Camino de Santiago: Más que un viaje, una experiencia.

 «En muchas ocasiones nos habíamos planteado la posibilidad de recorrer el Camino de Santiago y todas ellas habían quedado en un sueño. Por eso, cuando surgió la idea de planificar un Camino para compañeros no quise ilusionarme mucho, «por si acaso».

Meses más tarde llegó un e-mail para sondear el número de personas interesadas y me anoté en la lista, todavía poco convencida de que fuera posible. A partir de ahí el “tráfico” de correos relativos al camino fue aumentando y el sueño comenzó a hacerse más y más real.

Pronto comenzamos las visitas a Decatlhon. Nos costó especialmente elegir el calzado (yo llegué a caminar un día con una zapatilla diferente en cada pie para ver cuál era mejor). Luego llegaron los intercambios de información con otros compañeros, familiares o amigos que hicieron el camino antes que nosotros, y que no dudaban en darnos consejos. Entre tanto las caminatas se iban haciendo cada vez más largas y frecuentes, a cualquier hora, en cuanto podíamos escaparnos, …  Así hasta llegar al mes de julio.

Uno de los mejores recuerdos de los días previos al camino son las madrugadas en las que «salíamos a andar». Después, al regresar a casa, un baño y a desayunar, antes de comenzar nuestra rutina diaria.

El equipaje comenzaba a formar una montaña en un rincón del garaje: mochilas, zapatillas, palos… todo pasaba por la balanza para asegurarnos de que no nos excederíamos en peso. Este era un tema que me preocupaba especialmente ¿Cómo soportaría llevar la mochila tan cargada cuando apenas suelo poder llevar ni tan siquiera una pequeña por problemas en las cervicales? Y fue, por suerte, un temor infundado, ya que al poco de comenzar el camino ni siquiera notaba que llevaba puesta la mochila que por su diseño casi no apoya en los hombros.

A medida que nos íbamos acercando a la fecha nuestros ánimos alternaban entre la ilusión y la incertidumbre, entre las ganas y el temor a no poder conseguirlo. Y así hasta llegar al día 23 de julio, día en que la mochila quedó definitivamente llena y nosotros satisfechos por no haber superado los 6 kg de peso”

Así comienza el relato de nuestra experiencia del Camino de Santiago en 2009. A partir de ahí un sinfín de anécdotas diarias y muy buenos recuerdos que voy a intentar estructurar ahora de un modo práctico que os pueda ser de alguna ayuda.

Plan de viaje:

 -Intentando ceñirnos a una semana de duración, elegimos una ruta de 125 km que llevaríamos a cabo en 5 etapas de camino y dos de viaje hasta allí. Esta distancia nos permitiría además conseguir la Compostelana, cuyo kilometraje mínimo es de 100km. Así pues, el punto de partida sería Sarria. Las credenciales las traerán desde Madrid para todos y las recogeremos al reunirnos allí.

– Decidimos llevar un coche de apoyo. En él únicamente dejaremos los sacos de dormir (queremos cargar con nuestras mochilas y vivir lo más fielmente posible la experiencia de peregrinos). Para conducir, cada día lo hará la persona o personas que estén lesionadas o especialmente agotadas. Si no hay nadie que necesite “dejar de caminar” (cosa que sólo nos pasó en una etapa) nos turnaremos a llevar el coche, medio trayecto uno y la otra mitad otro.

Como el coche elegido es el nuestro, el desplazamiento desde Alicante hasta Sarria lo haremos con él. Otros compañeros llegarán en avión a Santiago y luego en bus a Sarria.

Traerán otro coche, pero se quedará en el punto de salida hasta el penúltimo día en el que emplearemos la tarde para trasladarlo a Santiago. Eso nos permitirá hacer todos la última etapa caminando y ya después volver en coche a recoger el otro. (Hay otra opción que también que puede ser útil en el caso querer caminar todos cada día: ir desplazando los dos coches. En cada jornada, por la tarde, habría que ir al siguiente albergue con los dos coches, dejar uno, y emplear el otro para regresar)

-Otro plan establecido antes de salir, que funcionó muy bien, fue el de madrugar mucho y llegar a los albergues antes de comer. Así tendríamos la tarde para descansar, lavar ropa y reponernos. El despertador sonaba cada día entre las 5 y las 5’30. Salíamos de noche, normalmente con el frontal encendido, veíamos amanecer durante la etapa y antes de la hora de comer estábamos en el albergue, unos días más pronto que otros, dependiendo de los kilómetros de la etapa. El madrugón no se hacía muy duro porque en los albergues a las 22-23h marcaban la hora de silencio y apagaban las luces. En algunos ni siquiera se podía entrar después de esa hora. El acostarse pronto facilitaba las cosas. Por la mañana, al madrugar tanto, no se podía encender la luz para no molestar al resto de peregrinos (normas del albergue), así que, al acostarse, había que dejar el frontal a mano para encenderlo y poder recoger todo con un poco de luz.

