesante opción completamente diferente para estas fechas: Podríais visitar Monforte del Cid, en la provincia de Alicante, para conocer sus fiestas de Moros y Cristianos.

                                     

A los que ya sois de un pueblo festero de la zona, igual os resulta menos atractivo, pero a los que sois de cualquier otro lugar os brinda la oportunidad de vivir algo diferente.

Si viajáis en autocaravana, encontrareis en los polígonos de las afueras sitios en los que está permitido aparcar, sin servicios, pero a una distancia perfecta para acercarse al centro caminando y vivir la fiesta. Si queréis pernoctar en un lugar con servicios, siempre podéis trasladaros por la noche al área de acampada de la Cueva de San Pascual, solicitando permiso previo al ayuntamiento.

A los que venís en coche, quizá alojamientos en Monforte no podáis encontrar, pero desde Alicante es muy sencillo llegar, y en 15-20 minutos estáis aquí.

Y digo aquí porque es donde vivo.

Sí, vaya tontería, ¿no? describir en este blog un viaje a mi propio pueblo.

No creáis que no lo he pensado, pero después he vuelto a pensarlo y…. aquí estoy hablándoos justamente de eso.

Hay dos motivos: el primero es que ésta ha sido realmente mi “escapada” del puente y, el segundo, que os puedo brindar la oportunidad de describir algo que conozco muy bien.

¿Nunca os ha pasado al salir de viaje que visitáis un pueblo o ciudad donde se celebra una fiesta, cualquiera, y os enteráis a medias de lo que está pasando y desearíais que alguien de allí os explicara los “entresijos”? A mí un montón de veces. Siempre pienso que me estoy perdiendo algo, o que quizá hay un lugar mejor en el que verlo, o simplemente no entiendo lo que hacen. Lo mismo me pasa si es aquí cerca, por ejemplo en las Fallas de Valencia o en la Feria de Abril de Sevilla, que en una fiesta medieval en Brujas (Bélgica) o en un mercado de quesos de Holanda.

Por eso me he animado a desvelaros las claves para disfrutar de las fiestas de Moros y Cristianos de Monforte del Cid, para que las podáis saborear y vivir como se merecen, si os animáis a conocerlas.

Una de las características de estas fiestas es su intensidad, ya que son muy cortas respecto a otros pueblos cercanos, y los actos se suceden sin descanso durante los tres-cuatro días que duran. Además, todo el pueblo participa en ellas de un modo u otro y en cada familia suele haber algún festero (que así llamamos a los que desfilan en una comparsa). Esta tradición, además, se pasa de padres a hijos y es frecuente ver a niños muy pequeños desfilando junto a sus papas o incluso en sus brazos.

Además de la comparsa de cristianos y la de moros, en Monforte hay una tercera comparsa: los contrabandistas. Probablemente en la historia de la reconquista española no tengan cabida, pertenecen más bien a otro periodo de la historia: la guerra de la independencia contra los franceses, ocurrida siglos más tarde, pero lo que está claro es que sí tienen cabida en nuestras fiestas y por tradición forman parte de ellas de pleno derecho.

Os podría contar ahora que hay dos desfiles generales como actos de mayor lucimiento en las fiestas, y así es, la tarde del 6 de diciembre y la mañana del 8 de diciembre, en ambos se realiza un esfuerzo especial por que todo salga perfecto y son los actos que más visitantes atraen. En cualquier lugar del recorrido se pueden ver satisfactoriamente, pero el punto álgido del desfile es en la plaza del parador, donde está ubicada la tribuna.

Pero como los desfiles son el punto en común de todas las fiestas de moros y cristianos de la provincia, prefiero centrarme en otros actos un poco más nuestros, al menos en el modo de llevarlos a cabo. Actos que, para nosotros, los festeros de Monforte, son especiales.

Yo me quedo con dos: la misa del día 8 en honor a la Purísima y las embajadas.

Antes de describirlos, me gustaría hacer un inciso explicando la “lógica” histórica que se vive en estos días de fiesta y la fuerte conexión entre tradición y religiosidad en cada acto.

Así, la fiesta comienza el día 5 por la tarde con un par de eventos que podríamos llamar «de apertura»: el primero, de carácter religioso,  consiste en una ofrenda de flores a la patrona, flores que servirán para decorar su altar en la iglesia durante las fiestas. El segundo, civil, es el pregón desde el balcón del ayuntamiento. A todos los actos asisten los cargos de las tres comparsas acompañados por la banda de música: abanderada, embajador y reyes o capitanes. Esa noche, a las doce, una alegre alborada, en la que el sonido de las campanas repicando se entrelaza con el de los disparos de arcabuz, nos anuncia también el comienzo de las fiestas. Este sonido todavía me sigue haciendo sentir la emoción anticipada de los primeros desfiles.

El día 6 lo podríamos llamar día de presentación o lucimiento de las comparsas, previamente también de las bandas de música que se reúnen por primera vez. Es el primer desfile general.

