Lo mejor de Alsacia

Un paseo de cuento…

Siempre que nombramos Alsacia vienen a mi mente los mercados navideños que la han hecho tan famosa y que todavía no he conseguido ver en persona por motivos de incompatibilidad en fechas con el trabajo. Pero Alsacia es mucho más que Navidad. He podido visitarla en diferentes ocasiones, siempre en verano, y he podido encontrar miles de rincones de belleza incomparable con un estilo único. Único porque pocos lugares del mundo combinan el estilo arquitectónico de entramado, tan tradicional en Alemania, con la riqueza gastronómica y cultural francesa. Una región con identidad propia, de verdes colinas cubiertas de viñedos, que tiene como símbolo a la cigüeña. Un lugar lleno de encanto donde se mezcla la realidad con la fantasía porque paseando por las callejuelas de sus pueblos bien podríamos estar dentro de un cuento y recorriendo sus campos en una puesta de sol sientes estar un poquito más cerca del cielo.

Alsacia está limitada por dos ciudades, Mulhouse al sur y al norte Estrasburgo, su capital. Pero justo en el centro, señalando el corazón de la región, está Colmar, rodeada de algunos de los pueblos más bonitos, entre los que destacaré dos: Riquewihr y Eguisheim.

Y en ellos comienza nuestro cuento.

Riquewihr

Situado en el centro de la región vitícola de Riesling, está rodeado por una doble muralla que custodia en el tiempo un tesoro de múltiples callejuelas con preciosas casas de entramado de madera, decoradas con infinidad de flores y colores. Varias puertas atraviesan la muralla para permitirnos acceder desde el aparcamiento a este escenario de fantasía en el que destaca, por la alegre vida que hay en ella, la rue du general de Gaulle, llena de tiendecillas y otros establecimientos turísticos.

Como en todo cuento que se precie, no puede faltar un castillo, actualmente museo de historia del servicio postal en Alsacia. Ni tampoco una torre, el Dolder, puerta-torre del siglo XIII situada en la primera muralla, que sirvió como defensa, torre de vigilancia y campanario y que hoy en día alberga el museo de historia y arqueología locales. Pero hasta un elemento bélico y de defensa se convierte en magia en esta ciudad y es que esta torre de 25 metros de altura tiene dos caras: hacia el exterior es una torre de piedra desnuda, rustica y austera, que quiere avisar al adversario que no será fácil irrumpir en la ciudad, mientras hacia el interior muestra a aldeanos y visitantes su mejor cara, la más amable y bonita, decorada al más puro estilo alsaciano.

No siendo suficiente protección para tan bella localidad, una segunda puerta defensiva está tras ella, en la segunda muralla, la “puerta superior”, una puerta doble, maciza, reforzada con un puente levadizo.

Pero lo mejor de Riquewihr, no es ninguno de estos elementos por separado, sino el encanto del pueblo en su conjunto. Caminar por sus calles maravillándose de cada rincón, disfrutando del ambiente, curioseando en sus muchas tiendecillas que frecuentemente ofrecen degustaciones de vinos o dulces típicos, buscando el mejor encuadre para hacer una foto… Empaparse de lo que nos rodea, andar sin prisas, sentir…Dejarse “meter” en el cuento.

Eguisheim

Perdido entre los viñedos encontramos este pequeño pueblo considerado uno de los más bellos de Francia. Entre sus vinos destacan dos variedades el Eichberg y el Pfersigberg y no tiene nada que envidiar al resto de pueblos alsacianos.

Construido alrededor de un castillo, el de los condes de Eguisheim, está formado por círculos concéntricos de casitas de arquitectura única, preservada a lo largo de la historia, decoradas con una gran variedad de flores y plantas.

Recorriendo sus callejones se pueden encontrar antiguas inscripciones en los dinteles de las puertas de sus coloridas casas, fuentes, patios y plazoletas, destacando la Place du Château, que alberga la estatua del papa León IX, nacido en esta localidad. En muchas de sus casas hallamos tiendas de productos típicos, cafeterías y otros establecimientos artesanales que merece la pena visitar, así como la iglesia de San Pierre y San Paul.

Pero una vez más os recomiendo olvidar todos estos datos y simplemente perderse entre sus callejones buscando el rincón más bello, saboreando el ambiente y la historia que trasmite cada una de sus piedras.

Y al terminar, aun sabiendo que dejamos atrás muchos otros lugares interesantes: Kaysersberg, el castillo de Haut-Koenigsbourg…. Nos vamos a alguna de las ciudades para descubrir que también en ellas es posible encontrar rincones más mágicos.

 

Colmar

Situada en el corazón de Alsacia conserva un admirable conjunto de antiguos edificios, manteniendo en el centro histórico peatonal el encanto de los pueblos medievales, acrecentado por los canales, las flores y los preciosos carteles de forja que cuelgan en algunas de sus fachadas recordando los oficios que antaño se llevaban a cabo entre sus paredes.

Entre los lugares de mayor belleza o interés está la Pequeña Venecia, barrio emblemático con canales alimentados por las aguas del Lauch y cruzados por románticos puentes cubiertos de flores, en cuyas aguas transitan pequeños barcos turísticos. Junto al río destaca la Quai de la Poissonnerie, muelle en el que los pescadores vendían su mercancía y que, actualmente, luce bonitas fachadas de colores con entramado de madera.

Debemos incluir en nuestro paseo el pintoresco barrio de los curtidores con sus casas altas porque albergan desvanes destinados, antiguamente, al secado de las pieles. Entre ellas destaca la casa Pfister adornada con una preciosa galería de madera con una torrecilla octogonal.

Muy cerca está la Maison des Têtes, la Colegiata de San Martín y la casa natal de Auguste Bartholdi escultor de la Estatua de la Libertad de Nueva York, actualmente museo, que forman parte del recorrido en el que intentaremos dejarnos empapar por la esencia de esta ciudad llena de historia.

 

Estrasburgo

El centro histórico de Estrasburgo está ubicado en “La gran isla” rodeada por las aguas del Ill y el canal del Faux-Rempart. Accedemos a él desde el parking por uno de los 21 puentes que lo permiten y nos adentrarnos en el barrio de la catedral por callejuelas con casas típicas alsacianas con cuidados adornos florales, terrazas y tiendas de recuerdos.

Al llegar a la plaza, en el centro, destaca imponente por su altura de 142 m, la catedral. Construida con arenisca rosa de los Vosgos durante casi tres siglos. Una maravilla del arte gótico que impresiona, especialmente cuando la luz del atardecer la cubre de color oro.

Otro barrio destacado que debemos visitar es el llamado la “Petite France”. Un barrio a ras del agua con magníficas casas con entramados de madera que datan de los siglos XVI y XVII, antaño feudo de curtidores, pescadores y molineros. Surcado por canales con un sistema de esclusas que permite el paso a los barcos sin desequilibrar las distintas alturas del agua en los canales de la ciudad.

Muy cerca encontramos los puentes cubiertos, dominados por cuatro torres del s. XIV, vestigios de las antiguas murallas que sirvieron también como prisión o como zona de cuarentena para enfermos.  A su lado la presa Bauvan construida posteriormente como sistema defensivo, ya que sus arcos se podían cerrar para causar inundaciones y así bloquear el avance de las tropas enemigas. Una terraza panorámica sobre la presa permite obtener bellas imágenes de los puentes cubiertos, las torres y el perfil de la ciudad en la que destaca la aguja de la catedral.

Al caer la tarde todo cobra mayor romanticismo y, si es verano, el espectáculo luminoso sobre la fachada de la catedral puede ser un bonito toque final a la jornada.

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