El mayor inconveniente de los albergues, para mí, es la cantidad de ronquidos que se pueden llegar a escuchar. Yo llevaba tapones en la mochila y los agradecí bastante, aunque a medida que iba aumentando el cansancio iban siendo menos necesarios. El otro inconveniente es la falta de seguridad, realmente la buena fe de la gente que se aloja en el albergue se da por supuesta, pero…yo dormía con la cartera dentro de la funda de la almohada, más que por el dinero, que no llevaba mucho, por la documentación.

La primera noche nos llevamos un buen susto porque vimos saltar a dos tipos el muro del patio trasero desde la ventana de nuestra habitación. Luego resultó que eran peregrinos que habían llegado tarde al albergue y al ver las puertas cerradas entraron por ahí.

-Teníamos un fondo común para gastos de albergues y comidas y nos organizamos para comer siempre el menú peregrino y cenar de modo más informal, bien con bocatas y picoteos, bien en el comedor del albergue con provisiones compradas en el supermercado. Cada mañana, los que se encargaban de trasladar el coche buscaban un restaurante con menú peregrino para comer y reservaban la mesa, y cada tarde, los encargados de ese día, iban al supermercado a comprar la cena (si era el caso), provisiones para el desayuno y para las paradas en el camino (plátanos, chocolate y frutos secos) que repartíamos entre todas las mochilas. Nos organizábamos muy bien para que no sobrara y cargar con peso innecesario.

– Los albergues que elegimos tenían en común el poder reservar ya que eran privados (a excepción del de Santiago). No queríamos sorpresas desagradables ni carreras innecesarias para obtener plaza. Pero, aun así, eran albergues al más puro estilo, con grandes salas comunes de literas. Tenían un mínimo pago que incluimos en el fondo común, al que añadimos las fichas de lavadora y secadora, ya que entre todos merecía la pena llenarla y no teníamos que estar lavando a mano. Nuestro vestuario procedía, en su mayoría, de la tienda Decathlon y en ocasiones nos vimos en situaciones de confusión porque muchos llevamos los mismos calcetines, y no sólo de nuestro grupo.

Entre los entretenimientos para las tardes en el albergue los más frecuentes, además de las coladas, son los juegos de cartas, las manualidades, las tertulias… las compras y las curas. Muy pocas veces salíamos a hacer turismo, ya que caminar es lo que menos nos apetecía.

– Para los descansos en mitad de la etapa cualquier barecillo nos servía. Nos sorprendió encontrar algunas veces “garitos” especialmente montados para los peregrinos, como un “porchado” con máquinas expendedoras de bebidas y un sello para la credencial. Esto hacía perder un poco el romanticismo de las pequeñas aldeas en las que imaginaba recibir la famosa hospitalidad de los lugareños. En cada parada, además de reponer fuerza con alguna de las provisiones, solíamos hacer estiramientos. También los hacíamos al salir y al finalizar la etapa.

-Para sellar las credenciales valía cualquier iglesia o establecimiento en el camino, incluidos bares y restaurantes. También los albergues en los que pasábamos la noche. Nuestro primer sello fue en la iglesia de Sarria y a partir de ahí cualquier otra iglesia o local que dispusiera de sello, pero sin que el tema nos preocupara en exceso, la verdad. Los que nos salían al paso.

-Por último, pero no menos importante, hablaré de la mochila. La nuestra estaba equipada de: Una muda de ropa “de caminar” (malla corta y camiseta deportiva) y otra de ropa interior y calcetines, un polar, un pantalón largo de tejido ligero y camiseta de algodón, una capa impermeable, una toalla deportiva, sandalias de agua para ducha y descanso, gel-champú, cepillo de dientes, dentífrico, talco, cantimplora, imperdibles (por pinzas), funda de almohada y mini botiquín (ibuprofeno, aguja de sutura, Betadine, tiritas y Halibut). Lo importante es no excederse de 6 kg. La ventaja de la ropa profesional que hay hoy en día, es que se seca enseguida y no es necesario llevar más.

También llevábamos palos o bastones de caminar, pero eso no pesaba ya que lo llevábamos en la mano, igual que la cantimplora, colgada en la presilla delantera de la cintura.