Pero son los días 7 y 8 los que nos narran el devenir de la historia entrelazando las batallas en las que se ha luchado por defender la tierra, con la devoción a la Virgen, cuyo apoyo ayudó a conseguirlo, según dicta la tradición. Cada mañana, una misa a la que asisten las comparsas, busca encomendarse a la patrona y a partir de ahí comienza la historia. Así, el día 7 por la mañana el castillo (en la Av. de la Constitución) luce bandera cristiana y en él aguardan Reyes, abanderada y embajador cristiano a los contrabandistas que avanzan a caballo hasta los pies del castillo para declamar su embajada en la que ofrecen su ayuda y protección frente a los moros que andan cerca.

Por la tarde, sobre el castillo, está también la bandera contrabandista situada junto a la cristiana, mientras quienes se acercan con aire de conquista son los moros. Desde el caballo el embajador moro declama su embajada y un encarnecido diálogo entre los embajadores termina en una declaración de guerra que se salda con unos disparos de arcabuz simbólicos. Ya ondea la bandera mora en el castillo y, en el alegre pasacalles de esa noche, encabeza el bando moro el desfile con alegría y las armas hacia arriba, le siguen contrabandistas y cristianos vencidos, que desfilan con el arma hacia abajo en señal de derrota. En ocasiones el bando ganador trae algún prisionero o herido del bando vencido.

Así comienza el día 8 en el que se hace un pequeño paréntesis histórico para, después de la misa de esa mañana, realizar un desfile general que de ese toque especial al día grande de las fiestas. Por la tarde son las tropas ayer vencidas, los cristianos, los que se acercan con sus baluartes a conquistar el castillo, ahora en manos de los moros. La embajada termina con una nueva batalla en la que vencen y el pasacalles de hoy será en orden inverso al de ayer, con los moros al final portando las armas hacia abajo en señal de derrota.

Pero, la tradición dicta que esto no termina así, porque es de bien nacidos ser agradecidos y la noche termina sacando la imagen de la Virgen en procesión por el pueblo siempre portada por los contrabandistas y custodiada por los cristianos, aunque participan las tres comparsas.

Ya solo queda el último día, el 9, día mucho más relajado de celebración  y pasacalles informales que culmina por la tarde con otro acto de mucha tradición en Monforte: La entrega de banderas. Desde un balcón las personas que lo desean y lo han solicitado, normalmente una familia, escuadra festera, etc… “toman” la bandera de manos de los cargos festeros que terminan, comprometiéndose a ser capitanes o reyes en las fiestas del año siguiente.

La fiesta está llena de pequeños gestos tradicionales que en mi opinión la hacen especial aunque vistos desde la óptica de la realidad actual puedan ser anacrónicos, pasados de moda o, para los no creyentes, fuera de lugar. Pero hay que intentar vivirlos desde la perspectiva histórica y las tradiciones de antaño. Así, por ejemplo, cada mañana la comparsa acude a buscar a los reyes con la banda de música y cada mañana se ondea la bandera antes de partir para la sucesión de actos que casi no permiten descansos, sobre todo para quienes ostentan uno de los cargos.

También en las misas, cristianos o moros hacen guardia a la virgen con un ritual de cambio de guardia y las banderas se inclinan ante el altar durante la consagración.

Estas tradiciones pasan de generación en generación y así llegan a nuestros días.

Estos gestos y el acompañamiento de la coral monfortina a la misa mayor del día 8 de diciembre son las cosas que hacen de esta una misa muy especial, pero ¿qué tienen de especial las embajadas?

Lo primero el hecho de que cualquier festero pueda declamarlas, preparándoselas concienzudamente. En otros pueblos la tradición dicta que haya un embajador “oficial” que puede permanecer años. Pero en Monforte está el valor añadido de ver qué tal lo hace el embajador de este año y, sobre todo, la emoción cuando esa persona es familia, amigo o conocido.

Pero además son un verdadero espectáculo digno de verse. Cuando al caer la tarde hacen entrada en la plaza del parador los banderines y estandartes de la comparsa moros un día y de cristianos el siguiente, al son de marchas festeras de carácter militar, serios, formales… y al cesar la música la voz profunda del embajador desde su caballo, el duelo dialectico, el avance posterior, la conquista del castillo…. No hay palabras, hay que verlo, hay que vivirlo.

Ayer mismo, en la embajada cristiana, ver avanzar los guerreros, el golpe de los banderines en el suelo, el caballo del mensajero partiendo veloz hasta el castillo, los centinelas moros aguardándole… Impresionante.

Solo me queda decir que hay que verlo en persona. Os lo recomiendo.

A veces las cosas más interesantes suceden cerca de casa.

PD.- No os molestéis en dar vueltas a lo inoportuno de representar la lucha entre “moros” y “cristianos”, o hacedlo si lo preferís, ciertamente es algo ridículo, ¿no? Pero aquí eso ni se plantea, solo se vive y disfruta de la fiesta, aquí esa “lucha” representada no divide, une. Aquí, en estos días, los vecinos, festeros del bando que sean, conviven en armonía y unen sus esfuerzos para que todo salga bien. No hay más.

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