Viajar con niños

Viajar con tus hijos no sólo es posible sino que puede llegar a ser una gran experiencia familiar.

 

La llegada de nuestros hijos supuso replantear nuestra manera de viajar y marcó, quizá, el inicio de los viajes tal como ahora los conocemos, ya que hasta entonces habíamos hecho principalmente viajes organizados, viajes en moto o pequeñas acampadas. Coincidiréis conmigo que no es el mejor modo de viajar con una peque de 12 meses.

Así pues comenzamos la aventura de cambiar hoteles por casas de alquiler y avión o moto por nuestro coche. Comenzamos prudentemente con un destino no muy lejano: Suiza. Nuestra idea consistía en hacer lo que todos nuestros conocidos con niños hacían en verano: alquilar una casa para veranear, pero cambiando el destino. Siendo de Alicante tenemos la playa muy a mano todos los fines de semana y queríamos un destino que nos ofreciera también un aliciente a nosotros, los adultos.

Imaginando que quizá la peque no nos dejara ver mucho, nos llevamos compañía y no hicimos grandes planes de visita: Lo que se pudiera. Pues bien, se pudo hacer TODO. Y ese fue el patrón que siguió cada año, al que se sumó después nuestro segundo hijo que con 10 meses nos acompañó a Austria dos años más tarde.

Desde nuestra experiencia, no hay edad «prohibida». Quizá el iniciar a nuestros hijos tan pronto en los viajes largos en coche es la causa de que los hayan tolerado tan bien e incluso los hayan disfrutado. Los días de coche hasta llegar al destino les gustaban tanto como la estancia allí.

Lógicamente el llevarlos tan pequeños tiene su «logística», así, con un bebé de 10-12 meses, además del cochecito de paseo y la cuna de viaje, alguna vez hemos tenido que llevar una pequeña bañera hinchable si la casa solo tenía ducha, calienta biberones que además se pueda usar en el mechero del coche para las excursiones diarias y algún chupete de recambio que los cambios se llevan mal.

También en comidas arriesgábamos poco: si el viaje duraba 25 días llevábamos de casa 25 potitos de comida y 25 de merienda, además de las botellas necesarias de agua para la totalidad de los biberones (un cambio de agua podía significar una diarrea inoportuna).

Esto iba disminuyendo a medida que crecían y llegó el momento en el que se echaba de menos, cuando las ofertas de dos adultos y dos niños se perdieron al pasar a ser cuatro adultos en términos hoteleros. Pero eso no toca aquí.

Volviendo a los peques os dejo algún consejo básico que a nosotros siempre nos han funcionado:

En el viaje en coche:

  • Salir muy, muy temprano con ellos dormidos en pijama. Aunque somos muy rigurosos en parar a descansar cada dos horas de conducción, esa primera etapa siempre la hemos «estirado» más, esperando a que se despierten. Entonces paramos a desayunar y a vestirlos. Pensad que así para ellos comenzará aquí el viaje y les habremos «quitado de  encima» 300-400 km.

 

  • Parar si o si cada dos horas de coche (salvo que estén dormidos) y descansar un mínimo de una hora en la que intentamos que corran, jueguen y en definitiva se muevan al aire libre. ¡Ojo! aunque estén aparentemente bien y penséis que pueden continuar un poco más. Si esperáis a que lleguen al límite de su aguante por mucho que descanséis,  en cuanto vuelvan al coche estarán agotados e irritables en un ratito. Hay que evitar que lleguen a hartarse.

 

  • Hay que salir de casa con todos los recursos posibles: música que les guste, películas, juguetitos o peluches… y el mejor de los recursos jugar con ellos mil y un juego muchas veces improvisados: veo-veo, adivinanzas, adivinar el color del próximo coche que pase o contar los de un color… Pero… ¡cuidado! No os recomiendo excitarlos en exceso al principio de las dos horas de conducción. La idea es ir de menos a más, no explotar cada uno de vuestros recursos antes de que se hagan necesarios, vamos, hay que guardar siempre un «as en la manga». Si se quedan tranquilos solitos escuchando por ejemplo música, hay que dejarlos así hasta que esto ya no sea suficiente, entonces pasar a otra cosa…. y reservar para el final el jugar con ellos ya que ese recurso no suele fallar pero para  nosotros es el más agotador.

 

  • Cuando los niños son menos bebes un objeto sencillo que da mucho juego es una libreta y lápices. Además de dibujar o más tarde llevar un diario, permite tenerlos entretenidos con las cosas más simples: anotar los animales que van encontrando en el viaje, los nombres de los ríos que cruzan o las montañas que ven. En Noruega llegamos a contar túneles y aun conservamos la lista.

 

En las visitas turísticas:

En líneas generales, en los viajes con nuestros hijos muy pequeños elegíamos prioritariamente destinos en la naturaleza, pero había un poco de todo. Las visitas a las ciudades adquirían un tono «desenfadado». Las recorríamos, fotografiábamos, saboreábamos… pero no nos deteníamos largamente en ningún edificio en especial. Museos, palacios o iglesias pasaban un poco a segundo plano. En especial os recomiendo intentar evitar las visitas guiadas ya que las explicaciones excesivas se hacen muy pesadas para ellos (Si hay alguna de especial interés para vosotros siempre está la opción de turnarse a quedarse con el peque. Esto es más fácil si vais con más adultos). Con eso no quiero decir que no se puedan visitar con ellos ¡Claro que si! además os lo recomiendo. Un castillo, por ejemplo, les puede resultar maravilloso, pero a vuestro ritmo y bien motivado.

Y aquí llega el componente esencial de un viaje con niños:  MOTIVAR. Mediante historias previas o cuentos inventados «in situ». No importa que vuestras historias no sean estrictamente históricas, si son muy pequeños un poco de fantasía añadida viene genial.

Por ejemplo: un viaje a Bretaña requiere una labor previa de contarles alguna leyenda del Rey Arturo o los caballeros de la mesa redonda, hablarles del árbol dorado o de la magia de Merlín…. o bien ponerles alguna película infantil que hable de ello; un viaje a Escocia, conocer las leyendas del monstruo del lago Ness…

Y si ya estáis allí y os disponéis a visitar por ejemplo un castillo, que igual ni lo es, por ejemplo el Mont Saint Michel, siempre podéis inventar una historia de sus habitantes, sus puentes levadizos y el enemigo que se acerca a la muralla… o si lo prefieren, de las princesas asomándose desde lo alto… Quizá un día de estos os cuente uno de los favoritos de nuestros hijos. Hoy, siendo adultos, todavía lo recuerdan con cariño.

PARA TERMINAR deciros que el esfuerzo extra que pueda suponer preparar el viaje para adecuarse a los niños merece la pena. Para nosotros, los padres, el fruto de este esfuerzo se recoge de inmediato, en el propio viaje, disfrutando de una convivencia con tus hijos que quizá no puedes tener en el día a día por el trabajo y el ritmo de vida,  viendo el mundo a través de sus ojos y siguiendo de cerca sus nuevos descubrimientos, que van creciendo con ellos. Para los hijos llega más tarde, pero llega. Cuando crecen comienzan a valorar todo lo que han visto y vivido y, casi sin esfuerzo, les has inculcado el deseo de conocer, de aprender y descubrir.

Por último, os lleváis todos un valor añadido: acumular recuerdos que permanecen y fortalecer los vínculos familiares por lo vivido juntos.

Una respuesta a «Viajar con niños»

  1. Muchísimas gracias por compartir vuestras experiencias familiares. Me han aportado ideas muy valiosas y divertidas. Intentaré darles practicidad en un futuro no muy lejano..

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