Como consejos:

  • Calcetines sin costuras y de rápido secado para no tener los pies húmedos en ningún momento.
  • Las botas o zapatillas tipo trekking usados.
  • Crema Halibut: Para nosotros fue el mejor de los aliados. Cada noche nos embadurnábamos los pies con esta crema y los cubríamos con los calcetines del día siguiente para no pringarlo todo. Por la mañana lo volvíamos a hacer. El mantener la piel hidratada nos libraba de las ampollas (el único día que tuve una, no me había puesto la crema).

Páginas de interés para preparar vuestro camino:

http://alberguescamino.com/

http://www.mundicamino.com/

http://www.caminodesantiago.gal/es/inicio

 

 Albergues:

Los albergues elegidos fueron:

  • Albergue Los Blasones de Sarria: Situado en una casona antigua dentro de la ciudad, con un patio interior sombreado que fue nuestro lugar de encuentro. No es muy grande ni los servicios eran muy espaciosos, pero para la primera noche que veníamos de casa no necesitábamos mucho más.

 

  • Albergue Ferramenteiro de Portomarín: Tiene un aspecto estupendo. Situado frente al embalse de Belesar, grande, luminoso, espacioso… Nos parece un albergue de cinco estrellas. El comedor del albergue es un sitio muy agradable para tener una cena informal.

 

  • Albergue Buen Camino de Palas de Rei: Albergue pequeño cuyos dormitorios están situados en las plantas superiores, sobre un bar en el centro del pueblo. Está limpio y cuidado, pero los aseos resultaron algo escasos, compartidos por hombres y mujeres, tuvimos que establecer una estrategia de duchas para acelerar un poco el proceso. (En las imágenes actuales parecen haber mejorado). El bar, justo debajo, nos permitió reunirnos allí para tomar algo al final de la tarde.

 

  • Albergue Quijote de Arzúa: Está en el centro de la ciudad y pese a ello es muy nuevo y espacioso, el más parecido al de Portomarín. Las instalaciones muy completas y tiene un patio interior y un comedor muy espacioso.

 

  • Albergue Porta de Santiago de Arca: Es muy bonito y limpio, con robustas literas de madera y hasta un pequeño patio de luces con un árbol.

 

  • Albergue San Lázaro de Santiago de Compostela. Es un albergue público, muy grande. El menos acogedor en el que hemos estado, pero también aquel en el que menos tiempo hemos pasado, ya que estuvimos toda la tarde en Santiago y solo vinimos a dormir. Esto, unido a la euforia de haber llegado, dejó todo lo demás en segundo plano.

 

Etapas:

  • Sarria – Portomarín (20 Km)

La niebla nos acompaña hasta bien entrada la mañana (Esta será la pauta para los próximos días). Nuestros pasos son muy ligeros, dejando bien claro a todo el que se cruza con nosotros que es nuestra primera etapa.

Disfrutamos de preciosos paisajes con frondosos bosques llenos de misterio, árboles centenarios, aldeas silenciosas, y del saludo constante de los peregrinos con los que nos cruzamos: ¡Buen camino! Los paisajes de este primer día nos resultan muy bonitos y caminar por aquí bastante más ameno que entrenando en casa.

La primera imagen de Portomarín, sobre las aguas del embalse de Belesar es de gran belleza. Nos hacemos una foto antes de atravesar el puente que lo cruza y, más tarde, junto el arco del puente medieval, antes de subir las escaleras de entrada al pueblo en las que gastamos nuestras últimas fuerzas.

  • Portomarín-Palas de Rei (24 Km)

Salimos un poco más temprano que ayer. Todavía nos rodea la noche y la niebla amortigua nuestros pasos. Vamos siguiendo a quienes llevan linterna en un primer tramo que comienza con una empinada cuesta. Para mi es la etapa más dura, no sólo porque me salió una ampolla que minó un poco mi estado de ánimo (La única de todo el camino y tras la cura en el albergue, al día siguiente no me molestó nada), también porque el segundo día en el que surgen las agujetas es el peor. Además, el paisaje es algo menos atractivo ya que una gran parte del camino va bordeando la carretera. También resulta físicamente el día más duro y es una etapa más larga.  

  • Palas de Rei-Arzúa (28 Km)

Salimos en la oscuridad, una vez más con las linternas y frontales. El día ha amanecido lluvioso y, paramos a ponernos los impermeables poco después de salir. Pasamos un bonito puente de piedra y nos encontramos con vacas por las calles de uno de los pueblos que cruzamos.  A Mitad de etapa llegamos a Melide y realizamos una parada obligatoria: Tomar pulpo con Ribeiro en casa Ezequiel. Al salir de Melide visitamos una pequeña iglesia románica muy bonita. El paisaje continúa tan bonito y espectacular como a lo largo de toda la mañana. El final de esta larga etapa se hace algo duro porque el sol calienta bastante (es el día en el que más tarde llegamos al albergue, en torno a las 14h). Nosotros lo sobrellevamos todo con buen ánimo entre bromas y chistes. La subida a Arzúa es una cuesta impresionante. Justo antes, en el valle, en un entorno precioso que incluye un riachuelo, está el albergue Ribadiso, en el que algunos paran a refrescarse los pies metiéndolos en el agua fresca del río.

