Los orígenes de esta afición

Quizá esta entrada del blog debió ser la primera, pero aquí me tenéis escribiéndola un año después. Lo cierto es que hoy “buscando en el baúl de los recuerdos” ha caído en mis manos un antiguo ejemplar de una revista de motociclismo en la que publicaron una de mis “Cartas al lector”. Releyéndola he querido compartirla con vosotros y que forme parte de esta página, ya que refleja claramente nuestros orígenes en esta afición viajera.

Creo que alguna vez he contado que el primero de nuestros viajes especiales no fue en avión, ni en coche, sino en moto. Recorrimos Suiza y parte de Alemania llegando hasta Salzburgo (quizá algún día me anime a contarlo). Pero ya antes, con la excusa de ver carreras, participar en concentraciones o simplemente pasar un fin de semana diferente, la moto era nuestro medio habitual de desplazamiento.

La carta que hoy quiero compartir con vosotros es de esa época. Desde la “pasión” por las cosas que se tiene a los poco más de veinte años, escribí este texto reivindicando el papel de la mujer en el mundo cerradamente machista del motor (al menos en aquella época). Sin embargo, no es ese el motivo que me lleva a compartirla ahora, sino los sentimientos que puedo leer entre líneas.

Descubro en estas lejanas palabras entusiasmo y vocación viajera, muchas ganas de conocer y descubrir… ¡tan vigentes hoy mismo! No importa si de la moto pasamos al coche o a la autocaravana, la afición sigue ahí.

También puedo apreciar en ellas que, ya entonces, disfrutaba compartiendo cada experiencia. Veo los orígenes de lo que ha llegado a ser en estos años un “gran equipo viajero” de dos, aunque siempre abierto a nuevos acompañantes que se unen a nosotros.

Resumiendo, simplemente comparto porque quizá leyendo esto se entienda mejor este blog, los sentimientos que lo mueven.

DESDE EL ASIENTO DE ATRÁS…

Publicado en el Rincón del Lector de la revista SOLO MOTO actual de octubre de 1989

«Bastó leer un simple recorte de periódico, un breve editorial escrito por un tal Jaime Alguersuari, que narraba el placer de viajar en moto, y más aún, de compartirlo; para conseguir que aquel montón de chatarra con dos ruedas, humo y mucho ruido, adquiriera de pronto alma propia. Aquellas breves expresiones me hicieron comprender en un segundo lo que tantas veces había tratado de explicarme o hacerme sentir quien, como muchos de vosotros había leído esta revista desde que SOLO MOTO apenas vestía pañales.

Hoy, a unos cinco años de aquel editorial (Junio-Julio 84 en SOLO MOTO 30), Cuando ambos viajamos en moto desde hace poco más de un año, me dirijo a vosotros/as desde el asiento de atrás de una 750.

¿Quién dijo un día que desde atrás no se vive la moto? ¿Quién que sólo es motard el que pilota?… ciertamente no conocía la realidad.

¿Sabéis lo que es gozar, vibrar y derramar lágrimas de pura emoción desde atrás de la visera de tu casco, en esa intimidad que nadie conoce? Hay momentos de no poder despegar el ojo del asfalto, de contener la respiración, de pasar miedo y felicidad, de reír y de llorar.

Pero después, al bajar de la moto con 2.000Km a tus espaldas en un breve fin de semana, todos admiran al piloto, todos valoran su osadía, y todos sin excepción esperan oír sus comentarios acerca del viaje, la carrera o la concentración a la que hayas asistido. Tus intentos de participar en la conversación de modo activo son vanos. No importa si seguiste la carrera con mayor interés, si conoces mejor los resultados, si has vivido con más o menos intensidad la jornada… no importa lo que tengas que decir. Invariablemente las miradas que te dedican de modo instantáneo retornan al piloto, para ver qué dice él, qué opina, qué siente (tú no sientes, “tú sólo le acompañas en el sentimiento”)

Y si encima eres su mujer añadirán miradas de indulgencia hacia ti, añadiendo: “¿Qué vas a hacer si le gusta tanto? Lo que debes hacer es acompañarlo para evitar que se marche solo”. Entonces te paras un momento y miles de ideas se revelan y surgen en tu todavía magullada cabeza: ¿Acaso esto no ha sido más que un inofensivo paseo, una especie de obra de caridad por acompañarle? ¿O acaso viajo tras él, mazo en mano, dispuesta a atacar si se desmadra en alguna juerga nocturna?… ¿Es tan difícil de creer que me gusten las motos porque voy en el asiento de atrás?

A todos vosotros, amigos amantes, COMO YO, de la moto, os invito a que analicéis si no se requiere más afición para hacer los 27.000 Km que (por el momento) tengo en mi haber como “acompañante” que para hacerlos como piloto ¿O acaso no se requiere MAS AFICIÓN para hacer una larga jornada en autopista, sin apenas poder asomar la cabeza por el viento y la velocidad, sin saber si viene una recta o una curva, llegando a aburrirte… y a pesar de ello DISFRUTAR; que para rodar esos mismos kilómetros gozando en pleno el mando de esos cien caballos?

Eso lo sabemos tú y yo.

También lo sabe él. Conmigo, uno tras otro sobre la moto, tan bien acoplados que los tres parecemos uno, pasamos horas sin dirigirnos la palabra, pero compartiendo ese silencio que nos une, rico en experiencias únicas, inolvidables. Él y yo que reímos y lloramos juntos, que gozamos y tememos en nuestra soledad compartida. Nosotros, a los que viajar en moto nos ha unido de tal forma que un simple movimiento, un gesto, bastan para comunicarnos, porque hemos aprendido a “hablar” en silencio.

Creo que todos vosotros podríais añadir mil cosas a esta carta y, a través de ellas, como yo a través de aquel editorial de Jaime Algersuari, añadiríamos todos un poco de ese valor humano que da vida propia a ese cacharro de dos ruedas (maravilloso trasto, por cierto)»

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