Arzúa-Arca (19 Km)

Hace frío y una vez más nos acompaña la niebla. Poco después de salir, completamente de noche, haciendo uso de todas nuestras linternas, pero no tardamos en divisar a nuestra derecha un espectacular amanecer El camino es fácil y bonito y llegando a Arca atravesamos un bosque de eucaliptos. Hoy la etapa es más corta y estamos ante el albergue a las 11:30

En esta etapa nos toca a nosotros trasladar el coche desde medio camino hasta el albergue. ¡Qué raro se me hace ir en coche y ver avanzar los kilómetros con tanta rapidez! Al llegar no queremos quedarnos parados esperando y decidimos caminar a su encuentro, haciendo el camino en sentido contrario. Resulta algo complicado seguir la flecha al revés, sobre todo al salir del pueblo, y nos extraviamos dos veces.

 “Varias anécdotas divertidas nos suceden en este tramo. La más curiosa atravesando un bosque de eucaliptos, al cruzarnos con dos chavales muy jóvenes que caminan solos. A Javier se le ocurre decirles que van al revés, pensando que se van a reír o bromear, pero para nuestra sorpresa se lo creen a pie juntillas y con cara de cansancio y resignación preguntan ¿Siiii? Me apresuro a responder que no, que es una broma. Y el muchacho: “Pues esas bromas no se gastan”(¡Pobres! era con buena intención).

Después están los que nos preguntan dónde vamos, Javier responde a algunos que regresamos al albergue a recoger el móvil que nos hemos dejado olvidado. Otros nos preguntan con más seriedad si el albergue de Arca está lleno y por eso volvemos. Hay quienes bromean diciendo si Santiago no nos ha gustado y regresamos ya, o si tenemos la credencial para dársela y se ahorran el viaje, etc… Nos resulta una etapa curiosa y divertida”

 Arca-Santiago (21 Km)

Emprendemos la última etapa con sentimientos encontrados: alegría porque llegamos a la meta y tristeza porque se acaba. El camino de hoy es fácil y lo disfrutamos mucho. Una vez más tenemos un precioso amanecer. Caminamos todos juntos como un escuadrón y cuanto más andamos, parece que estamos menos cansados.

La entrada en el término de Santiago está anunciada con un precioso mojón tallado en piedra en el que nos hacemos una foto, y más tarde en el Monte do Gozo. Después sólo queda la bajada hasta Santiago. A la entrada de la ciudad algunos coches hacen sonar el claxon y nos animan pulgares en alto por la ventanilla, como dándonos ánimo para el tramo final. Las calles parecen hacerse interminables y en cada esquina queremos ver el Obradoiro que no termina de aparecer. En el último arco las emociones están a flor de piel y la entrada en la plaza es un momento único. Los abrazos y las lágrimas ya frente a la catedral lo dicen todo. Es un momento que os recomiendo vivir.

Fin del camino:

Ya en Santiago, además de poder disfrutar de la ciudad que es preciosa, hay dos cosas imprescindibles para los peregrinos. Una de ellas, recoger la Compostelana o certificado de haber recorrido el camino. Se consigue en la oficina del Peregrino, justo al lado de la catedral, presentando la credencial con todos los sellos recogidos en el camino. La segunda, asistir a la misa de los peregrinos, en especial si en ella se va a hacer funcionar el botafumeiro. Fue el broche final al esfuerzo. Allí estábamos nosotros, en la abarrotada iglesia, sentados en el suelo, todavía cargados de mochilas y tal cual veníamos, cansados del camino. El enorme botafumeiro nos pasaba por encima, impresionante. A nuestro alrededor muchas caras conocidas por haber coincidido en diferentes lugares del camino, muchas historias entrelazadas y muchas emociones.

A la salida celebramos nuestra última comida juntos y brindamos para celebrar el camino recorrido. Cierta melancolía empezaba a invadirnos a pesar del brindis. A la mañana siguiente tocaba volver a casa, pero todos lo haríamos con la “mochila” más cargada que cuando salimos de casa. Cargada de vivencias, de recuerdos y de sentimientos.

 

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